martes, 28 de octubre de 2008

"Yo los declaro" Capítulo 2

Segundo Aniversario
"Piezas de una vida que colapsa"
Segunda parte.

Capítulo 2

"Yo los declaro"

-¡¡Ahhhh!! -Se escuchó su grito a lo largo del pasillo.

-Sédenlo, sédenlo, pronto, me va a destrozar el brazo- Dijo uno de los enfermeros de cuyo brazo se aferraba el herido.

-Vamos a tener que amputar- Dijo la doctora.

-¡Amputar, no, amputar no! ¡Por favor, doctora, dígales que no!- Le suplicó el paciente con lágrimas en el rostro.

-¿Dónde esta el sedante?-

Una comitiva de médicos y enfermeros corría por el largo pasillo de urgencias. El orden regreso apenas se cerraron las puertas del cuarto de operaciones. Los pacientes regresaron a sus almohadas a soñar en su libertad perdida. Enfermeros y enfermeras atendían de un lado a otro, se escuchaban llantos y la maquinaria de un edificio cercano en construcción.

-¿A quién le amputaron la pierna?- Pregunto uno de los médicos.

-Al campeón nacional de atletismo- La cafetería era desde siempre un punto de reunión de familiares y médicos, un momento de descanso, un lugar para recordar que la vida sigue su ritmo.

-Hay vienen los familiares- Dijo uno de los enfermeros antes de levantarse de la mesa.

-¿Qué le hicieron? ¿Cómo se encuentra?-

-Está bien, está dormido-

-¿Su pierna? ¿Cómo está su pierna?- La madre estaba pálida por la preocupación.

-En la basura- Dijo el médico en un tono de burla, antes de llevarse un nuevo bocado de su hamburguesa.

-¿Perdón? ¿Cómo dijo?-

-En la basura, ahí se suele ir lo que corto- Se escuchó un golpe, toda la cafetería veía a un hombre de bata en el suelo, dos hombres sujetaban a una mujer robusta que con fuerza trataba de lanzarse sobre el hombre inconsciente.

-¡Qué bien golpea señora!- Dijo Mariana con una sonrisa en cara. -A ver si así se le quita-

La mujer se tranquilizo, los dos hombres la soltaron.

-¿Es cierto lo que dijo este hombre?-

Otro día más, otro día menos, ¿qué más da? pensé de manera casi irónica. Los pacientes del tipo de la señora siempre me descontrolaban, pero en este caso me puso de muy buen humor el que alguien pusiera en su lugar a Fernando. Siempre tan engreído por ser un médico famoso. Había tenido muy buenos casos con excelentes resultados, era el cirujano más prestigioso del hospital, y el más arrogante.

Salir del hospital, dirigirse a casa en el Mercedes a toda velocidad. Llegar, descansar, lo más deseado y añorado después de un largo día de trabajo.

-Mami, mami- Se escucharon los gritos de la pequeña al entrar al departamento.

-¿Qué pasó?-

-¿Cómo te fue hoy?- Preguntó con esa cara llena de inocencia que tanto me gustaba.

-Muy bien Dani, mucho trabajo, estoy exhausta-

-¿Salvaste a alguien hoy?-

-Se podría decir que sí- En eso momento recordé lo sucedido en la mañana. Pero es algo complicado- La pequeña me observaba en espera de la explicación pero no tenia ganas de recordar el suceso.-Tu hermana, ¿dónde está?

-Esta en su cuarto, sigue molesta- ¡Qué raro! pensé para mis adentros, esa niña vivía completamente atormentada, la adolescencia la había transformado.

-¿Y tu papá?- Pregunte ilusionada sabiendo la respuesta.

-Esta en el estudio, ¿quieres que lo llame?-

-No te preocupes, yo iré a llamarle- Impresionada de que estuviera me dirigí al estudio. Dani se marchó a su habitación dejándome a solas para verlo.

-Llegaste temprano mi amor- Su voz, tan dulce y profunda me cautivo como siempre. Me acerqué, le acaricie la barba, me senté a su lado. -¿Cómo te fue hoy?-

-Llego un paciente con la pierna destrozada, premio nacional de atletismo, yo firme el papel y Fernando le corto la pierna-

-¿Mal día entonces? -

-No del todo, estoy aquí a tu lado- Me recosté, corrió su brazo y me abrazó. Cerré los ojos para despejar mi mente. –Además, la madre del atleta le golpeó a Fernando- Su risa, como canción de cuna, me arrulló, sumiéndome en los recuerdos.

Mi traje era reluciente, de un blanco fulminante. Un gran detalle de Roberto. Era sorprendente lo fino, lo elegante, lo caro, me gustaba. Los nervios me consumían, mi padre estaba a mi lado dándome fuerza, su apoyo en esta primordial decisión. Se abrieron las puertas y el altar quedó de frente. Roberto estaba ahí, de pie junto al padre Rodrigo. Vestía un traje negro, éramos la pareja del pastel, el sol entraba por los vitrales iluminando el recinto.

La escena se vio interrumpida por el teléfono.

-¿Si?- Se escuchaba una voz en el pasillo.

-Les dije que no hablaran a la casa-

-Están rompiendo las reglas, hemos trabajado tantos años sin ningún problema para que empiecen ahora-

-Ya lo sé ya lo sé, no estoy enojado, simplemente no hablen a la casa, estoy con mi familia, mi esposa está cerca- Me quedé en silencio para no interrumpir, fingiendo que seguía dormida. La voz de Roberto denotaba molestia, ira. Me encontraba en el sillón, bien acurrucada, donde antes de que me durmiera se encontraba Roberto.

-Si, la veré mañana, no hay problema- La palabra ella retumbo en mis oídos, ¿Ella?

-Si, buenas noches, yo me encargaré de todo- La habitación quedó en silencio, comenzaba a sentir una sensación extraña.

-¿Roberto?- Lo llamé fingiendo que acababa de despertar.

-¿Qué pasa cariño?- Dijo asomándose por la puerta.

-¿Con quién hablabas?- Pregunté como si no supiera.

-Arreglaba la sorpresa de mañana- De nuevo esa sensación crecía en mi interior, expandiéndose, devorándome. La reconocí, era desconfianza, ahora me mentía, lo veía en su rostro aunque no lo aparentara, algo que solo yo veía, esto incrementaba mi sentir, corroboraba mi sospecha.

-¿Qué sorpresa?-

-Si te lo dijera dejaría de ser una sorpresa, ¿no?- Se acercó lentamente, tomándome en brazos me llevó sin trabajo a nuestra recamara. Olvidé de momento todo el problema, se desvaneció esa sensación. Sentía su calor, su fuerza, su amor, me mareaba esa oleada de sensaciones, como si fuera la primera vez que me encontraba en sus brazos. Recargué mi cabeza en su pecho. Suspiré.

-¿Qué tienes?-

-No tengo nada- Se acercó. Me levantó un poco y aproximó su rostro al mío.

-¿Te puedo besar?- No era una pregunta, se acercó aun más, hasta rosar mis labios con los suyos.

-¿Te puedo besar?- Volvió a preguntar pronunciando cada letra de forma que rosaba mis labios ligeramente.

-¿Qué pasa si te digo que no?- Fue suave, rápido, enérgico. Se alejó un poco, lo necesario para verme a los ojos. Me recostó delicadamente en la cama como si existiera la posibilidad de que me rompiera, se quitó los zapatos. Se acercó lentamente, como un lobo ante su presa herida, se subió a la cama, atrapándome entre sus piernas. Se inclinó de nuevo. Susurró.

-No eres capaz-

-Estas segura que quieres hacer esto, todavía puedes decir que no, yo te apoyaría en todo,..-

-Papá, ya te lo dije mil veces, estoy segura de esto-

-Está bien- Me besó. -Sólo pierde el que ha dejado de luchar, tu sabes que te quiero mucho, me da celos que se roben mi más preciado tesoro- Su tono fue totalmente sincero.

-Vamos papá, ya es hora- Le dije con todo mi entusiasmo. Tomó mi brazo prestándome su fuerza y experiencia, caminamos entre familiares y amigos, con un caluroso rayo solar que atravesaba los vitrales de antiguos santos, el camino era largo, la catedral era bellísima, al igual que el novio que esperaba en el altar.

- Hermanos nos encontramos aquí reunidos.....-

Dieron las 7 de la mañana, había ruidos en la habitación, me incorporé, soportando lo pesado de mi cuerpo, intenté ver que pasaba.

-Mamá, Esperanza se fue sin mí-

-Pídele a tu papá que te lleve-

-No está, el igual se fue- Comenzaba a recordar lo sucedido la noche anterior.

