domingo, 19 de abril de 2009

"Lago de lágrimas"

"Lago de lágrimas"

Su pelaje relucía a la luz de la luna, el sonido de su trote se ahogaba al pisar las aguas, pringando todo a su paso. Su rumbo era confuso, sin sentido aparente, aunque la noche fuese clara, sin nubes, iluminada por la luna y las estrellas. Un enorme corcel negro, de imponente imagen, brillante pelaje, tenía prisa, aunque no supiese con certeza a donde se dirigía. Las estrellas adornaban el firmamento y la luna, en la parte más alta de este, iluminaba un punto en especial. Una niña se encontraba ahí, sentada sobre una roca en medio de ningún lugar. Abrazaba sus piernas fuertemente, ocultando su rostro cubierto de lágrimas tras de ellas. El corcel se dirigía en aquella dirección, al escuchar tal llanto no dudo en acudir a consolar a la pequeña.

La pequeña lloraba y una a una sus lágrimas caían y formaban el lago en el que sus pies se remojaban. Al escuchar el ruido ahogado que producía el trote del corcel, la pequeña levanto la mirada para ver de qué se trataba. El caballo aminoro la marcha, sin levantar los pasos para no mojar a la pequeña. Cuando quedó junto a ella, la observó detenidamente, sin producir ruido alguno, sin siquiera respirar. La mirada de ambos seres se encontró, la perfección del corcel, su mirada profunda, su pelaje brillante con los ojos rojos de la pequeña, con el rostro humedecido por el llanto, con el cabello enmarañado. La pequeña dejó por un momento de sollozar, reinó un silencio total. El negro corcel quedo conmovido ante tal imagen, de sus ojos nació una sola lágrima, cruzó su rostro y cayó. El corcel relincho tristemente, la gota tocó la superficie del agua sin salpicar. La superficie del lago se mantuvo igual, la pequeña se encontraba nuevamente sola, sollozando en medio de ningún lugar con la mirada fijada donde antes había estado el corcel. Todo regreso a su cauce original, las diminutas lágrimas comenzaron a fluir alimentando al lago a sus pies. Al percatarse de tal soledad, la pequeña volvió a esconder su rostro tras sus piernas para poder continuar con su llanto, llanto ocasionado por alguna razón, razón cuya existencia era meramente inexplicable.

A lo lejos, ante tal llanto, una creatura de pureza innata se sintió atraída al lugar, llamado a acudir ante la pequeña, la figura de un cisne se fue aproximando al lugar. La noche seguía su ritmo, mientras el cisne se acercaba. La luna y las estrellas observaban el suceso, el lago de lágrimas rodeaba a la pequeña, que ya no se encontraba en soledad, el ave la hacía compañía. La pequeña dejó su llanto atrás ante la presencia del recién llegado, su plumaje comenzó a brillas al pasar sobre el rayo de luna que iluminaba a la pequeña. Ella no pudo continuar con su llanto ante la presencia de tal creatura, su belleza la tenía impresionada. El cisne levantó la mirada para quedar a la par de la de ella que le miraba fijamente. La niña extendió su mano para acariciar el rostro del cisne. Una lágrima apareció antes de que la pequeña alcanzara tocarlo. La lágrima se deslizo hasta caer en el lago, lo ocurrido anteriormente se repitió, la pequeña se encontraba sola en medio de ningún lugar, rodeada por un lago de lágrimas y vigilada desde lo alto por la luna y las estrellas. Otra vez estaba sola, de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, brotaban sin parar cayendo como ríos que desembocan en el lago. La pequeña regresó a su posición, abrazo con fuerza sus piernas ocultando el rostro tras de ellas.

