miércoles, 10 de diciembre de 2008

"Así es la vida"

“Así es la vida”

(CORO)

Que te quise demasiado... y que nadie te ha querido como yoooo
Así es la vida
de caprichosa
a veces negraaa
a veces co...lor rosa
Así es la vida
jacarandosa
te quita te pone te sube te baja y a veces te lo da
Así es la vidaaa!!!


Escuchaba la rola al volante, a mi lado, mi ahora ex-novia miraba por la ventana. Los altos arboles de la reserva creaban un arco en la carretera, era un paisaje de los que se aprecian en sueños. Comencé a tararear el coro. Ella miraba con ojos llorosos al infinito. Quien lo diría, tan solo hace unas horas éramos la pareja ideal, cuatro años de noviazgo a la basura, el anillo en mi bolsillo y el adorno floral en mi cajuela se pudrirían en su lugar. Quien lo diría, semanas de planeación, semanas sin dormir para tenerlo todo listo, se irían a la basura por un detalle, un error en mi plan maestro. Ahora solo me rió. Me rió de mi mismo, así es la vida, mientras ella se lamenta, a mi me causa gracia, ahora me da igual, el obtener una respuesta que uno no busca, ¿qué puede cambiar?, ¿acaso todo? En mi caso, una broma lo a cambiado todo, un error, una falla, una pequeña fisura demolió el rascacielos de mi amor. Una vida que creí bien forjada, con cimientos perfectos, hoy, hoy se desmoronan, se hacen añicos, dejando mi vida en ruinas. Lo inexplicable, es porque ella mira por la ventana y yo, rió de su desgracia, de nuestra desgracia. Quien lo diría, hace tan solo unas horas, éramos la pareja ideal.
Y se preguntaran que a llevado a esta ex-pareja ideal a terminar de camino a casa en lugar de estar festejando el compromiso, se preguntaran porque ella mira por la ventana y yo tarareo una canción popular. Son muchas preguntas claro está, pero, son dos horas de viaje de regreso y ya que dudo que ella salga de su transe les contaré lo que hace unas horas me paso.

2 horas antes

-Ya dime Manuel.
-¿Qué quieres que te diga?¿Lo bella que te ves?¿Lo bella que me pareces? O acaso, quieres que te diga lo perdidamente enamorado que estoy.
Se ruborizó ante mi halagante comentario. Era sencillo para mí, esa clase de comentarios me nacían de lo más profundo de mi ser, creo yo que soy una clase de poeta del siglo pasado. No pude evitar el sonreír al verla sonrojarse.
-No eso, eso ya lo se, quiero saber, a donde vamos.
-Ahhh. Dije fingiendo un tono de molestia. Y arruinar la sorpresa, ni lo creas.
-Vamos, dime, que te cuesta.
-¿Quieres que te diga que me cuesta? Eso si te lo puedo decir, tres mil pesitos, y eso porque es de un amigo de tu suegro.
Cuando Leonor se aferraba a algo no lo soltaba hasta conseguir lo que quería, era algo que me fascinaba de ella, algo que me hacia estar más enamorado de ella, si es que eso es humanamente posible. ¿Cómo me daba cuenta?, pregunta tonta, cuatro años de noviazgo te llevan a conocer a tu pareja, además que la actitud de Leonor era de cruzar los brazos y apretar los labios, igual que una niñita pequeña haciendo una rabieta, exigiendo una muñeca o una blusa nueva. Bueno, que decir, de esa niña caprichosa me enamore, por suerte ahora se mantendría callada el resto del viaje, y mientras yo disfrutaría de su rostro y de su molestia. Ja. Lástima que se topo con alguien más resistente que el más fuerte de los metales, inmune a sus ojos verdes, inmune a sus cabellos color caoba, inmune a su natural encanto, inmune al peor de los venenos para el hombre, una mujer bella.
Por suerte ahora que ya era un as al volante mi padre me había cambiado el viejo mustang por mi porsche convertible, de un azul obscuro electrizante. La velocidad le venia bien, y el que yo no tuviera la mano ocupada en las velocidades, la pose lentamente sobre la de ella.
-Me perdonas.
-Aun no, tendrá que ser muy bueno lo que hayas preparado.
-Lo será, lo será.

La media hora faltante la pase con mi mano ocupada en sus cabellos, en su cuello, en su oreja, fingiendo no distraerme del camino porque eso la ponía de nervios. ¿Cómo era posible, que alguien tan alegre y loco como yo se hubiera enamorado de ella? ¿Tan bella sería? Sí, en parte, por otro lado, antes no era así, en el último año algo había cambiado, y yo, después de tantas noches sin dormir, descifre, que la cura sería declararle mi amor.
Salí de la carretera para entrar a un camino de tierra. En pocos minutos llegamos a una casa a orillas del lago.
-Que bonita casa.
-Te dije que te gustaría.
-¿Me compraste una casa?
-No tonta, ahí pasaremos el fin de semana.
-¿Si? Su rostro mostraba una enorme emoción, pero, hasta ahí llegaba, y eso me hacia sentir como médico con esposa que muere de una enfermedad incurable.
Un camino de piedra volcánica llevaba a la lujosa casa, un contraste de piedras, madera y enormes ventanales daban forma a una belleza arquitectónica. Busqué entre las llaves la de la entrada, Leonor estaba impaciente, nos cambiaríamos y luego saldríamos a pasear, donde le mostraría la sorpresa, no me aguantaba las ganas de ver su rostro, deslumbrante ante el anillo.
Nos cambiamos de volada, intente animarla para que no se quedara contemplando los detalles de la casa, las pinturas, las imágenes, las fuentes, las peceras, las jaulas de aves y toda clase de excentricidad que mi tío guardaba en su casa de verano. No aguante el besarla cuando vio el guardarropa que le había conseguido, cuando logre zafarme de sus garras lo demás fue pan comido, la saqué con los brazos en su cintura susurrándole cantos al oído, yo no me cansaba de halagarla ni ella de escuchar mis halagos. Habíamos nacido el uno para el otro, ahora si, la alegría se dibujaba en su rostro, había desaparecido esa melancolía anterior.
Una vez lejos de la casa agarre su mano con fuerza y arranque a correr.
-Cuidado, no tan rápido, llevo tacones.
-Yo te lo advertí, ¿me hiciste caso? La tomé de nuevo por la cintura y me la lleve a los brazos. La besé de nuevo. Se fuerte, no falta mucho.
Ya era casi medio día, el haber madrugado valió la pena. El plan saldría de maravilla, la tenía donde quería, ahora tocaba la parte difícil para ella, la parte placentera para mí. Hacerla sufrir, para luego conquistarla. Un sufrimiento que me mataría, pero no duraría mucho, solo era para tenerla en mis redes y luego, y luego soltarla.
-Y ahora que Manuelito. Dijo con ojos resplandecientes, dejando que el viento meciera su pelo.
-Vamos a jugar a las escondidas.
-No seas..
-1,2,3…
-Manuel.
-6,7,8…
-¡NOOO! Comenzó a correr entre risas. Dejé la posición y me lancé sobre su mochila, rápidamente puse manos a la obra a la siguiente parte del plan, todo dependía de encontrar su celular, si fallaba, simplemente perdería una parte de la sorpresa, nada de que lamentarse, tenia un plan de escape. Lo encontré, me coloque a un lado mirando hacia donde se había ido.
Pasaron por lo menos cinco minutos para que apareciera molesta entre los arbustos.
-Yo así no juego…
No termino, abrió de una manera descomunal los ojos. Era el momento de iniciar.
-No lo puedo creer, ¿desde cuando?
No contesto de momento, o el plan había resultado, o algo no andaba bien.
-Desde cuando, ¿desde cuando que?
-Ya lo se Leonor, no lo puedo creer, ¿que te hice?
-No.. no es lo que crees, te lo juro.
-Entonces que es, dime que es por favor.
Comenzó a lagrimar, algo de verdad no andaba bien, ahora yo era el asustado.
-Leonor, dime que no.
Mi broma había resultado en una pesadilla de colosal tamaño. Las manos me temblaban, pequeños temores que intenaba ignorar comenzaron a aflorar en mi mente como el peor de los venenos. Leonor se dejo caer al suelo.
-Yo no quise.
-¿Cómo que no quisiste? Leonor, ¿Qué has hecho? ¿Dime? Había perdido por completo el control, ahora me encontraba de pie, gritándole, viendo como mi amada temblaba del dolor infligido por mi voz.
-No Leonor, por favor desmiénteme, solo era una broma. Quería comenzar a llorar, quería que la tierra me tragara, pero, algo lo evitaba, algo me decía que esto debía pasar. Tomé fuerza, recupere el control, de nuevo era yo.
-¿Quién? De nuevo era yo.
Ella lloraba ahora sin parar. Un sollozo apenas audible. El verla así, ahora humana, bajada del pedestal divino en el que la tenia me dejo ver claramente, verla a ella y a la realidad que llevaba con ella. Esa mirada que había perdido, la tenia por alguien, yo lo había ignorado, era mi mejor amigo, no era capaz, nuestra amistad era mas vieja que mi noviazgo, el sabia todo lo que sentía, pero ahora lo veía claro. Mi amigo, mi gran amigo, el que había estado en las buenas y en las malas, últimamente había sido muy cercano a Leonor, yo era el novio, pero el, el era el amigo, el respaldo, el que siempre sale lastimado, el que sale perdiendo, pero en este caso el era el que sostenía en manos el trofeo.
Ya no quise decir nada, me sentía vacio, pero a la vez, el saber la verdad me dejaba respirar, me dejaba vivir, me dejaba ser yo, ahora, libre.
-Deja de llorar, no es para tanto.
-¿No es para tanto? ¿Cómo que no es para tanto? Tu has sido tan bueno, y yo ni esto pude ocultar.
-Te perdono Leonor, dale gracias a lo que siento por ti.
-No, no me perdones, no lo merezco.
-Vámonos Leonor, no quiero llegar tarde a la ciudad. Guardo silencio, se tragó su llanto, era claro que no esperaba mi perdón, pero acaso, después de estos años no me conocía, yo no era un cualquiera. Yo era diferente. Ella me acababa de apuñalar y antes de que acaso terminara yo ya la había perdonado. Yo la conocía muy bien, pero ella no a mi. Yo lo sabía todo de ella, sus gustos, sus sentimientos, y ella de mi, nada, no me conocía, era un extraño, un completo extraño.
Y esa, esa es la respuesta, el porque después de cuatro años yo tarareo, y ella desolada mira por la ventana, el cuchillo con el cual me apuñalo lo tiene ahora en su corazón. Yo no le deseo lo peor, tampoco es para desearle lo mejor, pero, soy yo. Despues de cuatro años de vivir por ella, ahora soy libre, vivo para mi, no para nadie más. Ahora cambiare de pagina. ¿Así es la vida no? Caprichosa, a veces negra, a veces color rosa. La canción termina, escucho a los comentaristas, pondrán una conocida de los Beatles. Comienza a atardecer, comienza la canción.