-Yo te llevo, no te preocupes-

-Gracias mami- La pequeña salió corriendo a terminar de vestirse. Levantarse cuesta mucho trabajo, más aun cuando uno lleva días trabajando hasta muy tarde. Me quité el pijama para ponerme mi ropa de trabajo.

-Mamá voy a llegar tarde- Se escuchaban los gritos de la niña. Encontré las llaves a un lado del despertador, salí del cuarto un tanto apurada, tome dos sorbos de café, suspire hondo tomando las fuerzas necesarias. Di un paso al frente dispuesta a salir.

El camino a la escuela no era largo, el apartamento estaba a una media hora, más quince minutos para llegar al hospital. Había sido una bendición cuando Esperanza había comenzado a tomar el camión escolar, ya que llevaba con ella a su hermana. Pero poco duro la felicidad, Esperanza comenzó a molestar Dany, hasta llegar al extremo de dejarla en la casa. Se acabó la bendición y comenzó la perdición, constantes peleas, gritos, regaños, y al final, yo tenía que llevar a la pequeña a la escuela.

Después de dejarla, pasé rápidamente por algo de desayunar, un sándwich de queso panela y un café bien caliente. El día comenzaba a nublarse. Tuve el presentimiento de que este no sería un buen día.

-¡Doctora, doctora!-

-¿Si, qué sucede?-

- Es el paciente de ayer, se escapó-

-¿Lo encontraron?-

-Si, ese es el problema-

-¿Se quiere suicidar o qué?- Lo dije en un tono sarcástico, intentando no reír.

-No se quiere, lo intentó-

-¿Qué, dónde está?- Mi chiste había perdido toda gracia al ser cierto.

-En urgencias, cayó desde el tercer piso, lo salvó un árbol, su bata se enredo en las ramas más altas, tiene rasguños y algunos moretones pero su pierna está bien-

-¿Y Fernando, no lo está atendiendo él?-

-La señora es esposa del juez de distrito, no se puede acercar a urgencias-

-¡Vamos, vamos!- Le dije corriendo hacia urgencias.

El hospital estaba repleto, según escuche decir a un enfermero un accidente en la autopista había dejado varios heridos, más los pacientes normales había causado una locura. A diferencia del hospital, urgencias no era una locura, era un caos, en el accidente había dos camionetas y tres camiones escolares uno de los cuales se había volcado.

Todos los internistas atendían a pequeños niños que gritaban por sus madres, uno de los choferes estaba muy grave y una niña acababa de fallecer. Todavía faltaba más, la pesadilla comenzaba, el tráfico en la carretera no permitia que trajeran a más.

-Llamen a Fernando y que transfieran al atleta a otro hospital o que alguien vea que quiten esa orden-

-Ya se lo llevaron los policías- Dijo uno de los internistas. –Entró, discutió con la señora y se lo llevaron.-

Suspiré, no había más que hacer. Había tanto trabajo y tan pocos médicos.

-¿Dónde está el atleta?- Mi respuesta llegó de inmediato, del otro lado de la habitación se encontraba una mujer dando de a gritos, golpeándole a uno de los enfermeros.

-Quiero llevarme a mi hijo, miren lo que le han hecho. Lo han obligado a intentar suicidarse-

-Señora tranquila- Dijo el enfermero en un intento perdido por calmarla. La señora roja de enojo, tomo su celular y se puso a llamar a alguien.

-¿Como se encuentra?- Le pregunté al enfermero apenas llegué a su lado.

-Esta mejorando, tiene unos cuantos rasguños y tres costillas fracturadas-

-¿TRES COSTILLAS?- Gritó la madre. -¡Lo quieren matar! Aléjense de él o haré que cierren este hospital-

-Señora le voy a pedir que salga o haré que la saquen-

-¿Que usted qué? Usted no me puede dar órdenes, usted no es nadie. ¿Sabe quién es mi esposo? Haré que la despidan, haré que cierren este maldito lugar- Dio una clase de aullido, dio media vuelta y salió de la sala.-Se arrepentirán del día en que- Se dejó de escuchar.

El día estaba siendo una total pesadilla, nublado el cielo dispuesto a llover, llegaban más heridos del accidente, ahora todos empapados, ensangrentados, trabajo y más trabajo, las enfermeras corrían de un lado a otro, las horas pasaban, los heridos fluían por montón, más de cien niños con heridas de todo tipo atestaban los pasillos. Por suerte, aunque médicos, somos humanos, para sobrevivir hay que comer. Los médicos que entraron al turno de la mañana se iban reuniendo en el comedor.

-Fernando, volviste-

-No me dejaron entrar al hospital hasta que esa mujer se fuera-

-¿Dejó a su hijo sólo?-

-No- Contestó el enfermero con el cual había peleado la señora horas antes. -Se lo llevaron con un doctor particular-

-Espero que no vuelvan- Contesté, esperando que con decirlo sucediera. Decidí olvidar para dar paso a la comida, un pequeño sándwich de queso panela era lo que me esperaba, al igual que en el desayuno, mi dieta me lo exigía. Se veía delicioso, en mi interior no me quejaba por eso, el problema era que la hamburguesa y las papas de Fernando se veían mejores.

-¿Cómo va tu dieta Marianita, quieres una?- Agarró una papa paseándola por la mesa. La expresión en mi cara fue suficiente respuesta.

-¿Escucharon lo del accidente?- Dijo uno de los enfermeros para evitar la pelea.

-Si- Contesto Fernando llevándose la papa a la boca. –Un camión escolar se volcó por la tormenta, estaba lloviendo muy fuerte. Tú deberías de saberlo Mariana, creo que fue el de la escuela de tus hijas-

-No creo, no me dijeron nada, me habrían llamado- Coloqué la mano en la bolsa de la bata, donde ponía mi celular. Estaba vacía.

-Dejé mi celular en el coche, vuelvo en seguida- Crucé el hospital lo más rápido posible. Recorrí el estacionamiento en busca del coche. Ahí estaba, abrí la puerta recogiendo el celular a toda velocidad. Cinco llamadas perdidas. Podía ser de un paciente o posiblemente de Roberto. Comencé a checar, la última era de él, las demás eran de un número desconocido. Comencé a marcar.

-El número que usted marcó esta fuera del área de servicio, por favor intente más tarde- Tenía que calmarme, marqué el número de Roberto, los dedos me temblaban.

-El número que usted marc- Colgué, no había tiempo. Intenté marcar de nuevo. Nada. Por suerte antes de entrar en shock el celular comenzó a timbrar, vi la pantalla. Llamada entrante. Roberto.

-¡Roberto!-

-Voy por ti, el camión de Esperanza tuvo un accidente- Mi contestación fue una clase de aullido.

-¿Te dijeron algo, cómo está ella, sabes algo?- Mi voz salía confusa, tan solo ayer habíamos discutido, quería tanto a la pequeña.

-Sólo sacaron a los que estaban más graves, estaba lloviendo muy fuerte, tengo que colgar, hay mucho tráfico-

-No.- Lo dije al aire, ya había colgado. Me recosté en el asiento, estaba confusa. Centré mi mente, necesitarían a un médico. Salí del coche, abrí la cajuela. Había cantidad de papeles, el recibo de teléfono que no había pagado, papeles del coche, de la casa, todo lo que no debería de estar ahi, más abajo, una caja de medicinas para dar primeros auxilios. Tomé mi celular, llamé a Fernando.

-Necesito que vengas al estacionamiento-

-Voy en seguida-

Dos ambulancias llegaron.

-Doctora nos puede ayudar- Me acerqué rápidamente, bajaron a una niña pequeña. Mi corazón aceleró la marcha, sentía mi sangre ser bombeada por el cuerpo a gran velocidad. Me acerqué, era una amiga de Esperanza. Tomé un paño y le limpie la cara. Se me quedó viendo, me reconoció.

-Hola- Dijo la pequeña. –Esperanza no..-

-No te esfuerces pequeña, voy a ir a buscarla, todo va a estar bien-

La pequeña dejo caer la cabeza, su pulso era estable, solamente se había desmayado.

-Perdió mucha sangre, métanla de inmediato- Le dije a uno de los paramédicos.

-Claro doctora-

De la segunda ambulancia, los enfermeros bajaron un bulto. Me acerqué, tenía experiencia al ver muertos, pero en esta ocasión era distinto, podía ser mi hija.

-¿Puedo ver?-

-Claro- Abrí cuidadosamente la bolsa. Era el cuerpo de un adulto, algo mayor. Era uno de los maestros, pelo canoso, tenía una perforación en el pecho.

-El segundo camión quedo hecho añicos doctora, cayó por el barranco, lo sacamos con vida- Los pocos bocados del sándwich se me regresaban.

-¿Queda gente?- No pude terminar.

