jueves, 11 de marzo de 2010

“Cuando las paredes hablen”


“Cuando las paredes hablen”



Corro por calles obscuras sin saber a donde me dirijo. Me arrepiento de haber formulado tal pensamiento. ¿Qué tal si las paredes hablaran? Como pude pensar tal cosa, se me hizo tan fácil decirlo al aire, sin meditar en verdad cuantas cosas me podrían decir. Los gritos, asesinatos, los murmullos, los susurros, los rumores, los chismes, las verdades y las mentiras, conversaciones y discusiones. Todos aquellos ruidos de ciudad que las paredes son testigos y se guardan para algún día contar hoy me lo escupen a chorros al enterarse de que las puedo escuchar. No pierden la oportunidad de contarme lo que saben, todas las paredes de la ciudad lo hacen. Una cascada de información cae sobre mí. Intento huir de la ciudad, lejos de sus edificios, sus bardas, lejos de toda construcción con paredes. Creo enloquecer, escucho más de lo que puedo procesar. Cruzo por pasillos, avenidas de altos edificios, parques con pequeñas albarradas. De una u otra forma cada una de ellas tiene algo que decir, algo escuchó, algo sabe. Intento huir entre estrechos pasillos, escurrirme entre callejones. Hay gritos, susurros. La ciudad no parece terminar.

Estoy cegado, ya no puedo ver ni escuchar, mis pensamientos se entrelazan con las voces del exterior, no se a donde voy, corro sin pensar, mi mente se intenta bloquear ante el asedio de eventos, afortunados y desafortunados, que las paredes narran sin parar. Mi refugio más sagrado a sido profanado, mi mente es asolada y se intenta esconder en lo más profundo de los laberintos de ideas que la conforman, pero hasta ahí llegan, la persiguen y la acorralan. Lamentos, alegrías, tristezas y suplicas se entierran como espinas en lo más profundo de mi ser, pasan directamente mis defensas y se estrellan contra mi esencia. Escucho a un pequeño que llora a gritos el nombre de su madre, escucho a unos perros y luego el llanto de una madre que se odia por no llegar a tiempo ante el cuerpo que ya no palpita de su hijo.

Corro sin dejar de lamentarme, grito para dejar de escuchar, para oírme a mi mismo, pues son tantas las voces, tantos los ruidos, que mi ser se pierde en la avalancha de relatos, olvido quien soy, olvido lo que en verdad soy, pienso ser alguien más. Diferentes historias son narradas por nuevas y viejas estructuras. Mi ser se encuentra al percatarse que el entorno cambia, me acerco al centro de la ciudad, las calles se vuelven angostas, los edificios altos y antiguos. Hay sombras, las voces ahora son graves, tienen edad, arrastran las palabras. Relatos milenarios, cantos, coros, villancicos, corridos. Un pequeño pidiendo caridad, otro vende el diario, uno vende rosas, aquel limpia cristales, aquellos hacen malabares. Uno muere de hambre, otro muere de sed, caen sin hacer ruido, sus historias terminan y comienzan las de otros que nacen en el hospital o afuera de el, en la calle, en el callejón, debajo del puente o de las escaleras, la ciudad vive y muere, persiste, se renueva.

Las paredes me recuerdan el pasar de los coches. De carrosas a taxis, de trenes de carbón a metros, microbuses, camiones. Todos cambian, los edificios caen y se alzan, uno nuevo recuerda a al antecesor que se encuentra a sus pies, un edificio alto se ríe del pequeño, y el más alto se burla de ambos. Todos saben algo, algunos poco, otros mucho, unos ven cosas, otros sólo las escuchan. Hay edificios viejos y jóvenes, un teatro clásico se encuentra junto a un centro comercial moderno. Todos me gritan para que escuche lo que tienen que contar, me tapo los oídos inútilmente, nada funciona. Es mi locura, doy vuelta en una esquina, corro por un parque, subo una escalinata y encuentro lo que busco. Silencio.

Es un corredor muy amplio. El zumbido del silencio aturde a mis oídos, ya no se que hacer con tal paz, me encuentro en la catedral de la ciudad, sus altos muros me intimidan, veo el altar en la distancia, las largas columnas a los lados, cruces y santos en pequeños recintos. El silencio me extraña, me marea. Me dejo caer. Intento descansar.

Un sonido me hace salir del transe en que me encontraba. Es tenue, lejano. Las paredes están contando una nueva historia. El órgano retumba en las alturas, personas que no veo se ponen de pie ante una procesión inexistente. Un coro angelical inicia con los cantos. Un aire de pesar hela el ambiente. Los altos muros recuerdan el pasar de los años, siglos de oraciones, de cantos, de rezos, de suplicas, de pesares. Corro hacia una de las puertas para huir de una vez por todas de la ciudad. Paso por uno de los confesionarios, la pena en almacenada en uno de los muros me hace colapsar. En susurros desgarradores se escucha a los creyentes confesar sus pecados, el lamento, el arrepentimiento por cometer actos atroces, asesinatos, robos, humillaciones, odios, envidias, engaños. Escucho la voz de un hombre absolviendo pecados por años, su voz va cambiando, de agudo a grave hasta desaparecer y dar paso a una nueva. El dolor me vuelve loco, lucho por escapar de ese muro de pesares, cruzo uno de los grandes portones, salgo al patio y caigo de dolor.

-¡No puedo más!-

-Vez que te dije, es muy fácil pensar en una posibilidad, más no lo es vivirla-

- No lo vuelvo a hacer-

- Sería como si imaginaras que los perros pueden hablar-

- Ni lo pienses o acabaras como tu amigo- Le dijo un perro que pasaba.


"Si las paredes hablaran tendrían muchas cosas que contar"

Mario Ovies Gage

6 comentarios:

mike22 dijo...

el final me gusto.... el perro. :) le da un tono de humor pero no realmente humor hahahha

Bjoshe dijo...

De mis favoritos Mario... Es genial de verdad, y concuerdo con mike22: el final juega mucho con humor pero a la vez te invita a reflexionar sobre el mensaje del cuento... Muy bueno :D sigue asi :)

CRI dijo...

Y si fueramos nosotros esas paredes? Cuantas veces nos encontramos como ellas, enmudecidos por el simple ir y venir de la civilización, del mismo ser humano, de nuestro compañero de al lado, todo aquel que cercena nuestro animo de expresión es como el que transita a traves de las paredes que hablan ocultandose de la verdad, la mentira o el asesinato y nosotros en las paredes gritando enloquecidamente para que alguién escuche nuestra suplica de atención...

CRI dijo...

Gracias por seguir mi blog ;)

Kbra dijo...

Me encantó, hay mucho que se podría reflexionar de este relato.

Anónimo dijo...

Ovies sabes que me gustó mucho este cuento y pues de alguna forma me alegra haberte inspirado un poco xD!