Yesterday, all my troubles seemed so far away.
Now it looks as though they're here to stay.
Oh, I believe in yesterday.

Suddenly,
I'm not half the man I used to be,
There's a shadow hanging over me,
Oh, yesterday came suddenly.


Hay que saber dejar atrás el ayer, para vivir el hoy. No importa el dolor, siempre abra algo nuevo al correr la pagina. La ciudad queda cerca, con la mano libre juego con su cabello. La luna se alza en el horizonte. Las lucez de edificios y casas comienzan a encenderse.
-Te perdono .

lunes, 24 de noviembre de 2008

In the mood (Glen Miller)


In the mood
(Glen Miller)

-No me gusta para nada esa idea. Me esta observando, se va a molestar.
-La verdad me vale madres lo que piense tu papá.
-Oye, no te expreses así.
-Hay, la señorita nunca a escuchado esas palabras. Me viene valiendo.. Me quede callado, el cambio en su rostro me hacia sentirme vivo, decidí no provocarla más. El salón estaba abarrotado, el grupo musical tocaba una pieza popular, jazz candente, lleno de energía, lleno de vida. ¿Me permites esta pieza?
-Ya te dije que se molestara. Dijo terminando con una sonrisa.
-Y yo ya te dije lo que opino de ello. Me levante ignorando los gestos que pasaban por su rostro. Le acerque la mano. ¿Vamos?
Suspiro, no le quedaba de otra. Se dejo llevar a donde mi mano deseara, la conduje a la pista, llena de bailarines de traje, nos escurrimos entre la multitud, llegamos al centro. Su vestido color plateado me deslumbraba, sus ojos obscuros me cautivaban, la amaba, eso era obvio. Alzé su mano en señal de victoria, comencé a moverme con la música, adelante, atrás, mi compás era perfecto y ella lo complementaba dándonos una gracia inusual, la música nos cubrió, nos olvidamos del grupo que poco a poco nos comenzaba a observar, dejándonos la pista para nosotros dos. Su padre me comenzó a mirar con ojos llenos de veneno. Termino la canción, la gente nos aplaudía.
-Tu padre me adora.
-Claro que sí, dijo en un tono sarcástico casi al extremo de molestia, y te ama más desde que me diste este anillo en su cumpleaños, bonito gesto el tuyo.
-Te amo.
-Yo también.
Comenzó la siguiente pieza, ahora más melosa, sin tanta emoción, pero grata al corazón.
-Complazcamos a nuestro público.
-Como tu quieras. Un solo de saxofón lleno el salón, la pasión me envolvió, la deje caer, atrapándola antes que cayera, antes de que abriera la boca para gritar la cubrí con un beso, nos incorporamos, comenzamos de nuevo nuestra danza. La gente nos rodeo, formando un circulo a nuestro alrededor, las parejas estaban alucinadas de nuestra facilidad para unirnos, la cara de envidia de algunas, y de sorpresa de otras, algunos reían recordando antaño o viendo un imposible. Yo ignoraba todo eso, me encontraba con quien quería estar, ella me pertenecía al igual que yo a ella, me detenía para besarle sus labios, su cuello, respirar su aroma, observar su cabello, envidiarme a mi mismo el tesoro obtenido. Nos soltamos por un momento, ella giraba, como una profesional, la capture entre mis brazos, la bese. La pieza termino de nuevo.
-¿Feliz? Dejemos a los demás bailar.
- La noche es larga cariño, como anfitriones tenemos derecho a otra.
-¿Otra? ¿Quien te da derecho a exigir otra? Pregunto en un tono retador, con su sonrisa pícara de siempre.
- Se que mueres por otra. Deslumbremos a nuestro público.
- Se van a cansar de nosotros.
-Hay buen vino y buena comida, los mejores chefs en la cocina y el mejor vino de la ciudad. ¿Qué más pueden desear?
-¿Bailar?
Ignoré el comentario final, le hice una seña al grupo.
-Tocaran mi favorita, así que deslúmbrame. Los saxofonistas dieron la introducción en la famosa lucha de tenores. Seguidos por las trompetas. Mi cuerpo se lleno de vida, vi mi sonrisa reflejada en sus ojos, acaricie su rostro, tome su mano, nos fusionamos con trompetas y saxofones, nos volvimos uno, de nuevo fui cautivado por su belleza, me volví preso, baile como nunca, exprese mi amor en un rápido movimiento de piernas, ella estaba reluciente, me contesto igualmente en un duelo de velocidad, una lucha pasional, se levanto de puntitas y me beso. Hasta ahí llego, mi emoción se disparo a los cielos, las trompetas retumbaron con emoción, un solo de saxofón, todos juntos, bailamos, la música nos seguía, nos complementaba. Silencio. Ahora un movimiento ligero, nos preparamos para el final, nos mirábamos a los ojos, se escuchaba un ligero golpeteo metálico, de nuevo nos veíamos sumidos en la intensidad de la pieza. Un clímax sorprendente, ella giraba como nunca, para llegar a un desenlace de locura. El público aplaudió lleno de júbilo, los presentes en sus mesas se pararon brindando por los recién casados.
-Espero que no seas siempre así. Dijo con los ojos llenos de vida.
-Te acostumbraras.

martes, 11 de noviembre de 2008

°-Cuentos-°

El beso.