-Si, muchos. Cerraron la carretera, por lo menos unos diez carros se vieron envueltos-

-Gracias- No salió más de mi boca.

-¿Algún familiar?- Su rostro cambió.

-Mi hija- Me dio unas palmadas en el hombro.

-Todo saldrá bien- Eso era lo peor que pude haber escuchado, estaba por romperme, no soportaba más, quería dar un grito.

-Ya llegué, tranquila, tranquila- El enfermero se hizo a un lado. Fernando me abrazaba. Ya llegó tu marido, está afuera, llevémosle las cosas. Enfermero ayúdame con la caja.

-Claro-

-Mamí, ¿estas bien?- La pequeña estaba en el asiento trasero de la camioneta, comenzaba a anochecer. Las palabras de Fernando sonaban aun en mis oídos.

-En dos horas estaré ahí- Me encontraba pálida.

-Mariana, tranquilízate- Rodrigo me observaba mientras manejaba.

-Mami, todo va a salir bien-

Mi mente daba vueltas. Dejamos pronto la ciudad. No muy lejos las nubes de tormenta cubrían el atardecer, el bosque se iba sumiendo en la obscuridad. La ciudad despertaba, cientos de luces se encendían. Los coches pasaban. Ahí estaba Roberto, manejando a alta velocidad, sentado como si nada pasara. La música apenas se escuchaba, un disco con los sus éxitos favoritos.

Daniela dormía en el asiento trasero.

-¿Ya estas mejor? tus ojos dicen que si, tienen ese brillo-

-Déjate de esas cosas Roberto, sólo vi a unos cuantos niños lastimados-

-No puedo creer que estoy enamorado de una mujer tan valiente-

-¿Estas enamorado de mi Robertito?-

-Sí, tan enamorado que te quiero decir algo-

-¿Qué cosa?-

-Más bien- Te tengo algo. Tomó mis manos, me sonrojé.

-¿Qué es?-

-¿En verdad quieres saber?- Me dijo con una voz tan suave.

-Si claro, ¿qué es?- Me comenzaba a molestar que no me lo mostrara. Soltó mi mano, bajo la mano de la mesa y la metió en su bolsa sacando algo.

-Oh no. ¡Por Dios!- Se bajo de su silla, extendiendo la mano se puso de rodillas ante mi, dejando ver un esplendido anillo.

-¿Te casarías conmigo?....-

La aguja del velocímetro iba en aumento. Me había quedado dormida.

-¿Dormiste bien?- Dijo volteándome a ver.

-Claro. Estaba recordando, cuando me propusiste matrimonio-

-Ah, eso-

-¿Eso?-

-Tranquila, claro que lo recuerdo- El comentario me molestó, entonces recordé, me perdí en mis recuerdos. La realidad amargó mi recuerdo. Me quedé mirando por la ventana, no tenía nada que decirle. –Estoy nervioso, discúlpame- Comenzaba a recordar lo ocurrido la noche pasada.

-¿Qué pasa si te digo que no? -

-No eres capaz- Se reclinó y me beso, se levantó, comenzó a quitarse la camisa. Lo ayude. Se reclinó para volverme a besar. Se detuvo.

-¿Cuánto me amas?-

-Demasiado- Le tapé la boca. -¿Cuánto me amas tú?-

-Más que a cualquiera en este mundo- Me volvió a besar.

-¿Con quien hablabas por teléfono?-

-¿Qué?- Dijo algo desorientado por lo que le acaba de preguntar - Ah esa llamada, era del trabajo-

-Mencionaste a una mujer. ¿Quién era?-

-Marianita, ¿acaso sientes celos?

-Claro-

-Estoy aquí contigo, diciéndote lo mucho que te amo, y tú empiezas con celos-

-¿Por qué no me dices quién es?-

-Es del trabajo, quince años de matrimonio y no confías en mí- Dijo con la voz partida.

-¿Dime quién es ella?-

-Es del trabajo, me mandaron a buscarla, sólo era eso-

-Sólo trabajo, sólo trabajo- No me podía controlar, esa sensación me carcomía, liberé todo mi enojo. Lo empuje. Se cayó de la cama. Se puso en pie y salió de la habitación.

-¡No lo puedo creer Mariana!-

Comencé a lagrimar.

-¿Qué te sucede?- Dijo Roberto, volteándome a ver.

-Fíjate en la carretera, no quiero morir en un choque-

-Está bien, sólo preguntaba. Dime, ¿por qué lloras?-

-Sigo molesta, porque no me dices la verdad-

-Otra vez con eso-

-¿Con eso, dices con eso? Lo dices como si no fuera nada que engañaras a tu esposa-

-No te engaño, ya te lo he dicho, únicamente te basas en esa llamada, sin hacer caso a lo que yo te digo-

-No, llamó a la casa mientras no estabas-

-Ya te dije que era por el trabajo.

-"No sabía que estaba casado", ¿eso te suena a trabajo? Porque a mi no- Ya no pude controlarme, comencé a llorar.

Comenzaba a chispear, la noche había rodeado al automóvil.

-¿Mami qué sucede?- Dijo la pequeña al despertarse.

-No pasa nada hijita, vuélvete a dormir-

-Como que no pasa nada, no le quieres decir la verdad, entonces yo se la diré- La voz se me cortó, no podía continuar, sollocé.

-Deja que se duerma, no quiero seguir discutiendo- Me molesté aun más, recuperé fuerzas.

-¿Si no es ahora, entonces cuando? Nunca estás, si dices que la quieres tanto por qué nunca estas con nosotros-

-Tengo mucho trabajo. Estoy muy ocupado, si no fuera por mi, otra sería la situación- Su voz comenzaba a irritarme.

-Eso no es pretexto para que me engañes con otra-

-No vuelvas a empezar con eso, ya te dije que fue lo que pasó-

-¿Qué fue lo que pasó? Quieres que me crea lo que dijiste, di la verdad, o igual le mentiras a tu hija-

-Suficiente, no tengo porque rendirte cuentas-

Comenzó a acelerar, 180, 190,...

-¿Qué pasa papi? ¿Porque llora mami?-

Un silencio total, sólo interrumpido por el pasar de otro coche a alta velocidad.

-No pasa nada Dani, duérmete ya- Su mano temblorosa, encendió la estéreo, metiendo un Cd.

"Once upon a time, there was a tavern

Where we used to raise a glass or two."

-Pones la música como si nada pasara...- Dije soltando toda mi ira.

"Remember how we laughed away the hours,

Think of all the great things we would do?"

Moví la mano, dispuesta a apagarlo, me detuvo, le subió el volumen, su brusco movimiento me hizo volver a llorar, no lo controlaba, ya no me controlaba, los celos me devoraban. La mezcla de sensaciones me carcomía.

"Those were the days, my friend!

We thought they'd never end.

We'd sing and dance forever and a day."

-¿Me vas a ignorar como si nada?- Dije totalmente desconcertada, molestándome aun más ya que ahora el igual estaba molesto.

-¿Qué quieres que haga? ¿Que me detenga?-

"We'd live the life we'd choose.

We'd fight and never lose.

Those were the days, oh yes those were the days!"

El coche empezó a frenar pero estos no respondieron, el suelo se encontraba empapado, había una luz segadora, un golpe, el coche giró.

-¡Cuidado!- Grité

Todo pasó muy rápido, el coche giró, las gotas de lluvia comenzaron a entrar, tenía el rostro empapado por sangre y agua. No sabría decir cuanto tiempo pasó, la mezcla de sensaciones en mi interior no me dejaba concentrarme, una carrera contra el tiempo de imágenes pasaba frente a mí, Esperanza sonreía, Daniela dormida en el asiento trasero, Roberto al volante.

-Mariana, Mariana, soy Fernando, vas a estar bien-

La iglesia se veía gloriosa, mi vestido brillaba como un astro, Roberto me tomó de la mano, observamos al padre.

No sabía donde estaba. Roberto estaba a mi lado, tomé su mano. Llovía.

-La niña no respira- Dos sujetos pasaron corriendo.

La tormenta limpiaba mi rostro. Suspiré, recordé a Esperanza, tanto la quería y no la volvería a ver. Se acercaron las camillas.

-Vas a estar bien- Era la voz de Fernando, ahora más distante.

-¿Como esta Rob?- Tosí sangre, un sabor único. El aire estaba impregnado de ella. Apreté la mano de Roberto.

Lo comprendí todo.

-Cuídalas, cuídalas bien-

-Yo los declaro- Dijo el padre alegremente. Apreté aun más la mano de Roberto. Fernando, nuestro padrino, susurró entre dientes para que sólo yo pudiera ver.

-Todo saldrá bien-

La lluvia limpiaba mi rostro.

El sol atravesaba los vitrales.

La sirena de la ambulancia.