Una sombra paso sobre de ella cubriéndola por un momento del rayo lunar. Se escuchó un aleteo y por ultimo un chapuzón. La pequeña alzo la mirada para ver lo que ocurría. Lo que vio la dejo perpleja, deteniendo su llanto de golpe. Una lluvia de pequeños objetos caía del cielo. La pequeña alzó la cabeza para verlo mejor, uno de estos caía lentamente cerca de ella, era blanco y brillante, similar a un copo de nieve. Extendió la mano y lo tomó entre sus dedos, era una pluma y lo que caía del cielo eran cientos de estas.

A lo lejos la sombra de un cisne se aproximaba nuevamente dejando una vereda sobre el lago recién cubierto de plumas. Mientras más se acercaba esta sombra, más velocidad adquiría. Del cielo dejaron de llover las plumas, la pequeña detuvo su llanto limpiándose las lágrimas del rostro. La figura fue cambiando, y el silencio se rompió cuando se comenzaron a escuchar los cascos de un caballo que se aproximaba. La forma del cisne se había transformado en la de un jinete y su caballo en la distancia. Este venía a toda velocidad, los cascos resonaban fuertemente como si estos golpearan suelo firme. La imagen se fue volviendo más clara dejando ver a un joven apuesto montado en un blanco corcel. El jinete aminoro la marcha hasta detenerse, quedando a unos cuantos pasos de la pequeña. EL jinete desmontó y camino en la  dirección en que se encontraba la pequeña. Esta no podía dejar de verlo, no le importaba que caminara sobre una capa de plumas o sobre el agua, o el extraño brillo del corcel. Lo que la mantenía callada era la belleza del joven, de nuevo se limpio la cara y se intentó arreglar el cabello. El muchacho, al quedar junto a ella, le tendió la mano para que esta la tomara. La pequeña se la dio, una sonrisa se dibujo en su rostro. Con ayuda del muchacho se levantó, dejando su niñez tendida en la roca. Sus dedos de los pies sintieron las frías lágrimas que la rodeaban, ahora se encontraba a la altura del joven. Sus miradas se entrelazaron, fueron silenciosos, un beso rápido, suave y delicado. Sus labios se separaron sin más, el joven se dio la vuelta en dirección contraria sin soltar la mano de la muchacha, sin embargo la muchacha se mantuvo en su lugar sin moverse. Dudo de momento el poder seguir sus pasos, ella no podría seguir su camino, ella no podría caminar sobre esa superficie de plumas, ella se hundiría y perecería en el intento. Ella no era como ese joven, ella estaba condenada a vivir la eternidad en esa roca, a estar rodeada de ese lago de lagrimas en medio de ningún lugar, iluminada por un rayo de luna y cientos de estrellas. Ella no era como el.

La muchacha volteó a ver donde antes se encontraba, aquella roca donde antes se había hallado sentada era demasiado pequeña, ella ya no entraría allí. Esa nueva figura que yacía bajo de ella no se lo permitiría, una nueva figura de contornos, una cintura bien formada, piernas largas y delgadas y unos senos antes ausentes. Se llevó la mano al rostro para cerciorarse de que esa extraña fuese ella, la forma de sus labios y de su nariz eran similares, ahora eran más refinados, su rostro era ahora de apariencia delicada. Se sintió perdida ya que la pequeña que antes era había desaparecido, su rostro cambio, se contorsiono regresando  a esa desesperación pasada, las lágrimas comenzaron a brotar. Sintió un jalón en su mano, era el joven, que la invitaba a ir con el. Pero ella no podía, su destino era quedarse ahí en medio de ningún lugar encima de una pequeña roca rodeada de un lago de lágrimas, como el de aquel joven era marcharse en su corcel recorriendo un camino lagrimas cubierto por plumas de cisne.

El joven no dejó de insistir, la jalaba constantemente para que se moviera aunque esta no respondiera. La muchacha bajo la cabeza, dándose por vencida, ella se quedaría ahí mirando fijamente la fina cubierta de plumas por la eternidad. El joven se le acercó y con la mano libre le levanto el rostro, se miraron fijamente y este la beso. Al separarse el muchacho se dio la vuelta en dirección a su corcel, en esta ocasión la muchacha lo siguió, pisando con recelo la capa de plumas con un enorme de temor de hundirse. No hubo paso atrás, el avance fue definitivo, la joven tomo fuerzas y perdió el temor con la confianza que le transmitía el muchacho. Este tomó a la joven por la cintura y la subió al caballo, luego este monto y tomando las riendas partió.