Me acerco a ti
siento tu presencia
siento tu esencia
siento a la vida misma pasar de tu cuerpo al mío
mi mirada te devora
soy uno en ti
no hay limite para lo que siento.
Ahora
veo tus labios frente a los míos
me acerco a ti
veo tu belleza,
tu sin igual belleza
tus ojos, tus labios.
Los siento cerca
aun mas cerca
que los limites establecidos.
Ahora deliro, un roce
los siento
-¿puedo?
-¿puedo besarte?
repito casi en susurro
juego con ellos
los siento
tan tuyos
y tan pronto míos
y te pregunto
-¿estas segura?
-¿puedo besarte?
es un hecho
mis labios tocan los suyos
sin entregarme
mostrando mi precio
aun sin dejarme ir.
Ahora,
ahora gozo
gozo en la fantasía de que pronto lo serán
de que pronto me pertenecerán
es un juego, le susurro a tus labios,
un juego sin fin, ¿puedo, puedo acaso?
una tortura inhumana, ¿quieres?
es un hecho
vivo por ellos,
es un hecho
el que te estoy besando.




El niño y el pez.


Sus movimientos eran gráciles, casi como los de un ave en el cielo. El agua no se preocupaba por sus movimientos, está, seguía inmóvil, ignorando al pequeño pez. Pero alguien si se fijaba en el, un pequeño niño, a orillas del estanque, haciendo caso omiso de las suplicas de su madre por que se alejara, observaba al diminuto pez. El niño zambullo, intentos inútiles por capturar en sus pequeñas manos al ágil pez. No podrás capturarlo. Le decía su madre. Pero el niño seguía ahí, observando la belleza del pequeño pez, no tenia ojos para otro, el quería al pequeño, al de brillantes colores. Te vas a caer, aléjate ya. Seguía observando, zambullo su mano, lo toco, escamas suaves y babosas, por el efecto del agua, una sensación única que cautivo al pequeño. Tenía la ilusión, el pequeño pez sería pronto su tesoro. Si lo sacas del agua se va a morir. En sus ojos brillaba la victoria. Fue un golpe de suerte, gran velocidad, directo al blanco, ahora estaba en su mano. Mamí, mamí, lo tengo, lo tengo. Gritaba eufóricamente el niño. Sacó al pequeño pez del tranquilo estanque, se movía locamente, de un lado a otro, era tan resbaloso, se liberó. Dio un enorme salto, regreso a las aguas, alejándose a gran velocidad. De la cara del niño salieron hermosos cristales, recorriendo su rostro hasta caer al estanque. Comenzó a llorar. Te dije que se iría, no me hiciste caso, no llores. La madre se acercó a su hijo, tomó una de sus pequeñas manos. Mañana tendrás más suerte, mañana será tuyo. El niño se secó la cara, en sus ojos brillo de nuevo la esperanza. Mañana será mi día. Expresó alegremente.


La ruta.

El muchacho veía por la ventana
veía pasar edificio tras edificio
olvidando el fresco del invierno
ignorando la gente a su lado.
Tenía una mirada perdida
una mirada extraviada
solamente era seguir
solamente era continuar la vida
un paso tras otro, una existencia sin sentido
¡prefiero soñar que vivir!,
exclamó al cielo,
en un canto de suplica.
Los ocupantes de los otros asientos lo voltearon a ver
el simplemente
cambio de canción.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El río de la vida.

El río de la vida.




Deje la cabaña atrás, era el momento de tomar mi camino, no el de mis padres ni abuelos, si no el
mío, el que yo escogiera. La canoa estaba cerca, mi sueño, llegar al mar, a su costa, a su arena,
dejar la selva, sus altos árboles y su humedad, llegar al sol, dejar la sombra, cocodrilos por
tiburones, plátanos por cocos, tucanes por gaviotas. Ese era mi sueño, las olas, mar abierto.
Tomé mis remos, prepare una maleta, una pequeña, algo de ropa, algunos frutos. Deje mis zapatos atrás, mis pies desnudos tocaron el lodo. Caminé, caminé, deje atrás lo que me ataba. Mi familia, mis amigos. Era el momento de escoger. Dejar atrás, buscar algo, lo nuevo.
Pase por el viejo muelle de madera, tablas con hongos, húmedas, sonando con cada uno de mis
pasos. Comenzaba a amanecer. Me comencé a alejar, remé y remé, intentando olvidar, para conocer, para adentrarme en este mundo nuevo, desconocido para mí. Ahora cruzo los límites, los prohibidos por la sociedad, de lo moral, de lo físico, de lo real. Los manglares, cubren la vista, solo me guio por la pequeña corriente, que baja por la montaña, domada por rocas y ramas, troncos e infinidad de plantas, para llegar a un delta de sueños, de lo dulce a lo salado. Un océano
indomable. Mi sueño de llegar, un océano por domar, una nueva vida, un nuevo sueño, el lejano
océano, sus olas, sus costas, palmeras y gaviotas, de arrecifes, un océano de coloridos peces, de
delfines, fieros tiburones, barcos y veleros, negras tormentas, un océano de majestuosos
amaneceres. Por ahora navego en aguas turbias, peces pequeños, días sin sol, noches sin luna,
cantos de aves coloridas, moscos, insectos, arañas y serpientes venenosas. Mi sueño es el cambio,
mi sueño es vivir la vida.
Me deje llevar, la corriente comenzaba a ser fuerte, se escuchaba a lo lejos el caer del agua, el
movimiento de cientos de ramas con el paso del viento, monos, ruidos de bestias, un canto de
muerte, un canto sin vida, no como el de mis sueños, no como el de mi esperanza en ver el sol.
Remé contra corriente, sabiendo que el camino no era el correcto. Algo tenía que hacer, mi barco
se destrozaría, pero mis sueños no. Tome una liana, salte, de nuevo el lodo. Se fue, pronto se
desplomo, las piedras la trituraron, ahora estaba solo, con un sueño, que me permitió avanzar. Seguí el río, tome de su agua, me alimente de sus peces, el recorrido sería aun más largo, más no
me rendiría, yo llegaría.
Entre piedras y ramas, el río encogía y crecía, el camino se tornaba en momentos difícil,
intransitable, pude detenerme, regresar, pero mi decisión ya estaba hecha, yo estaba seguro,
sabia cual era el camino a seguir, hacia adelante, nunca retroceder. Los débiles rayos de sol
murieron, dejando caer las gotas de una lluvia, las copas de los altos arboles detenían el paso
de la furia de esta, de ese mundo distante se escuchaba el eco de los truenos. Las gotas eran
grandes y pesadas. La humedad aumento, los mosquitos despertaron, buscando presas, me
encontraron, comencé una lucha inútil, camine entre hormigas, cerca de serpientes, y ellos me
siguieron. Me lance de nuevo al río. El agua estaba fría, traída desde las montañas, de nuevo me
deje llevar, la corriente era lenta, me arrastraba, toque el fondo musgoso, lleno de pequeñas
piedras, pulidas por el pasar del agua, pequeños peces iban a mi lado, los ojos de un halcón me vigilaban, un ciervo caminaba a mi lado. Me salí, no estaba en mi naturaleza dejarme llevar. Había una casa cerca de la orilla. Una señora
salió al verme.
-Vente muchacho.
Entre sin pensarlo, me acobijo, me alimento, me pregunto, le conteste, platicamos por horas.
Llego la noche, la casa era cómoda, no había mosquitos, ni la humedad de la selva. Había una
pequeña chimenea que calentaba la habitación.
-Quédate a cenar, vendrá mi hija.
Era tentador, podría seguir mañana, un cambio de planes, no era malo, solo era cuestión de
decidir.
La muchacha entro en la habitación, sin hacer ruido acento unos peces en la mesa. Prepararon la
comida. No podía dejar de verla, su pelo castaño, sus pequeños ojos, una belleza vista solo en
sueños, me cautivo, me perdí, la observaba de un lado a otro. Ella me vio, con esos ojos, sonrió,
le sonreí. Estaba perdido. Se acercó a mi, se sentó en mis piernas, me besó.
-Dice mi madre que te iras mañana quedate.
-Lo pensare.
Esa noche no dormiría, no dormí, pensé y pensé, los sueños me intentaban atrapar, mantenía mi
mente en blanco, pensaba, intentaba decidir, ahora me encontraba cegado por una nueva sensación antes desconocida, ahora familiar, conocida, amada, como vivida una eternidad con apenas unas horas de conocerla, ya soñaba con ella, con su mirada, con tenerla a mi lado, el océano se alejaba, el océano se veía distante. Desperté. Salí de la casa.
-¿Te vas?
No quise voltear.
-Llévate el bote.
No debía voltear, tome el bote, los remos estaban ahí, con algunos pescados. No pude resistir, di
media vuelta, ahí estaba, me beso.
-Te esperare.
Me fui pensando en ella. Fue difícil, pero el camino requería toda mi atención, ahora la
corriente era más rápida, evadir rocas y ramas se volvía tedioso, esperaba ansiosamente el mar,
esa arena caliente por el sol, fresca por las aguas marinas. La escasa vegetación, sombra de
palmeras, agua de coco. El río comenzó a ensancharse, pegue con una roca, entro agua, empezaba a amanecer. No era mucha, otro golpe, ahora si entraba bastante agua, un tercer golpe, el hoyo era grande. Comencé a sacar agua, no perdería mi bote, una vez lo había hecho, pero acababa de iniciar, tenia energías para caminar, dejarlo ahora, agotado y sin rumbo, el agua
entraba por montones, mis pies estaban ya mojados. El bote se detuvo. Se comenzó a hundir. La
orilla estaba lejos. Me lance al agua. Algo me mordió en mi frenético escape. Ahora sangraba del
costado. Me sentía mareado. Mi fuerza interna palidecía, se apagaba por ese frio nuevo. No, no
podía dejar mi sueño morir. Tenia que ver el mar, camine, camine de nuevo, paso tras paso,
sacando una fuerza inexistente, una fuerza que vencía al veneno de la vida. Luche, ahora pálido y
tembloroso, escuche el mar.
Naci de nuevo, olvide la herida, olvide la vida pasada, los problemas. Corrí dejando atrás,
aprendiendo a dejar atrás. Sin pensarlo camine, guiándome de ese sonido, olas que golpeaban, un
recuerdo de niño. Moví unas ramas, ahí estaba. Un amanecer majestuoso, una brisa marina, que
movía a pequeñas gaviotas, el choque del agua salada y el agua dulce creaba hermosos colores, una agua cristalina, delfines en la costa, un sueño alcanzado, la vida soñada, me dejo caer, siento la arena, el sol se levanta, se siente su calor, la sombra de la palmera. El sonido de las olas, el canto de gaviotas, el olor a mar, el olor a un sueño, una vida soñando en espera de vivir, de vivir soñando....