Los labios de Roberto.

Los paramédicos, rayos truenos, tres cuerpos, camillas, una ambulancia, un médico, una noche de sombras, un amanecer cercano.

La iglesia, el sacerdote, los novios que se comprometen, los familiares, el padrino.

Un llanto entre las sombras del silencio.


Mario Ovies Gage

martes, 14 de octubre de 2008

"El francotirador" Capítulo 1

Segundo Aniversario
"Piezas de una vida que colapsa"
Segunda parte.


Capítulo 1

"El francotirador"



Las primeras tormentas del año, encargadas de devolver la vida después del largo invierno, cubrían por completo la ciudad. Una sombra se escurrió por sus calles, entrando por el enorme portón de la antigua catedral. Secó su paraguas y se acercó al confesionario, tomó asiento.

-Padre. He pecado-

5:30. El despertador suena y suena. La habitación se encuentra aun a oscuras, está hecha un desastre, basura, comida, ropa. Una mano cansada sale de entre las colchas ciegamente buscando el despertador. Lentamente lo atrapa entre sus dedos. La alarma suena y suena. Ahí está, el pequeño botón que tanto le ha hecho pelear. De nuevo el silencio. Una noche que muere cubre la habitación.

10:48. El sol calentaba al piso 18 como lo hacia con todos los demás de la torre. Un sol fresco, un sol despierto después de un largo invierno. La habitación mantenía su perfecto equilibrio, montañas de periódicos, comida china, cajas de pizza, un pez beta en su sucia pecera, viejas manzanas con una pequeña araña guardiana, una pequeña lámpara y la cama.

El silencio fue asesinado por un fuerte golpe, seguido por uno y por otro.

-Señor Fernández, señor Fernández-

Casi zombi se levantó. Aproximándose a la puerta.

-Mañana le pagó, se lo aseguro-

-Me enteré que está desempleado, ¿cómo piensa pagarme?-

-Le pagaré seño, de eso no se preocupe-

-Esos cuadros no te sacaran de pobre, me agradas, pero si no pagas mañana juro que te saco-

Se escucharon sus pasos al alejarse, y poco a poco se perdieron mientras subía las escaleras. Roberto Fernández llevaba dos años fuera del ejército, había sido un excelente militar, a los pocos años llegó a ocupar altos cargos, hasta llegar a formar parte de una unidad especial, debido a sus excelentes cualidades. Obligado de pequeño por sus padres a entrar a una escuela militar y luego presionado por los mismos para llevar la vida que ellos deseaban, a los 30 años de edad decidió dejar atrás toda su carrera y dedicarse a pintar. Su fortuna no duró mucho, además de que sus padres lo desheredaron los problemas lo rodeaban, la vida de artista le daba la espalda, pronto estaría en la calle.

11:20. Después de tomar un baño y rescatar algo de comida de entre las sobras, se dispuso a esperar a que le llamaran. Llevaba semanas acudiendo a sitas de trabajo, sin ningún logro. Los minutos pasaron, la espera parecía inútil. Se dispuso entonces a ordenar. Acomodar primero, ganarle espacio al desorden, parecía una batalla perdida, no había ni principio ni fin. Años de militar no le enseñaron a mantener en orden un espacio grande, pero vagos recuerdos de su niñez le permitieron hacer algo. Poco a poco recupero espacios, la sala, la cocina, su habitación, los baños.

2:15. El calor comenzaba a ser notorio. Las altas rentas no le permitían darse el lujo de prender su mini split. Su estómago comenzaba a reclamarle, las sobras no eran un alimento completo, así que decidió salir a ver que encontraba. Al abrir la puerta pisó un pequeño sobre.

-Lo veo y no lo creo. ¿Más cuentas?- Su tono denotaba sarcasmo y molestia. Se agachó tomándola con su mano derecha. Con tanto que las odiara no podía negarse a recogerlas. El sobre tenía escrito, con una letra torpe, su nombre.

"Al abrir el sobre recibirás una llamada. Contesta de inmediato."

¿Era alguna clase de broma? El teléfono comenzó a timbrar. Esa clase de bromas no asustaba a alguien como él, a un ex militar, tendrían que esforzarse, además de que ya estaban en problemas.

- Sube a la azotea, te estaremos esperando-

- ¿Quién es?- Ya era demasiado tarde.

Se apresuró a tomar alguna de sus armas, tomó una pequeña para que los vecinos no se dieran cuenta, María la cacera, no le agradaba la idea de tener a un ex militar viviendo en sus apartamentos, por lo que lo vigilaba día con día. Checó a ambos lados del pasillo, Gustavo el intendente platicaba con doña Aurelia, la anciana vecina de Roberto. Pasó desapercibido, subió otros cuatro pisos, sólo demorando por su exhaustivo cuidado de que nadie lo siguiera o lo viera. Al dar la última vuelta se encontró con la puerta. La abrió, sabiendo que esto lo ponía en desventaja. El lugar estaba completamente desolado, en el otro extremo, se encontraban dos personajes.

-Suelta el arma. Si te quisiéramos matar ya lo estarías-

-Inténtenlo-

-No te queríamos ofender- Dijo el segundo en un tono tranquilizador. -Te contactamos porque necesitamos tus servicios-

-Mi respuesta es no-

-Sabemos que necesitas dinero. Los anillos y las rentas no se pagan solos. Te elegimos en esto porque sabemos que eres el mejor y además tu situación está de nuestro lado-

Ellos tenían razón, todo apuntaba a que tenían razón, él los necesitaba y ellos ya sabían que aceptaría.

4:00. La suma era enorme. El precio de una vida es enorme. Cosas que giraban en su mente, vagos pensamientos. Tantos había matado, pero tanto era el tiempo que había pasado desde que dejó eso atrás. El edificio era fresco, sus muros sin terminar, de concreto y metal, lo mantenían frío, como un viejo recuerdo del invierno.

4:10. Checar el reloj no era algo saludable, únicamente empeoraría la ansiedad, creando un monstruo que ni el podría parar. Él era un profesional, se concentró.

4:10. Tenía que dejarlo, recordar los viejos tiempos. El contrato fue bueno, una suma que lo libraría de todos sus problemas, arreglaría el apartamento y le compraría el anillo Mariana. Una vida más, una vida menos. Simplemente era un candidato, sólo una bala, sólo un disparo, y luego desaparecer. Era sencillo, a cuántos no había matado en el pasado, en esa unidad especial, a cuántos, en esta ocasión todo estaba arreglado, necesitaban a un profesional para que nada saliera mal, pero aun así la tarea era fácil. Prefería sumirse en sus pensamientos, recordar, antes que checar su pequeño reloj, único regalo de su padre. Dos años ya habían pasado, de esa discusión. Ahora era libre, ahora podía decidir. ¿Esto era su decisión?

4:30

-Se acerca, son dos camiones, a las 17:00 horas se encontrará en el pódium, queremos que sea limpio, a la cabeza. Después del disparo se activará la distracción, tendrás tiempo de huir. Te esperarán afuera.

-¿A dónde iré? ¿Dónde nos veremos?-

-Eso ya te corresponde a ti. Nos dijeron que eras bueno-

-Claro que lo soy, simplemente quería saberlo- De nuevo la línea estaba muerta. Como odiaba los celulares, no confiaba en ellos. Además algo estaba mal, no era posible que fuera tan fácil matar al candidato, esto era una trama política. Iba a eliminar a alguien del mapa, en estos casos siempre habían perjudicados y beneficiados. Pero no debía pensar en ello, únicamente debía pensar en mí para salir bien de ésta.

4:32 La calle se empezaba a llenar. Niños, mujeres, ancianos, toda clase de gente se estaba congregando. Era un buen político, como pocos hay. Promovía un verdadero cambio, desde adentro. Claro, ahí estaba el detalle, desde adentro no es algo que a la gente le interese o que más bien le convenga. El sujeto había cavado su propia tumba, y yo, sin conocerlo, era su verdugo.

4:34 Nunca me había interesado la política, pocas veces había visto al sujeto, ésta era la primera vez que lo vería en persona, y la última.

4:36. Cuando uno está tenso, el tiempo es una eternidad. Ya no necesitaba ver el reloj, lo había vencido, ahora caminaba de un lado al otro, planeando el posible escape, distintas rutas, tiempos, posibles errores, calculó el tiempo en que cualquier posible cosa pudiese pasar, pero el tiempo seguía igual, avanzaba lentamente, segundo tras segundo como si no quisiere hacerlo.

4:37, 4:38, 4:38, 4:37. El tiempo transcurriría igual aunque se lo pidiese, el tiempo siempre es el mismo, y siempre lo será. Todo estaba listo, llevaba horas listo, sólo esperaba.