La imagen del corcel y su jinete se fue haciendo pequeña mientras se alejaban, la imagen se fue distorsionando hasta formar una imagen desconocida, de igual manera el sonido de los cascos fue disminuyendo hasta transformarse en un sonido distinto, en un sonido similar a un aleteo. La deforme figura se separó, formando la de dos aves que toman vuelo, la imagen de dos cisnes comenzó a elevarse a lo lejos haciéndose chica hasta desaparecer en el horizonte. El eco del aleteo se unió  al de los casos y al del ya lejano llanto, las estrellas danzaron y la luna observó como llovían plumas sobre un lago de lágrimas en cuyo centro, en medio de ningún lugar, una pequeña lloraba sobre una piedra en espera del príncipe que la rescatara.


Mario Ovies Gage

jueves, 16 de abril de 2009

"De camino a casa"


“De camino a casa”

El camino era arduo, largo, complicado. Regresar al hogar después de un largo recorrido siempre es difícil. Los pasos caminados, los lugares recorridos, los días que habían pasado y las noches que se habían sufrido. La dificultad del camino dependía siempre de la forma en que se tomase. La ruta de las montañas con vista al mar había sido mi elección, un recorrido de subidas y bajadas, de grandes caídas, de peligrosos caminos pero a la vez de bellos paisajes y una perfecta vista al mar, sin olvidar su olor y el canto de las gaviotas. Era caluroso y un tanto peligroso, pero que camino no lo era, que camino no requería de una cierta habilidad, un ligero conocimiento. Que ruta era fácil de tomar o cual estaba exenta de problemas, de un agobiante calor o de un frío extremo, asaltantes y bandidos, tormentas e inundaciones. Todo camino enseña sus secretos, nos hace fuertes de alguna manera, nos hace resistentes a la vida y hábiles para saberlas llevar.

Ningún camino es fácil de llevar, ningún camino es perfecto. Todos tienen su bache, sus obstáculos, sus partes feas. Pero al igual que todos esos contratiempos y malos ratos de igual manera esta su vista al mar, su canto de gaviotas, su brisa marina. Tanto esas partes bellas como esas partes malas todas son parte de ese mismo recorrido, ese viaje a casa en el cual se aprende a llevarlas, a vivir con ellas, para un día ser los guías de ese camino, enseñarle a los demás lo aprendido, mencionar sobre la brisa y donde suelen estar los bandidos y los molestos baches. Aprender a vivir la vida.

En estos momentos mi caminar podrá ser difícil, momento de escalar la montaña, cruzar riscos peligrosos, evitar rocas resbalosas o escalar cumbres empinadas. Todo esto para llegar a la cima, ver el mar, ver el cielo y mi hogar a lo lejos. Este es solo el camino que debo tomar ahora, pero habrán más viajes, más caminos por recorrer. La vida esta llena de ellos, viajes en busca del hogar, en busca de su seguridad, de su aroma. Esto siempre nos guiara, ya sea en la cueva más obscura o en lo más profundo del mar. Siempre sabremos distinguir ese camino que nos lleve a casa.

miércoles, 8 de abril de 2009

"La decisión"

"La decisión"