Hoy, gracias a ti
de la necedad pase a la poesía
de la poesía al arte
del arte a lo escrito
de lo escrito a un cuento
del cuento a un personaje
un personaje con cierto destino
un destino incierto
destino necio que hoy me inspiras.
Mario.

martes, 28 de octubre de 2008

"Yo los declaro" Capítulo 2

Segundo Aniversario
"Piezas de una vida que colapsa"
Segunda parte.

Capítulo 2

"Yo los declaro"

-¡¡Ahhhh!! -Se escuchó su grito a lo largo del pasillo.

-Sédenlo, sédenlo, pronto, me va a destrozar el brazo- Dijo uno de los enfermeros de cuyo brazo se aferraba el herido.

-Vamos a tener que amputar- Dijo la doctora.

-¡Amputar, no, amputar no! ¡Por favor, doctora, dígales que no!- Le suplicó el paciente con lágrimas en el rostro.

-¿Dónde esta el sedante?-

Una comitiva de médicos y enfermeros corría por el largo pasillo de urgencias. El orden regreso apenas se cerraron las puertas del cuarto de operaciones. Los pacientes regresaron a sus almohadas a soñar en su libertad perdida. Enfermeros y enfermeras atendían de un lado a otro, se escuchaban llantos y la maquinaria de un edificio cercano en construcción.

-¿A quién le amputaron la pierna?- Pregunto uno de los médicos.

-Al campeón nacional de atletismo- La cafetería era desde siempre un punto de reunión de familiares y médicos, un momento de descanso, un lugar para recordar que la vida sigue su ritmo.

-Hay vienen los familiares- Dijo uno de los enfermeros antes de levantarse de la mesa.

-¿Qué le hicieron? ¿Cómo se encuentra?-

-Está bien, está dormido-

-¿Su pierna? ¿Cómo está su pierna?- La madre estaba pálida por la preocupación.

-En la basura- Dijo el médico en un tono de burla, antes de llevarse un nuevo bocado de su hamburguesa.

-¿Perdón? ¿Cómo dijo?-

-En la basura, ahí se suele ir lo que corto- Se escuchó un golpe, toda la cafetería veía a un hombre de bata en el suelo, dos hombres sujetaban a una mujer robusta que con fuerza trataba de lanzarse sobre el hombre inconsciente.

-¡Qué bien golpea señora!- Dijo Mariana con una sonrisa en cara. -A ver si así se le quita-

La mujer se tranquilizo, los dos hombres la soltaron.

-¿Es cierto lo que dijo este hombre?-

Otro día más, otro día menos, ¿qué más da? pensé de manera casi irónica. Los pacientes del tipo de la señora siempre me descontrolaban, pero en este caso me puso de muy buen humor el que alguien pusiera en su lugar a Fernando. Siempre tan engreído por ser un médico famoso. Había tenido muy buenos casos con excelentes resultados, era el cirujano más prestigioso del hospital, y el más arrogante.

Salir del hospital, dirigirse a casa en el Mercedes a toda velocidad. Llegar, descansar, lo más deseado y añorado después de un largo día de trabajo.

-Mami, mami- Se escucharon los gritos de la pequeña al entrar al departamento.

-¿Qué pasó?-

-¿Cómo te fue hoy?- Preguntó con esa cara llena de inocencia que tanto me gustaba.

-Muy bien Dani, mucho trabajo, estoy exhausta-

-¿Salvaste a alguien hoy?-

-Se podría decir que sí- En eso momento recordé lo sucedido en la mañana. Pero es algo complicado- La pequeña me observaba en espera de la explicación pero no tenia ganas de recordar el suceso.-Tu hermana, ¿dónde está?

-Esta en su cuarto, sigue molesta- ¡Qué raro! pensé para mis adentros, esa niña vivía completamente atormentada, la adolescencia la había transformado.

-¿Y tu papá?- Pregunte ilusionada sabiendo la respuesta.

-Esta en el estudio, ¿quieres que lo llame?-

-No te preocupes, yo iré a llamarle- Impresionada de que estuviera me dirigí al estudio. Dani se marchó a su habitación dejándome a solas para verlo.

-Llegaste temprano mi amor- Su voz, tan dulce y profunda me cautivo como siempre. Me acerqué, le acaricie la barba, me senté a su lado. -¿Cómo te fue hoy?-

-Llego un paciente con la pierna destrozada, premio nacional de atletismo, yo firme el papel y Fernando le corto la pierna-

-¿Mal día entonces? -

-No del todo, estoy aquí a tu lado- Me recosté, corrió su brazo y me abrazó. Cerré los ojos para despejar mi mente. –Además, la madre del atleta le golpeó a Fernando- Su risa, como canción de cuna, me arrulló, sumiéndome en los recuerdos.

Mi traje era reluciente, de un blanco fulminante. Un gran detalle de Roberto. Era sorprendente lo fino, lo elegante, lo caro, me gustaba. Los nervios me consumían, mi padre estaba a mi lado dándome fuerza, su apoyo en esta primordial decisión. Se abrieron las puertas y el altar quedó de frente. Roberto estaba ahí, de pie junto al padre Rodrigo. Vestía un traje negro, éramos la pareja del pastel, el sol entraba por los vitrales iluminando el recinto.

La escena se vio interrumpida por el teléfono.

-¿Si?- Se escuchaba una voz en el pasillo.