4:40.

-Ahora sí- Exclamó felizmente pensando en que ya había llegado la cuenta regresiva- Tan solo 1200 segundos, 1199,1198, no eran tantos como antes, sólo era cuestión de usar a la tan olvidada paciencia.

En el exterior del edificio los cuerpos de seguridad se comenzaron a movilizar. No se imaginaba como sucedía algo semejante, tanta era la corrupción que el asesinato se entendería como un simple error de logística, se llevarían acabo falsas investigaciones, lo de siempre, testigos falsos, armas falsas, hasta un asesino falso. No reconocerían su talento, simplemente sería otro político más, la gente creería que ese era el bueno, y que a los buenos los matan. Uno más, y hasta ahí. No pensarían en el asesino, en lo que cuesta asesinar. La paga era buena, era lo único en lo que el debía de pensar.

4:45. Sacó un cigarro, uno ligero, light como le gustaban. Tomó el encendedor dándose a la tarea de disfrutarlo.

4:50. 600 segundos. 599, 598, suspiró. 596, 595.

-Ya está. Todos colóquense, cuando esté en el pódium dispara-

590,589. Un sujeto subió las escaleras a sus espaldas. En la calle la gente se sentaba, acarreados, turistas, simpatizantes. Todo un circo político. El gobernador, presidentes municipales, líderes sindicales, líderes religiosos, empresarios, gente común. Unos sabían el final, otros simplemente lo desconocían.

4:56. La esposa del candidato tomó asiento a un lado del gobernador. Había llegado el momento.

-Ahí está la viuda- Dijo una voz del otro lado del radio riéndose.

-Qué bueno que no hay niños- Exclamó otro.

-Eso es lo que tú crees- Le contestó el primero.

Los últimos detalles se llevaban acabo, los gritos aclamaban al candidato.

4:58. Una ovación. Subía al pódium una niñita jalando de la mano a su padre, entró con su otro hijo en manos saludando al público.

4:59. 55 segundos. Dejó a su hijo en las manos de su esposa.

50 segundos. Sentó a su hija a un lado. Se volteó y caminó al pódium.

-Ahora- Se escuchó.

40 segundos.

30 segundos. Se colocó y apuntó.

-¿Qué esperas? Dispara-

10,9,8

-Hoy es un gran día...-

7,6,5

-Es el momento del cambio...-

3,2

-Es el momento...-

Un disparo, gritos, desorden total. De los edificios testigos cayeron globos. Una esposa cubierta en lágrimas sostenía el cuerpo inerte de su esposo. Un helicóptero, la gente corriendo. La policía. El gobernador escapaba con su celular en mano. Cómplices, culpables, contribuyentes, testigos, asesinos, todos corrían por igual. A la hora todos eran testigos, todos eran sospechosos, todos eran culpables. Una madre lloraba con su hija en brazos.

-Padre e pecado-

Llovía afuera. El lugar era acogedor. Música en vivo, buena comida, vinos de lo mejor.

-Te tengo algo-

-¿Qué es?-

-¿En verdad quieres saber?-

-Si claro, ¿qué es? -

-¡Oh no! Por Dios.-

-¿Te casarías conmigo....-

Mario Ovies Gage

lunes, 13 de octubre de 2008

"Déjà vu"
Realidad o mentira.
Sueño o verdad.



-Esta almohada es comodísima, me recuerda a una...
- El forro que tiene es en realidad de color beige. Interrumpió mi tía sin darse cuenta. Son forradas, son almohadas gringas.
-Les juro que esto ya lo he vivido. Todos guardaron silencio. Mi mente se quedó en blanco, un remolino de pensamientos, me perdí en mi mismo.

-¿Que vamos a ver? No hay nada.. Habían malas películas en la cartelera. Yo digo que la de Stardust o la de Déjà vu.
-La de Déjà vu no me llama. Dijo Galicia seriamente. Vamos a ver la de La Llamada Perdida.
-Esa ya la vi. Esta muy mala. Dijo vila.
-Vamos a ver esa, somos tres contra uno. Dije yo, creyéndome el democratizador.
-Si compran los boletos les cuento el final.
-Ahhh no seas mamón. Dijo Kabra.
Los cines de la Gran Plaza estaban vacíos, el apogeo de los Cines Hollywood había terminado largo tiempo atrás.
-Hay un policía, que ayuda a la protagonista a descubir lo que pasa con el celular. Proseguía contando vila.
-No escucho, no escucho, no escucho, no escucho. Repetía Kabra tapándose los oídos, meciéndose en su silla como un loco.
-Casi al final lo matan encajándole un cuchillo en el ojo.
-A mi no me afecta que me cuenten de que trata. Dijo Galicia.
-Termina cuando queda atrapado en un celular.
-¿Así de malo esta? Mejor otra. Contesto ahora con una sonrisa, sabiendo de lo que se salvaba.
-¿Que es eso de Déjà Vu? Dije, tratando de cambiar el tema.
-Es como un recuerdo de sentir algo que ya has experimentado.
-¿Así se llama? Ja ja, les juro que siempre me pasa eso.

Despertar, salir de otro sueño, otro de los efectos secundarios de un fin de semana de mucho trabajo. Las piernas me dolían, me costaba trabajo el levantarme de la cama, pero, en pocos minutos tendría clases... así que... así que ¿qué?. Ya estaba dormido.

-¿Y como te inspiraste? Salió en la ventana de messenger de Ponxo.
-Pues, te diré la verdad, son sueños, y en algunos casos, algo parecido a Déjà Vus. Me pasa muy seguido así que aproveché a escribirlos, pero ahora que me decidí desaparecieron.
-Así me pasa, igual yo los tengo.
-¿Será como ver el futuro?

Otro sueño, borroso, sin forma, bizarro, amorfo, intentar levantarme, la alarma, una bestia llamada sueño.

Estaba sentado en la cama, viendo al despertador. Ya era tarde, no iba a llegar. Quedarme acostado, seguir dormido, grandes incógnitas. El despertador suena. El despertador no suena, yo lo puse, estoy seguro.

Ahí estoy de nuevo, mi tortuga en la pecera, la cama de mi hermano vacía. Demasiados detalles, la luz por la ventana, un camión pasando por la calle. El reloj apunta algo anterior a las ocho y media. No me salvé, o me salvé, no lo sé, sólo sé que ya estoy retrasado a mi clase. Si sueñas, no vives, y si vives, ¿para qué soñar?

El día transcurrió lentamente, el sueño atrasado y un amanecer oscuro no son buena combinación, el ambiente soñoliento reinaba. ¡Hi boys! La clase de inglés dió comienzo. El reloj transcurría con toda la calma posible, las horas se arrastraban, ignorando el elevador, tomando las escaleras, tomándose su tiempo. Un intento fallido de ir al cine, un frappé bien frío. Las horas seguían transcurriendo sin prisa.
-En la tarde hay que ir a ver a tu tía.
-Claro.
Subí a mi cuarto, prendí la computadora, vi la cama, me sedujo, dormía de nuevo.
-¿Que es eso de Déjà Vu?
Mi papá agarro una almohada que yacía en el sofá. Se sentó.
-Esta almohada está deliciosa.
-¡Mario, baja, ya vinieron por ti! Gritó mi mamá.
¿La realidad u otro sueño? ¿ Un Déjà Vu?
Un sueño, de nuevo. Estaba frente al televisor, el partido de hockey femenil tenía poco de emocionante. Los comentariastas eran como una canción de cuna, sumándole mi incómoda posición, se convirtieron en somnífero.
-Ya son las cinco, vamos a ver a tu tía.
-Ahorita bajo.

-¿Como estás? ¿Como te fue?
Mi tía se encontraba en un sofa, para dos personas. A su lado una almohada.-Sientate aquí Ray. Dijo mi tía dirigiendose a mi papá.
-No te voy a incomodar.
-No, para nada, es individual. Se sentó a su lado colocando la almohada entre sus piernas. La plática prosiguio, mi tía tenía tanto que contarnos. Mi papá por su parte escuchando, abrazaba y acariciaba la almohada.
-Esta almohada es comodísima, me recuerda a una...
- El forro que tiene es en realidad de color beige. Son forradas, son almohadas gringas. Las compre hace siglos en uno de mis viajes a....
En mi mente me encontré, con la escena en pausa.
-(¿Les diré?)
-(¿Sería lo correcto proseguir con esto como si fueran diálogos?) Lo tenía en la lengua. Escogí cambiar ese futuro creado por mi mente, ser original, cambiar las cosas.
-(Les juro que esto ya lo he vivido) Me dije para mis adentros...