Uno suave uno fuerte, uno agudo uno grave. Un tic, un tac. Treinta tics, treinta tacs, dan una vuelta, una tras otra, de uno grave uno agudo, uno suave uno fuerte, un tic un tac. Treinta tics, treinta tacs, dan una vuelta, de tics y tacs, de agudos y graves, suaves y fuertes, de tic, tac, tic, tac, que dan otra vuelta, que forma un paso de tic, tac, uno agudo otro grave, uno suave otro fuerte, uno tras otro, vuelta tras vuelta.
Una manecilla avanza indicando el Tic, otra manecilla avanza indicando el Tac, treinta movimientos en tic, treinta movimientos en tac, termina otra vuelta, inicia una nueva, de tics y tacs. El muchacho seguía ahí, observando su reloj, viendo el pasar de los segundos, contemplando los minutos, esperando el recorrido de las horas, viendo el día terminar con el sol ocultándose en el horizonte.
-¿Ya es hora?- Se preguntaba el muchacho al borde de un risco en espera de una respuesta.
-Eso tu lo decides- Le respondió la voz que esperaba.
-¿Y si decido ahora?-
-No sería el momento adecuado-
-Dijiste que era mi decisión-
-No te lo he negado-
-Pero tú dijiste que no era el momento adecuado-
-Y no lo es, si esperas, ya llegara-
-Ya no quiero esperar más, he esperado lo suficiente, voy a saltar-
-Salta si es lo que tanto deseas- El muchacho se quedó ahí observando sin comprender las palabras de la lechuza. -Anda salta- lo volvió a retar.
-No saltaré, eso es lo que tu quieres, que me rinda, sabes qué, no lo haré- dio unos cuantos pasos atrás para alejarse del risco, dio media vuelta y marchó por donde había venido.
-¿A dónde vas?- Le preguntó la lechuza algo consternada.
-A ti que te importa. Seguiré esperando-
-¿No crees que ya esperaste suficiente?- La lechuza seguía sentada en una rama de un árbol cercano. –No va a caerte del cielo lo que buscas-
-En eso se equivoca señor lechuza- alzó la mano y señalando al cielo exclamó.-Mira, ahí viene-

En las alturas se podía observar a un ángel. Con gracia sin igual se acercaba en una forma de vuelo curiosa, él o ella bajaba lentamente, aleteando para contrarrestar la gravedad. La creatura bajo lentamente hasta tocar el suelo, luego se aproximó al muchacho. Su rostro perfecto generó un movimiento apenas perceptible para el ojo humano, sin crear arrugas o imperfección alguna abrió la boca y en lo que fue un canto celestial le habló al muchacho.
-Perdón por hacerte esperar- El muchacho quedó hipnotizado ante aquellas palabras, apenas y sin conseguir cerrar la boca entre una y otra palabra le contestó.
-Te perdono-
La creatura angelical lo contempló, movió su rostro ahora para formar un gesto similar a la sonrisa humana. Era perfecta, imposible de alcanzar para un ser ordinario, el muchacho seguía inmóvil, boquiabierto incapaz de formular palabra alguna, ni siquiera era capaz de mover un solo músculo de su cuerpo. Estaba ahí, solamente respirando, de pie ante esa creatura angelical, maravillado por el gesto de la creatura.
Sin cambiar el gesto, la creatura tomó la mano del muchacho y lo guió por un camino. La lechuza observaba la escena extrañada ante los sucesos. Se recobro enseguida del aturdimiento al ver que la creatura se llevaba al muchacho, extendió las alas y voló detrás de ellos. Se dirigían a un verde prado que se extendía a lo lejos de la pendiente. Bajaron por la pendiente alejándose del lugar del encuentro. Las constantes subidas y bajadas no le permitían al muchacho ver al lugar al que se dirigía, eso en verdad no le interesaba, el seguía incapaz de realizar acto alguno que involucrara el uso de su razón. Seguía ciegamente a donde lo llevara la creatura angelical, mientras que este ser seguía el camino de memoria, ya que de igual manera, no perdía de la vista al muchacho con un gesto en el rostro similar a la sonrisa humana. La lechuza los seguía desde lo alto.