-Les dije que no hablaran a la casa-

-Están rompiendo las reglas, hemos trabajado tantos años sin ningún problema para que empiecen ahora-

-Ya lo sé ya lo sé, no estoy enojado, simplemente no hablen a la casa, estoy con mi familia, mi esposa está cerca- Me quedé en silencio para no interrumpir, fingiendo que seguía dormida. La voz de Roberto denotaba molestia, ira. Me encontraba en el sillón, bien acurrucada, donde antes de que me durmiera se encontraba Roberto.

-Si, la veré mañana, no hay problema- La palabra ella retumbo en mis oídos, ¿Ella?

-Si, buenas noches, yo me encargaré de todo- La habitación quedó en silencio, comenzaba a sentir una sensación extraña.

-¿Roberto?- Lo llamé fingiendo que acababa de despertar.

-¿Qué pasa cariño?- Dijo asomándose por la puerta.

-¿Con quién hablabas?- Pregunté como si no supiera.

-Arreglaba la sorpresa de mañana- De nuevo esa sensación crecía en mi interior, expandiéndose, devorándome. La reconocí, era desconfianza, ahora me mentía, lo veía en su rostro aunque no lo aparentara, algo que solo yo veía, esto incrementaba mi sentir, corroboraba mi sospecha.

-¿Qué sorpresa?-

-Si te lo dijera dejaría de ser una sorpresa, ¿no?- Se acercó lentamente, tomándome en brazos me llevó sin trabajo a nuestra recamara. Olvidé de momento todo el problema, se desvaneció esa sensación. Sentía su calor, su fuerza, su amor, me mareaba esa oleada de sensaciones, como si fuera la primera vez que me encontraba en sus brazos. Recargué mi cabeza en su pecho. Suspiré.

-¿Qué tienes?-

-No tengo nada- Se acercó. Me levantó un poco y aproximó su rostro al mío.

-¿Te puedo besar?- No era una pregunta, se acercó aun más, hasta rosar mis labios con los suyos.

-¿Te puedo besar?- Volvió a preguntar pronunciando cada letra de forma que rosaba mis labios ligeramente.

-¿Qué pasa si te digo que no?- Fue suave, rápido, enérgico. Se alejó un poco, lo necesario para verme a los ojos. Me recostó delicadamente en la cama como si existiera la posibilidad de que me rompiera, se quitó los zapatos. Se acercó lentamente, como un lobo ante su presa herida, se subió a la cama, atrapándome entre sus piernas. Se inclinó de nuevo. Susurró.

-No eres capaz-

-Estas segura que quieres hacer esto, todavía puedes decir que no, yo te apoyaría en todo,..-

-Papá, ya te lo dije mil veces, estoy segura de esto-

-Está bien- Me besó. -Sólo pierde el que ha dejado de luchar, tu sabes que te quiero mucho, me da celos que se roben mi más preciado tesoro- Su tono fue totalmente sincero.

-Vamos papá, ya es hora- Le dije con todo mi entusiasmo. Tomó mi brazo prestándome su fuerza y experiencia, caminamos entre familiares y amigos, con un caluroso rayo solar que atravesaba los vitrales de antiguos santos, el camino era largo, la catedral era bellísima, al igual que el novio que esperaba en el altar.

- Hermanos nos encontramos aquí reunidos.....-

Dieron las 7 de la mañana, había ruidos en la habitación, me incorporé, soportando lo pesado de mi cuerpo, intenté ver que pasaba.

-Mamá, Esperanza se fue sin mí-

-Pídele a tu papá que te lleve-

-No está, el igual se fue- Comenzaba a recordar lo sucedido la noche anterior.

-Yo te llevo, no te preocupes-

-Gracias mami- La pequeña salió corriendo a terminar de vestirse. Levantarse cuesta mucho trabajo, más aun cuando uno lleva días trabajando hasta muy tarde. Me quité el pijama para ponerme mi ropa de trabajo.

-Mamá voy a llegar tarde- Se escuchaban los gritos de la niña. Encontré las llaves a un lado del despertador, salí del cuarto un tanto apurada, tome dos sorbos de café, suspire hondo tomando las fuerzas necesarias. Di un paso al frente dispuesta a salir.

El camino a la escuela no era largo, el apartamento estaba a una media hora, más quince minutos para llegar al hospital. Había sido una bendición cuando Esperanza había comenzado a tomar el camión escolar, ya que llevaba con ella a su hermana. Pero poco duro la felicidad, Esperanza comenzó a molestar Dany, hasta llegar al extremo de dejarla en la casa. Se acabó la bendición y comenzó la perdición, constantes peleas, gritos, regaños, y al final, yo tenía que llevar a la pequeña a la escuela.

Después de dejarla, pasé rápidamente por algo de desayunar, un sándwich de queso panela y un café bien caliente. El día comenzaba a nublarse. Tuve el presentimiento de que este no sería un buen día.

-¡Doctora, doctora!-

-¿Si, qué sucede?-

- Es el paciente de ayer, se escapó-

-¿Lo encontraron?-

-Si, ese es el problema-

-¿Se quiere suicidar o qué?- Lo dije en un tono sarcástico, intentando no reír.

-No se quiere, lo intentó-

-¿Qué, dónde está?- Mi chiste había perdido toda gracia al ser cierto.

-En urgencias, cayó desde el tercer piso, lo salvó un árbol, su bata se enredo en las ramas más altas, tiene rasguños y algunos moretones pero su pierna está bien-

-¿Y Fernando, no lo está atendiendo él?-

-La señora es esposa del juez de distrito, no se puede acercar a urgencias-

-¡Vamos, vamos!- Le dije corriendo hacia urgencias.

El hospital estaba repleto, según escuche decir a un enfermero un accidente en la autopista había dejado varios heridos, más los pacientes normales había causado una locura. A diferencia del hospital, urgencias no era una locura, era un caos, en el accidente había dos camionetas y tres camiones escolares uno de los cuales se había volcado.

Todos los internistas atendían a pequeños niños que gritaban por sus madres, uno de los choferes estaba muy grave y una niña acababa de fallecer. Todavía faltaba más, la pesadilla comenzaba, el tráfico en la carretera no permitia que trajeran a más.

-Llamen a Fernando y que transfieran al atleta a otro hospital o que alguien vea que quiten esa orden-

-Ya se lo llevaron los policías- Dijo uno de los internistas. –Entró, discutió con la señora y se lo llevaron.-

Suspiré, no había más que hacer. Había tanto trabajo y tan pocos médicos.

-¿Dónde está el atleta?- Mi respuesta llegó de inmediato, del otro lado de la habitación se encontraba una mujer dando de a gritos, golpeándole a uno de los enfermeros.

-Quiero llevarme a mi hijo, miren lo que le han hecho. Lo han obligado a intentar suicidarse-

-Señora tranquila- Dijo el enfermero en un intento perdido por calmarla. La señora roja de enojo, tomo su celular y se puso a llamar a alguien.

-¿Como se encuentra?- Le pregunté al enfermero apenas llegué a su lado.

-Esta mejorando, tiene unos cuantos rasguños y tres costillas fracturadas-

-¿TRES COSTILLAS?- Gritó la madre. -¡Lo quieren matar! Aléjense de él o haré que cierren este hospital-

-Señora le voy a pedir que salga o haré que la saquen-

-¿Que usted qué? Usted no me puede dar órdenes, usted no es nadie. ¿Sabe quién es mi esposo? Haré que la despidan, haré que cierren este maldito lugar- Dio una clase de aullido, dio media vuelta y salió de la sala.-Se arrepentirán del día en que- Se dejó de escuchar.

El día estaba siendo una total pesadilla, nublado el cielo dispuesto a llover, llegaban más heridos del accidente, ahora todos empapados, ensangrentados, trabajo y más trabajo, las enfermeras corrían de un lado a otro, las horas pasaban, los heridos fluían por montón, más de cien niños con heridas de todo tipo atestaban los pasillos. Por suerte, aunque médicos, somos humanos, para sobrevivir hay que comer. Los médicos que entraron al turno de la mañana se iban reuniendo en el comedor.

-Fernando, volviste-

-No me dejaron entrar al hospital hasta que esa mujer se fuera-

-¿Dejó a su hijo sólo?-

-No- Contestó el enfermero con el cual había peleado la señora horas antes. -Se lo llevaron con un doctor particular-

-Espero que no vuelvan- Contesté, esperando que con decirlo sucediera. Decidí olvidar para dar paso a la comida, un pequeño sándwich de queso panela era lo que me esperaba, al igual que en el desayuno, mi dieta me lo exigía. Se veía delicioso, en mi interior no me quejaba por eso, el problema era que la hamburguesa y las papas de Fernando se veían mejores.