¿Verdad que quiero soñar o mentira la que quiero vivir?

domingo, 5 de octubre de 2008

"Del otro lado"

"Del otro lado"


Un chirrido mortal, la lluvia, truenos y relámpagos, una noche de sombras, arboles, un grito de alerta.
La lluvia fue o era como una caricia, ella no lo sabía simplemente la sentía. Ella sabia que existía pero no sabia ni como ni porque. Simplemente estaba ahí. El suelo era cómodo, como su cama, como su almohada. Era dulce recordar lo acogedor de su alcoba, los truenos, siempre presentes interrumpían su placentera estadía en el suelo. Pronto se vio rodeada de la incertidumbre y se vio forzada a levantarse por una fuerza interior que le devolvía la vida. La pequeña Daniela se encontró pronto sola en el bosque, la humedad se comenzaba a elevar entre las ramas de los viejos pinos. Los aromas de un bosque nuevo salían de las pequeñas plantas que decoraban el suelo. Pero ahí seguía, aunque el paisaje fuera hermoso, la niña se encontraba sola, sola en un lugar desconocido, sin saber que hacer ni a donde ir comenzó su recorrido. La noche era joven, la luna apenas comenzaba su viaje que la pequeña disfrutaba contemplando su belleza blanca, su paz, su armonía con el entorno. Entre rama y rama ella le sonreía al espectro nocturno, y este le devolvía energía para continuar iluminando su camino con el reflejo de un distante sol dormido.
Lechuzas y grillos conformaban una orquesta sin director, un ritmo único, del todo natural, con un público de árboles e imponentes pinos. La inocencia se fue, se marcho y no dejo rastro, solo trajo miedo, temor, suspenso, una desconfianza total; su sangre se congelaba con el frío nocturno mientras su corazón luchaba por hervir la sangre. Un latido tras otro, un eterno sonar de tambores, con altibajos causados por sombras, de ramas, de animales, ruidos, cantos, trampas de la noche misma. La histeria total. Fueron metros, quizá kilómetros, una larga distancia eso si, guiada por la luna ahora lejana en la cima del mundo, escoltada por viejos robles y manzanos, y pequeños testigos que observaban a la niña correr desenfrenadamente a su perdición. Las ramas atraparon el cuerpo de esa alma solitaria, la llevaron a la locura, una desquiciante histeria, creando un desbordante océano de pensamientos que acabaron por lanzarla a una calma total.
Pequeños universos daban lugar a millones de estrellas, estrellas como granos de arena en las dunas de un desierto, todos en un solo pensamiento, una mente perdida que se encuentra con la luz al final del túnel. Aun no es momento, el alma regresa.
Daniela, si ahí estaba. Tendida ante un enorme portón de madera, tallada de un árbol milenario, de una belleza incomparable. Un decorado de oro la iluminaba, un oro oxidado por los años mostraba el antiguo esplendor de una época dorada. Era un viejo edificio cubierto por los años de abandono. Pequeños arboles habían crecido de agujeros de las paredes y gran cantidad de maleza cubría las tejas de algunos techos. Lo que se veía a simple vista era una imponente fortaleza. Las ramas amortiguaron el golpe contra la puerta, pero fue tal la fuerza que esta se abrió para darle paso a la muchacha. El frío mármol adornaba el suelo de una enorme habitación. Varios minutos pasaron, eternos, infinitos o incontables no se sabe solo es una medida. En este momento su mente estaba en todos lados a la vez, de nuevo el túnel ahora con esa luz aun más cercana, un calor acogedor pero a la vez quemante, la atraía y la ahuyentaba. Allí yacía tirada de nuevo ahora con un terrible dolor de cabeza. Su vestido estaba destrozado, tenía entre los bonitos decorados manchas de lodo que ocultaba los colores. Se levantó y se acomodó el cabello intentando recordar donde se encontraba. Estaba perdida eso era obvio. No era la primera vez, ya lo había estado antes.
Una luz. Gritos. Un llanto constante de una madre en pena.
El dolor de cabeza la había cegado pero poco a poco fue recobrando la vista. La habitación se encontraba perfectamente iluminada. Cuadros adornaban las paredes, estantes repletos de libros, viejas armaduras, cabezas de animales, osos, tigres, cebras y toda clase de animales imaginables, bellos candelabros iluminaban coloridamente el techo, una enorme chimenea con un insaciable fuego iluminaba una pequeña sala y algunos enormes vitrales con santos de la antigüedad vigilaban con caras atormentadas a la muchacha. Un fuerte ruido la despertó. La puerta se encontraba cerrada. Al encontrarse mojada y descalza la habitación se torno más fría y le ganó la tentación de acercarse a la chimenea. Un rato basto para calentar su cuerpo más no su espíritu. Ahora en su interior pasaba de la locura temporal a la curiosidad. ¿Que hacia en medio de la nada un enorme castillo con una chimenea encendida y un dulce café esperándola en una mesa? ¿Café? De nuevo despertó de su momentánea meditación, ahora aumentaba esa naciente curiosidad. ¿Era esto real? ¿Sería todo esto un sueño? Daniela se propuso en ese momento a responder tantas preguntas. -Romper el hielo... Sí, si eso hare.
-¡¡¡HAY ALGUIEN!!!- Grito esperando una respuesta. Nada. Solo el fuego. Devorando unos cuantos troncos recién talados.
-¡Salgan! No les hare nada- No tenia caso volver a intentarlo, no era una muchacha tonta, sabia que algo estaba sucediendo, bien sabia que no debía asustarse.
Con su taza en mano decidió echarle un vistazo al lugar. La curiosidad la consumía, lentamente era devorada por la necesidad, nació en ella la pasión por saber más. La habitación era monumental, partida por la mitad por una escalera. No fue difícil la decisión, la joven comenzó a subir las escaleras sosteniéndose en un barandal de madera que la decoraba, caminando sobre una bella y suave alfombra roja que la guiaba en su caminar. La juventud la llevo a subir con agilidad una infinidad de escalones para llevarla a un largo pasillo, con figuras que decoraban las paredes, pequeñas linternas, mesitas con figurillas de animalitos con pequeñas linternas, sillas de madera y algunos sillones conformaban la escenografía de un largo pasillo repleto de puertas, sientas de miles de puertas, todas iguales sin el más mínimo detalle. Regreso, más bien ahí seguía, esa curiosidad por saber más la cual la forzó a ir a la puerta más cercana. Fue corriendo a la primera puerta de la derecha pero algo la detuvo, en el momento en que iba a tocar la manija. Este era un sentimiento nuevo o viejo tal vez. ¿Miedo sería? ¿O una curiosidad al extremo? Esta puerta al verla de cerca era distinta, un poco por encima de su cabeza, de un color dorado brillante se encontraba colgando un número "1".
Un trueno, relámpagos, un choque de luz.
Su mano acababa de girar la perilla dejando a la puerta abrirse lentamente. La habitación estaba bien iluminada, un fuerte rayo de sol entraba por los ventanales, una ligera cortina de seda inútilmente oponía resistencia al paso de este. Había gente.
-Al fin....- Su boca dio un movimiento inútil pues las palabras se rehusaron a salir. El único sonido provenía de una mecedora donde una señora de rasgos finos tejía tarareando una canción de antaño. A su lado una niñita peinaba a su muñeca. Daniela se fijo en la extraña habitación, en sus ocupantes, en cuadros borrosos cuyos ocupantes no distinguía.
-Mamí- Dijo la pequeña. -¿Cuando va a llegar papí?-
Daniela fijo su vista en la pequeña, su mente comenzó a dar vueltas sin parar, era eso posible. Sin pensarlo comenzó a caminar hacia atrás, arrastrando los pies, aumentando la velocidad hasta caer. En ese momento la niña volteo. Una mirada perdida, inocencia pura, años de inexperiencia sobre la vida misma desataron de nuevo en la muchacha esa histeria pasada, esa curiosidad transformada en temor. Rápidamente se levanto y hecho a correr hacia la puerta cerrándola de un asoton a su paso. Tardo en recuperar la respiración y poner en orden sus ideas, el tiempo le había regalado un don, el don de la razón la cual comenzó a usar con prontitud. Decidió salir de esa pesadilla, regresar por el pasillo, bajar las escaleras, atravesar el gran salón y abrir el portón de madera. Volteó sin pensarlo dos veces dispuesta a regresar, cuando se percato de algo. Frente a ella seguía el pasillo. No era posible. Volteó sin respirar, para ver que lo único que había era un largo pasillo lleno de mesitas, sillas, sillones, cuadros, armaduras e incontable número de puertas. El lugar era el mismo, con la diferencia de la inexistencia de las escaleras. Viro para encontrarse de nuevo con la puerta. Un nuevo número colgaba de ella "2". Era extraño, ella había cruzado la puerta con el número uno, y al salir de la habitación se encontraba frente al dos. Su mente era traicionera, sería verdad lo que había visto en esa habitación, o sería parte de esta nueva realidad. El temor que le causaba entrar evito que regresara, así que opto por proseguir, continuar, avanzar, dejar los problemas atrás y seguir con su eterno caminar. Era una opción claro o tal vez su única opción. En su interior tenía el presentimiento de que el tiempo era poco y que pronto llegaría a su fin. Así, que decidida, prosiguió. Caminó y caminó, viendo las pequeñas mesas con gatitos de cerámica, caballos de madera, viejos ceniceros, cuadros borrosos, elefantes de piedras preciosas, hasta detenerse en algo que rompía con lo monótono del pasillo, una ventana. Primero casi como alguien que encuentra una respuesta al dilema universal, se lanzó sobre ella para intentarla abrir. El forcejeó fue momentáneo, pronto comprendió que sería imposible abrirla. Prefirió entonces ver por ella. La suave y delicada lluvia se convirtió en una pasional tormenta, un duelo de luces y sonidos, rayos y relámpagos, una batalla de dioses. La luna se había perdido en este despertar de nuevas emociones, nuevos sentimientos, yacía oculta, reprimida por nuevas sensaciones, como parte de un pasado incierto. La pequeña Daniela había desaparecido para dejar a su paso a una mayor, consiente y racional, apegada por su deseo a vivir se despegó de la ventana para proseguir. La primera puerta de la izquierda tenia un pequeño número "3". Tomando en cuenta su error anterior decidió correr para encontrar el siguiente número y así seguir hasta llegar al final. No fue mucho lo que tuvo que correr para encontrar el siguiente. De nuevo colgado en la puerta, había un pequeño número tres. No era lógico se apresuro a pensar la joven. Regresó sobre su paso corriendo. Tres cuatro puertas, cinco, seis y nada, no había ningún número. Se detuvo, tomó aire y volteó de nuevo. A su izquierda seguía la puerta con el número tres, el mismo sillón y la misma mesita con un pequeño elefante de jade. No había avanzado, ni avanzaría. Comprendió que se veía obligada a abrir esa puerta. Esa necesidad interior, pasada ya por los años, seguía ahí, renacía por la necesidad de saber más, la necesidad del complemento, la necesidad del conocer, la necesidad de girar la perilla y ver que hay mas haya.