El ave comenzó a desesperar, ya que esta no dejaba de gritarle al muchacho, por mucho que lo llamase este no reaccionaba, esa creatura angelical no era de confiar, la lechuza tenía un mal presentimiento sobre aquella creatura. Frente a ellos, a unos escasos metros, se extendía una extensa pradera, de verdes colinas y escasos arboles. La lechuza sobrevoló el área, adelantándose para esperarlos en un árbol del prado.
El muchacho y la creatura llegaron después de un rato, seguían tomados de la mano sin despegar la mirada el uno del otro. La creatura con una sonrisa similar a la humana y el muchacho boquiabierto con la mirada perdida. Al llegar cerca del árbol la creatura se detuvo y exclamó.
-Ya es hora-
-¿Tan pronto?- exclamó el muchacho sorprendido.
La lechuza extendió sus alas y en la velocidad en que se lanza para cazar aterrizó entre ambos forzándolos a separarse. Extendió su fino plumaje en una posición amenazante.
-¡Deja al muchacho!- Terminó la frase con un –Uh, uh-
-Ya es hora lechuza, déjame hacer mi trabajo-
-No ha llegado su hora, déjalo decidir-
-Tu no decides ave- El rostro angelical desapareció para dejar a la vista una mirada incomprensible. Por instinto la lechuza retrocedió, el ángel extendió sus alas sin soltar al muchacho. Volteó a verlo de nuevo, regresando su rostro a la forma anterior, de nuevo deslumbraba el gesto similar a la sonrisa humana. –Vamos muchacho, ya es hora- su canto no fue suficiente, el muchacho había despertado del transe.
-¿No que esa era mi decisión?- Preguntó el muchacho en un tono flojo, como el de alguien que acaba de despertar de un largo sueño, bostezó.
-Tú decides, ignora a esa creatura- Dijo en alto la lechuza que aun seguía con las plumas erizadas.
-¡Calla!- Le recriminó la creatura angelical, su rostro cambiaba una y otra vez dependiendo de a quien observara,-Vamos muchacho no me hagas perder mi tiempo-
El muchacho no contestó, se mantuvo en su lugar sin pronunciar palabra alguna.
– Salta muchacho, salta- Dijo la creatura angelical ansiosamente.
Esta vez la ignoró, observó su reloj. Escucho el tic, escucho el tac, treinta tics, treinta tacs, una vuelta tras otra el tiempo seguía su ritmo.
-No saltaré- dijo con tal determinación que intimidó a la creatura, haciéndola doblar sus alas y retroceder.-No lo haré, tal vez no lo tenga que hacer, he decidido esperar-
El rostro del ángel quedó completamente inexpresivo.
-No puedes negarte- reclamó- tu ya habías decidido, esa lechuza hizo trampa- La creatura angelical extendió de nuevo las alas, estiró su brazo y encajando las garras en el muchacho se lo llevó por los cielos en dirección al precipicio. La lechuza no tuvo más opción que seguirlos.