-¿Cómo va tu dieta Marianita, quieres una?- Agarró una papa paseándola por la mesa. La expresión en mi cara fue suficiente respuesta.

-¿Escucharon lo del accidente?- Dijo uno de los enfermeros para evitar la pelea.

-Si- Contesto Fernando llevándose la papa a la boca. –Un camión escolar se volcó por la tormenta, estaba lloviendo muy fuerte. Tú deberías de saberlo Mariana, creo que fue el de la escuela de tus hijas-

-No creo, no me dijeron nada, me habrían llamado- Coloqué la mano en la bolsa de la bata, donde ponía mi celular. Estaba vacía.

-Dejé mi celular en el coche, vuelvo en seguida- Crucé el hospital lo más rápido posible. Recorrí el estacionamiento en busca del coche. Ahí estaba, abrí la puerta recogiendo el celular a toda velocidad. Cinco llamadas perdidas. Podía ser de un paciente o posiblemente de Roberto. Comencé a checar, la última era de él, las demás eran de un número desconocido. Comencé a marcar.

-El número que usted marcó esta fuera del área de servicio, por favor intente más tarde- Tenía que calmarme, marqué el número de Roberto, los dedos me temblaban.

-El número que usted marc- Colgué, no había tiempo. Intenté marcar de nuevo. Nada. Por suerte antes de entrar en shock el celular comenzó a timbrar, vi la pantalla. Llamada entrante. Roberto.

-¡Roberto!-

-Voy por ti, el camión de Esperanza tuvo un accidente- Mi contestación fue una clase de aullido.

-¿Te dijeron algo, cómo está ella, sabes algo?- Mi voz salía confusa, tan solo ayer habíamos discutido, quería tanto a la pequeña.

-Sólo sacaron a los que estaban más graves, estaba lloviendo muy fuerte, tengo que colgar, hay mucho tráfico-

-No.- Lo dije al aire, ya había colgado. Me recosté en el asiento, estaba confusa. Centré mi mente, necesitarían a un médico. Salí del coche, abrí la cajuela. Había cantidad de papeles, el recibo de teléfono que no había pagado, papeles del coche, de la casa, todo lo que no debería de estar ahi, más abajo, una caja de medicinas para dar primeros auxilios. Tomé mi celular, llamé a Fernando.

-Necesito que vengas al estacionamiento-

-Voy en seguida-

Dos ambulancias llegaron.

-Doctora nos puede ayudar- Me acerqué rápidamente, bajaron a una niña pequeña. Mi corazón aceleró la marcha, sentía mi sangre ser bombeada por el cuerpo a gran velocidad. Me acerqué, era una amiga de Esperanza. Tomé un paño y le limpie la cara. Se me quedó viendo, me reconoció.

-Hola- Dijo la pequeña. –Esperanza no..-

-No te esfuerces pequeña, voy a ir a buscarla, todo va a estar bien-

La pequeña dejo caer la cabeza, su pulso era estable, solamente se había desmayado.

-Perdió mucha sangre, métanla de inmediato- Le dije a uno de los paramédicos.

-Claro doctora-

De la segunda ambulancia, los enfermeros bajaron un bulto. Me acerqué, tenía experiencia al ver muertos, pero en esta ocasión era distinto, podía ser mi hija.

-¿Puedo ver?-

-Claro- Abrí cuidadosamente la bolsa. Era el cuerpo de un adulto, algo mayor. Era uno de los maestros, pelo canoso, tenía una perforación en el pecho.

-El segundo camión quedo hecho añicos doctora, cayó por el barranco, lo sacamos con vida- Los pocos bocados del sándwich se me regresaban.

-¿Queda gente?- No pude terminar.

-Si, muchos. Cerraron la carretera, por lo menos unos diez carros se vieron envueltos-

-Gracias- No salió más de mi boca.

-¿Algún familiar?- Su rostro cambió.

-Mi hija- Me dio unas palmadas en el hombro.

-Todo saldrá bien- Eso era lo peor que pude haber escuchado, estaba por romperme, no soportaba más, quería dar un grito.

-Ya llegué, tranquila, tranquila- El enfermero se hizo a un lado. Fernando me abrazaba. Ya llegó tu marido, está afuera, llevémosle las cosas. Enfermero ayúdame con la caja.

-Claro-

-Mamí, ¿estas bien?- La pequeña estaba en el asiento trasero de la camioneta, comenzaba a anochecer. Las palabras de Fernando sonaban aun en mis oídos.

-En dos horas estaré ahí- Me encontraba pálida.

-Mariana, tranquilízate- Rodrigo me observaba mientras manejaba.

-Mami, todo va a salir bien-

Mi mente daba vueltas. Dejamos pronto la ciudad. No muy lejos las nubes de tormenta cubrían el atardecer, el bosque se iba sumiendo en la obscuridad. La ciudad despertaba, cientos de luces se encendían. Los coches pasaban. Ahí estaba Roberto, manejando a alta velocidad, sentado como si nada pasara. La música apenas se escuchaba, un disco con los sus éxitos favoritos.

Daniela dormía en el asiento trasero.

-¿Ya estas mejor? tus ojos dicen que si, tienen ese brillo-

-Déjate de esas cosas Roberto, sólo vi a unos cuantos niños lastimados-

-No puedo creer que estoy enamorado de una mujer tan valiente-

-¿Estas enamorado de mi Robertito?-

-Sí, tan enamorado que te quiero decir algo-

-¿Qué cosa?-

-Más bien- Te tengo algo. Tomó mis manos, me sonrojé.

-¿Qué es?-

-¿En verdad quieres saber?- Me dijo con una voz tan suave.

-Si claro, ¿qué es?- Me comenzaba a molestar que no me lo mostrara. Soltó mi mano, bajo la mano de la mesa y la metió en su bolsa sacando algo.

-Oh no. ¡Por Dios!- Se bajo de su silla, extendiendo la mano se puso de rodillas ante mi, dejando ver un esplendido anillo.

-¿Te casarías conmigo?....-

La aguja del velocímetro iba en aumento. Me había quedado dormida.

-¿Dormiste bien?- Dijo volteándome a ver.

-Claro. Estaba recordando, cuando me propusiste matrimonio-

-Ah, eso-

-¿Eso?-

-Tranquila, claro que lo recuerdo- El comentario me molestó, entonces recordé, me perdí en mis recuerdos. La realidad amargó mi recuerdo. Me quedé mirando por la ventana, no tenía nada que decirle. –Estoy nervioso, discúlpame- Comenzaba a recordar lo ocurrido la noche pasada.

-¿Qué pasa si te digo que no? -

-No eres capaz- Se reclinó y me beso, se levantó, comenzó a quitarse la camisa. Lo ayude. Se reclinó para volverme a besar. Se detuvo.

-¿Cuánto me amas?-

-Demasiado- Le tapé la boca. -¿Cuánto me amas tú?-

-Más que a cualquiera en este mundo- Me volvió a besar.

-¿Con quien hablabas por teléfono?-

-¿Qué?- Dijo algo desorientado por lo que le acaba de preguntar - Ah esa llamada, era del trabajo-

-Mencionaste a una mujer. ¿Quién era?-

-Marianita, ¿acaso sientes celos?

-Claro-

-Estoy aquí contigo, diciéndote lo mucho que te amo, y tú empiezas con celos-

-¿Por qué no me dices quién es?-

-Es del trabajo, quince años de matrimonio y no confías en mí- Dijo con la voz partida.

-¿Dime quién es ella?-

-Es del trabajo, me mandaron a buscarla, sólo era eso-

-Sólo trabajo, sólo trabajo- No me podía controlar, esa sensación me carcomía, liberé todo mi enojo. Lo empuje. Se cayó de la cama. Se puso en pie y salió de la habitación.

-¡No lo puedo creer Mariana!-

Comencé a lagrimar.

-¿Qué te sucede?- Dijo Roberto, volteándome a ver.