La puerta se abrió lentamente para dejar a la vista la misma habitación. El susto la dejó paralizada. Fue muy lenta su reacción, la puerta se cerró al instante. Una rápida mirada le bastó para contemplar los cambios. Era de noche, la luna siempre testigo de lo sucedido llevaba poco de haber comenzado su viaje pues observaba desde la ventana. La mecedora se encontraba inmóvil en una esquina de la habitación. Un viejo librero adornaba la pared entre dos ventanas abiertas, ambas con cortinas de colores verdes y dorados. La habitación se había transformado de un cuarto a un bonito estudio con una chimenea y un gran sofá. En este se encontraba un señor a la sombra fumando un puro.
-Que quieres pequeña- Dijo con una voz grave por los años de fumar pero suave a la vez de un padre bondadoso a su hija.
-Saludarte-
-Ya me habías saludado. Es hora de dormir, mañana tienes clases-
-No quiero ir, quiero estar contigo-
-No te preocupes, estaré todo el día contigo cuando vuelvas- Esas palabras iban dirigidas a ella, pero la voz de la niñita no provenía de su boca, en ese momento como si fuera un fantasma, un ser la atravesó, la pequeña se acercó a su padre y lo abrazó.
-Te quiero mucho papí-
-Y yo a ti mi hijita-
La voz se hizo cenizas, el sonido del fuego se detuvo, esos seres se quedaron inmóviles en una eterna escena conmovedora. Un segundo de eternidad. El reloj dio las diez, la pequeña soltó a su padre.
-Tengo sueño-
-Ve a tu cuarto, en un momento estaré contigo- La niñita se alejó de su padre, abrió la puerta y se hecho a correr. Daniela opto por seguirla, empujo la puerta y salió de regreso al pasillo. La puerta se cerró. No estaba asustada simplemente sabía que así tenía que ser. La razón le permitía ahora concentrarse más, no actuar por instinto si no de manera preparada, meditando cada acto, sabiendo lo que hacía y hacia donde se dirigía. Se encontraba de nuevo en el pasillo, ahora de la puerta colgaba el número "4".¿Que tan largo iría a ser este proceso? Eso no lo sabía, pero rápidamente se dispuso a no esperar a que las puertas tuvieran un número, así que abrió la puerta de enfrente. No hubo ninguna sensación, ningún parar del tiempo, ni nada, simplemente se encontró parada frente a una pared, igual pintada que el demás pasillo. No la cerró simplemente abrió la siguiente puerta, en esta ocasión había un pequeño cuartito, con algunas escobas y cubetas, además de algunos artículos de limpieza. La cerró y se lanzó a la siguiente, dos puertas, tres puertas, y nada simplemente paredes, simplemente ilusiones y fracasos que no llevarían a nada. El cansancio y la desilusión la llevaron a sentarse en un sillón. Contemplo a ambos lados para ver la cantidad de puertas que había abierto. Frente a ella se encontraba otra ventana. La tormenta había pasado, pero había causado algunos estragos, pero el agua, la vida que ella contiene, había alimentado al bosque, que poco a poco se recuperaba. Más haya de la cima de los arboles se encontraba la luna, cercana a llegar a la mitad de su recorrido seguía vigilante, observaba ahora que la juventud se iba, se alejaba poco a poco del cuerpo de Daniela, la juventud se iba y daba paso a la experiencia al conocimiento y a una pisca de sabiduría.
Una alarma empezó a sonar regresando a Daniela al lugar en que se encontraba, dormida o despierta, todo daba igual, se apresuro a la mesita que se encontraba debajo de la ventana dispuesta a llegar y apagar la alarma. El silencio retorno. Tranquilidad. Con el tiempo ahora distante para molestar, Daniela se dispuso a terminar con esto. La primera puerta a su derecha, la única que no había abierto de ese lado tenía colgado el número "5". Sin dudarlo y sabiendo que nada malo le pasaría la abrió. Sorprendida de lo que vio, dio un paso adelante cerrando la puerta. Era un nuevo pasillo, la misma alfombra roja, el mismo estilo de decorado, con la única diferencia en la iluminación. En lugar del techo de mármol, había un bello encristalado en forma de cúpula que mostraba un cielo iluminado por estrellas y por la luna, que ahora se hallaba a mitad de su viaje. Era algo raro, al entrar en el castillo, la luna se hallaba en ese punto, tal vez una infinidad de tiempo había pasado, o simplemente era parte de la magia de ese lugar.
Ahora había un número "10".
-Un cambio. Eso es bueno. Pronto llegare. Llegar a donde se dijo para sus adentros.
Comenzó a recorrer, esperando otra puerta con un numerito plateado. Ahí estaba a tan solo tres puertas el pequeño y brillante "11". Abrió la puerta asustando al mismo miedo y sin titubear. Ya no era ni el pequeño cuarto ni el estudio ahora se encontraba con un comedor al frente. Tres personas se encontraban ahí presentes, disfrutando de sus alimentos. Una deliciosa pasta cubierta por una salsa verde, con un acompañante de cerdo. La señora se levantó abrió una puerta a su izquierda y salió del comedor. Daniela tomo asiento y se puso a contemplar esperando qeu algo pasara. Ahora se daba cuenta que el antiguo temor era por la familiaridad de las escenas que se le presentaban, pero aun no sabia de que trataban estas. La madre regresó con una enorme jarra de agua. El señor ni se inmutó al ver el trabajo con el que ella lo llevaba. La asentó en la mesa y sin pronunciar palabras continuo comiendo. La pequeña niña se paro en su asiento, cogió la jarra dispuesta a servirse, al sujetarla le ganó el peso derramándola mojando a sus padres.
-Mira lo que has hecho- Grito la madre.
-Perdón mamí no lo hice- Una voz cortada salió de la boca de la niñita.
-No me vengas con peros. Cuantas veces te he dicho que no te pares en tu silla para coger la jarra-
-Perdón-
-Nada de perdón, vas a estar castigada-
-Fue un accidente- intervino el padre. La escena se torno tensa. El tiempo se detuvo. Una brisa fría entro por las ventanas. La puerta de la cocina se abrió lentamente. Dejando pasar a un ser blanco, de ropas relucientes de blancura, sin rostro alguno, se acercó a la mesa y tomo asiento. Daniela no contuvo su miedo, intento levantarse pero la silla la tenia presa, intento gritar, de nuevo ningún sonido provino de su ser, estaba atrapada, en presencia de ese ser, que tenia la mirada sin rostro fija en ella.
-¿Que te pasa Daniela? Que acaso no estas a gusto en mi morada- Daniela sabía que en este momento si podría contestar, pero no tenía el valor, su travesía por el palacio había sido hasta este momento tranquila. Ahora recuperaba ese temor que la persiguió por el bosque. Una fuerza interior le dijo que ese era el momento. Empujando la silla hacia atrás logro librarse del embrujo, arrastrándose primero hasta recobrarse, levantarse y correr hacia la puerta. La cerró a sus espaldas. Alguien toco la puerta. Ella sabia quien era, primero muerta a soltar la perilla. Se escucho de nuevo a ese ser tocando la puerta pero esta vez acompañada por un susurró.
-Ya casi es hora, regresa Dani, regresa- Eso fue suficiente para que soltara la puerta, dejando atrás la número once, correr, abriendo la primera puerta con la que se topara, de nuevo solamente la cerro.
De nuevo se encontró en el pasillo poco iluminado con el número "6" colgando arriba de ella. Un número más un número menos, ahora sabia que algo la seguía. Proseguir era la respuesta obvia pero antes asegurarse de que esa creatura sin rostro no la siguiera. Se acercó a la mesita más cercana pensando en moverla y detener el paso de la creatura. A un lado de una linterna se encontraba un pequeño objeto brillante, una pequeña llave. Eso era algo nuevo, no creyó en la casualidad la agarro y continuó su camino olvidando por un instante en la creatura. Rápido encontró lo que buscaba. La puerta número "7". No tardo, ni pensó, ni medito, simplemente su mano ya estaba sobre la perilla.
Un choque, dos choques, una luz, gritos, truenos, la lluvia acariciando un cuerpo.
La puerta estaba abierta. Dio un paso al frente dejando la puerta abierta, en ella ahora colgaba un reluciente número "8". La habitación estaba a oscuras. Iluminada tan solo por la luz de una computadora. Un muchacho se encontraba sentado frente a ella cuando se percató de la presencia del extraño.
-Ya era hora de que llegaras.
-¿Cómo?- Dijo ella perpleja.
-Te esperaba hace tiempo. Ya es muy tarde, en unas horas amanecerá-
-Estaba perdida-
-¿Perdida dices? ¿Esta perdido el que sabe que hacer y a donde ir? Yo no creo que estés perdida-
-¿Como sabes todo eso?-
-No lo sé. Yo te pregunto ¿como llegaste hasta aquí?-
-Cruzando una puerta-
-Ya vez si sabes que es lo que tienes que hacer-
-Pero... -Titubeo, sabía que ese muchacho tenía razón. -Tengo miedo-
-¿Miedo a continuar?-
-Sí-
-A eso nunca hay que temerle, vamos, debes de continuar-
-¿Si debo continuar, porqué me esperabas?-
-Tenía que verte antes de terminar, por cierto gracias por venir. Ahora que ya sabes lo que tienes que hacer debes irte, ya casi es hora. Yo igual debo terminar-