-Fíjate en la carretera, no quiero morir en un choque-

-Está bien, sólo preguntaba. Dime, ¿por qué lloras?-

-Sigo molesta, porque no me dices la verdad-

-Otra vez con eso-

-¿Con eso, dices con eso? Lo dices como si no fuera nada que engañaras a tu esposa-

-No te engaño, ya te lo he dicho, únicamente te basas en esa llamada, sin hacer caso a lo que yo te digo-

-No, llamó a la casa mientras no estabas-

-Ya te dije que era por el trabajo.

-"No sabía que estaba casado", ¿eso te suena a trabajo? Porque a mi no- Ya no pude controlarme, comencé a llorar.

Comenzaba a chispear, la noche había rodeado al automóvil.

-¿Mami qué sucede?- Dijo la pequeña al despertarse.

-No pasa nada hijita, vuélvete a dormir-

-Como que no pasa nada, no le quieres decir la verdad, entonces yo se la diré- La voz se me cortó, no podía continuar, sollocé.

-Deja que se duerma, no quiero seguir discutiendo- Me molesté aun más, recuperé fuerzas.

-¿Si no es ahora, entonces cuando? Nunca estás, si dices que la quieres tanto por qué nunca estas con nosotros-

-Tengo mucho trabajo. Estoy muy ocupado, si no fuera por mi, otra sería la situación- Su voz comenzaba a irritarme.

-Eso no es pretexto para que me engañes con otra-

-No vuelvas a empezar con eso, ya te dije que fue lo que pasó-

-¿Qué fue lo que pasó? Quieres que me crea lo que dijiste, di la verdad, o igual le mentiras a tu hija-

-Suficiente, no tengo porque rendirte cuentas-

Comenzó a acelerar, 180, 190,...

-¿Qué pasa papi? ¿Porque llora mami?-

Un silencio total, sólo interrumpido por el pasar de otro coche a alta velocidad.

-No pasa nada Dani, duérmete ya- Su mano temblorosa, encendió la estéreo, metiendo un Cd.

"Once upon a time, there was a tavern

Where we used to raise a glass or two."

-Pones la música como si nada pasara...- Dije soltando toda mi ira.

"Remember how we laughed away the hours,

Think of all the great things we would do?"

Moví la mano, dispuesta a apagarlo, me detuvo, le subió el volumen, su brusco movimiento me hizo volver a llorar, no lo controlaba, ya no me controlaba, los celos me devoraban. La mezcla de sensaciones me carcomía.

"Those were the days, my friend!

We thought they'd never end.

We'd sing and dance forever and a day."

-¿Me vas a ignorar como si nada?- Dije totalmente desconcertada, molestándome aun más ya que ahora el igual estaba molesto.

-¿Qué quieres que haga? ¿Que me detenga?-

"We'd live the life we'd choose.

We'd fight and never lose.

Those were the days, oh yes those were the days!"

El coche empezó a frenar pero estos no respondieron, el suelo se encontraba empapado, había una luz segadora, un golpe, el coche giró.

-¡Cuidado!- Grité

Todo pasó muy rápido, el coche giró, las gotas de lluvia comenzaron a entrar, tenía el rostro empapado por sangre y agua. No sabría decir cuanto tiempo pasó, la mezcla de sensaciones en mi interior no me dejaba concentrarme, una carrera contra el tiempo de imágenes pasaba frente a mí, Esperanza sonreía, Daniela dormida en el asiento trasero, Roberto al volante.

-Mariana, Mariana, soy Fernando, vas a estar bien-

La iglesia se veía gloriosa, mi vestido brillaba como un astro, Roberto me tomó de la mano, observamos al padre.

No sabía donde estaba. Roberto estaba a mi lado, tomé su mano. Llovía.

-La niña no respira- Dos sujetos pasaron corriendo.

La tormenta limpiaba mi rostro. Suspiré, recordé a Esperanza, tanto la quería y no la volvería a ver. Se acercaron las camillas.

-Vas a estar bien- Era la voz de Fernando, ahora más distante.

-¿Como esta Rob?- Tosí sangre, un sabor único. El aire estaba impregnado de ella. Apreté la mano de Roberto.

Lo comprendí todo.

-Cuídalas, cuídalas bien-

-Yo los declaro- Dijo el padre alegremente. Apreté aun más la mano de Roberto. Fernando, nuestro padrino, susurró entre dientes para que sólo yo pudiera ver.

-Todo saldrá bien-

La lluvia limpiaba mi rostro.

El sol atravesaba los vitrales.

La sirena de la ambulancia.

Los labios de Roberto.

Los paramédicos, rayos truenos, tres cuerpos, camillas, una ambulancia, un médico, una noche de sombras, un amanecer cercano.

La iglesia, el sacerdote, los novios que se comprometen, los familiares, el padrino.

Un llanto entre las sombras del silencio.


Mario Ovies Gage

martes, 14 de octubre de 2008

"El francotirador" Capítulo 1

Segundo Aniversario
"Piezas de una vida que colapsa"
Segunda parte.


Capítulo 1

"El francotirador"



Las primeras tormentas del año, encargadas de devolver la vida después del largo invierno, cubrían por completo la ciudad. Una sombra se escurrió por sus calles, entrando por el enorme portón de la antigua catedral. Secó su paraguas y se acercó al confesionario, tomó asiento.

-Padre. He pecado-

5:30. El despertador suena y suena. La habitación se encuentra aun a oscuras, está hecha un desastre, basura, comida, ropa. Una mano cansada sale de entre las colchas ciegamente buscando el despertador. Lentamente lo atrapa entre sus dedos. La alarma suena y suena. Ahí está, el pequeño botón que tanto le ha hecho pelear. De nuevo el silencio. Una noche que muere cubre la habitación.

10:48. El sol calentaba al piso 18 como lo hacia con todos los demás de la torre. Un sol fresco, un sol despierto después de un largo invierno. La habitación mantenía su perfecto equilibrio, montañas de periódicos, comida china, cajas de pizza, un pez beta en su sucia pecera, viejas manzanas con una pequeña araña guardiana, una pequeña lámpara y la cama.

El silencio fue asesinado por un fuerte golpe, seguido por uno y por otro.

-Señor Fernández, señor Fernández-

Casi zombi se levantó. Aproximándose a la puerta.

-Mañana le pagó, se lo aseguro-

-Me enteré que está desempleado, ¿cómo piensa pagarme?-

-Le pagaré seño, de eso no se preocupe-

-Esos cuadros no te sacaran de pobre, me agradas, pero si no pagas mañana juro que te saco-

Se escucharon sus pasos al alejarse, y poco a poco se perdieron mientras subía las escaleras. Roberto Fernández llevaba dos años fuera del ejército, había sido un excelente militar, a los pocos años llegó a ocupar altos cargos, hasta llegar a formar parte de una unidad especial, debido a sus excelentes cualidades. Obligado de pequeño por sus padres a entrar a una escuela militar y luego presionado por los mismos para llevar la vida que ellos deseaban, a los 30 años de edad decidió dejar atrás toda su carrera y dedicarse a pintar. Su fortuna no duró mucho, además de que sus padres lo desheredaron los problemas lo rodeaban, la vida de artista le daba la espalda, pronto estaría en la calle.

11:20. Después de tomar un baño y rescatar algo de comida de entre las sobras, se dispuso a esperar a que le llamaran. Llevaba semanas acudiendo a sitas de trabajo, sin ningún logro. Los minutos pasaron, la espera parecía inútil. Se dispuso entonces a ordenar. Acomodar primero, ganarle espacio al desorden, parecía una batalla perdida, no había ni principio ni fin. Años de militar no le enseñaron a mantener en orden un espacio grande, pero vagos recuerdos de su niñez le permitieron hacer algo. Poco a poco recupero espacios, la sala, la cocina, su habitación, los baños.

2:15. El calor comenzaba a ser notorio. Las altas rentas no le permitían darse el lujo de prender su mini split. Su estómago comenzaba a reclamarle, las sobras no eran un alimento completo, así que decidió salir a ver que encontraba. Al abrir la puerta pisó un pequeño sobre.