No fue fácil salir, la habitación tenía un aire de comodidad, pero ya era tarde, no era el momento de descansar, pronto llegaría pero por ahora lo primordial era terminar lo que había iniciado. Cerró de nuevo la puerta. Se encontró de nuevo en el pasillo iluminado por el encristalado. La luna ya no se podía ver, el cielo se encontraba perfectamente iluminado por miles de estrellas. a su izquierda vio 7 puertas, todas con un numerito brillante que ella ya conocía. Al fondo las escaleras llevaban al portón de madera, abierto dejando entrar el agua de la tormenta. Ella sabia que ese no era el camino, el camino se encontraba a su derecha, a unos cuantos pasos de ella se encontraba la última de las puertas con el número "9".
La puerta ya estaba abierta, solamente fue cuestión de empujarla. La siguiente no era una habitación era el inicio de una escalera de caracol. El tiempo transcurrido había deteriorado a Daniela, ahora ya, una mujer adulta, que al ver la infinidad de escaleras suspiro, respiro profundo y tomando toda su fuerza interior comenzó a subir las escaleras. Subir y subir, escalón tras escalón, un eterno subir. Pronto ya no pudo más, la chispa de vida se agotaba, la edad la alcanzó y pronto la rebasó. El tiempo tomo venganza, ahora se arrastraba por los escalones. Uno tras otro, poca era la fuerza que quedaba en ella. Hasta que. La vio, era una luz, la misma luz que la había motivado..
Un choque, dos choques.. No truenos, no lluvia.. Otro choque. Un lamento. La luz.
De nuevo tenia fuerzas, de nuevo tenía vida, había perdido la razón del tiempo y de la vida, de nuevo era una niña. Su mano estaba aferrada a la perilla. Con fuerza la giro. Nada. Le dio para un lado y para el otro. Nada. Comenzó a llorar. Tanto para nada. Comenzó a sollozar. Se acordó de la pequeña llave. Una sonrisa se dibujo entre las lágrimas. Saco la llave y la metió en la perilla. La puerta se abrió.
Una rica brisa acarició su rostro.
-Pasa por favor- El ser blanco la estaba observando desde un balcón. Esta es la torre más alta de mi castillo. Necesito que veas algo.
Era hora de enfrentar a su miedo, su miedo a perder lo más preciado, la vida. Recorrió la Habitación, una clase de observatorio circular, rodeado de ventanales y una enorme cúpula que dejaba caer un hermoso candelabro. Daniela recorrió la habitación de manera decidida, lista para enfrentar al destino, lista para lo que sea, en parte con la ingenuidad de un niño en parte con la madurez de un adulto. Se acercó. Contemplándolo frente a frente. No tenía rostro, no tenía facción alguna, simplemente era una forma humana, cabeza, brazos y piernas, cubierto por una capa blanca con capucha.
-Estoy lista-
-Lo se-
A sus pies pudo observar el bosque y a lo lejos una carretera. La luna se había ido, su eterno vigía se había marchado, el amanecer estaba próximo.

Había dormido un par de horas en el asiento trasero de la camioneta. Algo la había despertado, un ruido molesto, unas voces conocidas, el pasar de los coches, las luces del camino.
-¿Mamí que sucede?- Dijo con una voz del que aun esta dormido.
-No pasa nada hijita, vuélvete a dormir- Contestó su padre con una voz tranquilizadora.
-Como que no pasa nada, no le quieres decir la verdad, entonces yo se la diré- Le reclamó su madre en un tono cortado.
-Deja que se duerma, no quiero seguir discutiendo-
-Si no es ahora, entonces cuando. Nunca estás, si dices que la quieres tanto porque nunca estas con nosotros-
-Tengo mucho trabajo. Estoy muy ocupado, si no fuera por mi, otra sería la situación-
-Eso no es pretexto para que me engañes con otra-
-No vuelvas a empezar con eso, ya te dije que fue lo que paso-
-¿Que fue lo que paso? Quieres que me crea lo que dijiste, di la verdad, o igual, le mentiras a tu hija-
-Suficiente, no tengo que rendirte cuentas-
Su padre comenzó a acelerar. El sonido de los coches que pasaban era estruendoroso.
-¿Que pasa papí? ¿Porque llora mamí?-
Un silencio total, solo interrumpido por el pasar de otro coche a alta velocidad.
-No pasa nada Dani, duérmete ya- Con la mano temblorosa, encendió la estéreo metiendo un cd.

"Once upon a time, there was a tavern
Where we used to raise a glass or two."

-Pones la música como si nada pasara...- Dijo su madre elevando su tono.

"Remember how we laughed away the hours,
Think of all the great things we would do?"

Movió su mano para apagarla, pero su padre la puso antes y le subió el volumen. Una luz se vio a lo lejos. Comenzó a llover.

"Those were the days, my friend!
We thought they'd never end.
We'd sing and dance forever and a day."

-Me vas a ignorar como si nada- Dijo totalmente desconcertada su madre, como si no entendiera lo que hacía su esposo.
-¿Que quieres que haga? ¿Que me detenga?-

"We'd live the life we'd choose.
We'd fight and never lose.
Those were the days, oh yes those were the days!"

El coche empezó a frenar pero estos no respondieron, el suelo se encontraba empapado, el coche giró. Una luz deslumbrante, un chirrido mortal, la lluvia, truenos y relámpagos, una noche de sombras, arboles, un grito de alerta.

-Estoy lista.
-Lo sé.

Una rica brisa, con olor a pinos, con olor a vida, acarició su rostro, cerrando la puerta.
-1,2,3. Un choque, la sirena, paramédicos corriendo.
-1,2,3. Un trueno, relámpagos, un choque de luz.
-1,2,3,¿Respira? Se escucho como un suspiro.
Por Mario Ovies Gage