-Lo veo y no lo creo. ¿Más cuentas?- Su tono denotaba sarcasmo y molestia. Se agachó tomándola con su mano derecha. Con tanto que las odiara no podía negarse a recogerlas. El sobre tenía escrito, con una letra torpe, su nombre.

"Al abrir el sobre recibirás una llamada. Contesta de inmediato."

¿Era alguna clase de broma? El teléfono comenzó a timbrar. Esa clase de bromas no asustaba a alguien como él, a un ex militar, tendrían que esforzarse, además de que ya estaban en problemas.

- Sube a la azotea, te estaremos esperando-

- ¿Quién es?- Ya era demasiado tarde.

Se apresuró a tomar alguna de sus armas, tomó una pequeña para que los vecinos no se dieran cuenta, María la cacera, no le agradaba la idea de tener a un ex militar viviendo en sus apartamentos, por lo que lo vigilaba día con día. Checó a ambos lados del pasillo, Gustavo el intendente platicaba con doña Aurelia, la anciana vecina de Roberto. Pasó desapercibido, subió otros cuatro pisos, sólo demorando por su exhaustivo cuidado de que nadie lo siguiera o lo viera. Al dar la última vuelta se encontró con la puerta. La abrió, sabiendo que esto lo ponía en desventaja. El lugar estaba completamente desolado, en el otro extremo, se encontraban dos personajes.

-Suelta el arma. Si te quisiéramos matar ya lo estarías-

-Inténtenlo-

-No te queríamos ofender- Dijo el segundo en un tono tranquilizador. -Te contactamos porque necesitamos tus servicios-

-Mi respuesta es no-

-Sabemos que necesitas dinero. Los anillos y las rentas no se pagan solos. Te elegimos en esto porque sabemos que eres el mejor y además tu situación está de nuestro lado-

Ellos tenían razón, todo apuntaba a que tenían razón, él los necesitaba y ellos ya sabían que aceptaría.

4:00. La suma era enorme. El precio de una vida es enorme. Cosas que giraban en su mente, vagos pensamientos. Tantos había matado, pero tanto era el tiempo que había pasado desde que dejó eso atrás. El edificio era fresco, sus muros sin terminar, de concreto y metal, lo mantenían frío, como un viejo recuerdo del invierno.

4:10. Checar el reloj no era algo saludable, únicamente empeoraría la ansiedad, creando un monstruo que ni el podría parar. Él era un profesional, se concentró.

4:10. Tenía que dejarlo, recordar los viejos tiempos. El contrato fue bueno, una suma que lo libraría de todos sus problemas, arreglaría el apartamento y le compraría el anillo Mariana. Una vida más, una vida menos. Simplemente era un candidato, sólo una bala, sólo un disparo, y luego desaparecer. Era sencillo, a cuántos no había matado en el pasado, en esa unidad especial, a cuántos, en esta ocasión todo estaba arreglado, necesitaban a un profesional para que nada saliera mal, pero aun así la tarea era fácil. Prefería sumirse en sus pensamientos, recordar, antes que checar su pequeño reloj, único regalo de su padre. Dos años ya habían pasado, de esa discusión. Ahora era libre, ahora podía decidir. ¿Esto era su decisión?

4:30

-Se acerca, son dos camiones, a las 17:00 horas se encontrará en el pódium, queremos que sea limpio, a la cabeza. Después del disparo se activará la distracción, tendrás tiempo de huir. Te esperarán afuera.

-¿A dónde iré? ¿Dónde nos veremos?-

-Eso ya te corresponde a ti. Nos dijeron que eras bueno-

-Claro que lo soy, simplemente quería saberlo- De nuevo la línea estaba muerta. Como odiaba los celulares, no confiaba en ellos. Además algo estaba mal, no era posible que fuera tan fácil matar al candidato, esto era una trama política. Iba a eliminar a alguien del mapa, en estos casos siempre habían perjudicados y beneficiados. Pero no debía pensar en ello, únicamente debía pensar en mí para salir bien de ésta.

4:32 La calle se empezaba a llenar. Niños, mujeres, ancianos, toda clase de gente se estaba congregando. Era un buen político, como pocos hay. Promovía un verdadero cambio, desde adentro. Claro, ahí estaba el detalle, desde adentro no es algo que a la gente le interese o que más bien le convenga. El sujeto había cavado su propia tumba, y yo, sin conocerlo, era su verdugo.

4:34 Nunca me había interesado la política, pocas veces había visto al sujeto, ésta era la primera vez que lo vería en persona, y la última.

4:36. Cuando uno está tenso, el tiempo es una eternidad. Ya no necesitaba ver el reloj, lo había vencido, ahora caminaba de un lado al otro, planeando el posible escape, distintas rutas, tiempos, posibles errores, calculó el tiempo en que cualquier posible cosa pudiese pasar, pero el tiempo seguía igual, avanzaba lentamente, segundo tras segundo como si no quisiere hacerlo.

4:37, 4:38, 4:38, 4:37. El tiempo transcurriría igual aunque se lo pidiese, el tiempo siempre es el mismo, y siempre lo será. Todo estaba listo, llevaba horas listo, sólo esperaba.

4:40.

-Ahora sí- Exclamó felizmente pensando en que ya había llegado la cuenta regresiva- Tan solo 1200 segundos, 1199,1198, no eran tantos como antes, sólo era cuestión de usar a la tan olvidada paciencia.

En el exterior del edificio los cuerpos de seguridad se comenzaron a movilizar. No se imaginaba como sucedía algo semejante, tanta era la corrupción que el asesinato se entendería como un simple error de logística, se llevarían acabo falsas investigaciones, lo de siempre, testigos falsos, armas falsas, hasta un asesino falso. No reconocerían su talento, simplemente sería otro político más, la gente creería que ese era el bueno, y que a los buenos los matan. Uno más, y hasta ahí. No pensarían en el asesino, en lo que cuesta asesinar. La paga era buena, era lo único en lo que el debía de pensar.

4:45. Sacó un cigarro, uno ligero, light como le gustaban. Tomó el encendedor dándose a la tarea de disfrutarlo.

4:50. 600 segundos. 599, 598, suspiró. 596, 595.

-Ya está. Todos colóquense, cuando esté en el pódium dispara-

590,589. Un sujeto subió las escaleras a sus espaldas. En la calle la gente se sentaba, acarreados, turistas, simpatizantes. Todo un circo político. El gobernador, presidentes municipales, líderes sindicales, líderes religiosos, empresarios, gente común. Unos sabían el final, otros simplemente lo desconocían.

4:56. La esposa del candidato tomó asiento a un lado del gobernador. Había llegado el momento.

-Ahí está la viuda- Dijo una voz del otro lado del radio riéndose.

-Qué bueno que no hay niños- Exclamó otro.

-Eso es lo que tú crees- Le contestó el primero.

Los últimos detalles se llevaban acabo, los gritos aclamaban al candidato.

4:58. Una ovación. Subía al pódium una niñita jalando de la mano a su padre, entró con su otro hijo en manos saludando al público.

4:59. 55 segundos. Dejó a su hijo en las manos de su esposa.

50 segundos. Sentó a su hija a un lado. Se volteó y caminó al pódium.

-Ahora- Se escuchó.

40 segundos.

30 segundos. Se colocó y apuntó.

-¿Qué esperas? Dispara-

10,9,8

-Hoy es un gran día...-

7,6,5

-Es el momento del cambio...-

3,2

-Es el momento...-

Un disparo, gritos, desorden total. De los edificios testigos cayeron globos. Una esposa cubierta en lágrimas sostenía el cuerpo inerte de su esposo. Un helicóptero, la gente corriendo. La policía. El gobernador escapaba con su celular en mano. Cómplices, culpables, contribuyentes, testigos, asesinos, todos corrían por igual. A la hora todos eran testigos, todos eran sospechosos, todos eran culpables. Una madre lloraba con su hija en brazos.

-Padre e pecado-

Llovía afuera. El lugar era acogedor. Música en vivo, buena comida, vinos de lo mejor.

-Te tengo algo-

-¿Qué es?-

-¿En verdad quieres saber?-

-Si claro, ¿qué es? -

-¡Oh no! Por Dios.-

-¿Te casarías conmigo....-

Mario Ovies Gage