Con el viento pegándole a toda velocidad y la fuerza de gravedad jalándolo hacia la tierra, el muchacho ahora cubierto por la sangre que escurría de sus hombros batallaba por librarse de las garras de la creatura angelical aunque esto lo llevase a una muerte segura. La lechuza los seguía de cerca, su tamaño la hacía hábil en el cielo pero aun así no igualaba en velocidad a la creatura. La persecución no fue larga, rápidamente llegaron al precipicio donde todo había comenzado, al llegar la creatura soltó al muchacho que se golpeo contra el suelo. La lechuza aterrizó a unos pasos de ellos.
-¡Déjalo, no puedes decidir por el!-
-Yo no voy a decidir por el- contestó la creatura –el ya a decidido-
El muchacho tardo en reincorporarse, se encontraba en medio de ambos que se encontraban con las alas extendidas dispuestos a atacarse. No tardo en darse cuenta que se encontraba rodeado, un paso atrás se encontraba el precipicio, no había salida.
-¡Salta muchacho, salta!-
-¡No saltaré!-
Todo ocurrió muy rápido pero a la vez en una clase de sucesión de imágenes, primero la creatura se acercó, extendió los brazos y con un simple empujón el muchacho caía por el precipicio. El lo sintiese lento o rápido el tiempo seguía siendo el mismo, el Tic, el Tac, seguían su mismo recorrido sin inmutarse de aquel muchacho que caía a una velocidad sorprendente. La gravedad le cobraba ahora sus favores, las caricias del viento eran ahora latigazos, la eternidad ahora era fugaz, toda su vida pasaba frente a sus ojos en un soplo del viento. El suelo estaba próximo, toda su vida ahora estaba lejana, todo se había solucionado con tan solo saltar, pero, el no había saltado, el no había tomado esa decisión, el había optado por seguir, por luchar, por dar un paso mas haya.
Todo fue muy rápido, de nuevo se encontraba entre la creatura angelical y la lechuza, estas dos platicaban.
-El muchacho a decidido- Dijo la lechuza en un tono triunfante.
- Habrás ganado esta vez, pero la siguiente, te saldrá más cara- La creatura hizo de nuevo ese gesto similar a la sonrisa humana, extendió las alas y marcho hacia la parte más alta de la cúpula celeste.
El muchacho se quedo observando su magnificencia, ignoraba como había logrado evitar los encantos de tal creatura. La alarma de su reloj comenzó a sonar.
-Debo continuar señor lechuza-
-Apúrate, que el tiempo es corto-
-Al tiempo solo hay que saberlo aprovechar señor lechuza- El muchacho suspiró al ver de nuevo el precipicio, sus problemas no eran tantos para tomar aquella decisión, aun no era el momento, observó de nuevo su reloj, escuchó un tic, escuchó un tac, siguiéndole el tic, tac, treinta tics, treinta tacs, uno tras otro, dan una vuelta de agudos y graves, suaves y fuertes, de tics y tacs. El muchacho se sentó de nuevo al borde del risco para presenciar el atardecer al son del Tic, al son del Tac.
De nuevo escribiendo
Mario Ovies Gage

viernes, 3 de abril de 2009

"Do you want a waffle"

“Do you want a waffle?”

Era algo tentador, difícil de resistir. Era un aroma penetrante, atractivo al olfato. Para la vista era un manjar, una ligera cubierta de mantequilla, bañada por una fina cubierta de miel de Maple. Un banquete digno de reyes era lo que yacía frente a mí. Dos deliciosos waffles bañados de miel y cubiertos con mantequilla me esperaban ansiosamente uno encima del otro en mi plato.

¿Quién se podría resistir dentro de lo humanamente posible a tal delicia? Los cubiertos se encontraban en una posición amenazante a ambos lados de mi platillo, en espera de que los tomara y atacara a los indefensos waffles. Pero, ¿cómo podría ser alguien capaz de cometer tal atrocidad? Mi estómago rugió molesto ante tal pensamiento. Ahí estaba la respuesta a mi pregunta. El hambre me llevó a perder ese sentimiento de lástima por los pequeños waffles en mi plato, otro rugido en mi estómago me llevó a tomar el tenedor con la mano izquierda y el cuchillo con la derecha, no opuse más resistencia, me dejé llevar por el instinto. Penetré la crujiente masa con el cuchillo y apoyé el tenedor para darle fuerza. Atravesé uno y luego el otro, saque el cuchillo chorreante de miel, había dañado tan majestuosa obra. La necesidad por el sagrado alimento cegó a esos sentimientos por tales daños, volví a cortar una y otra vez, hasta que quedó un pequeño pedazo separado del resto del waffle. Recosté el cuchillo en mi plato para que no derramara la miel, cambie de mano el tenedor y cogí a mi presa. Fue algo indescriptible, una sensación inimaginable, suprema. El Maple fue lo primero en llegar a mis papilas gustativas, seguido por la suavidad de la mantequilla. El acto aun no terminaba, solamente disfrutaba del Maple, la saliva se acumulaba en espera de la masa, al llegar a mi lengua solo fue cuestión de entregarla a mis muelas. Mastique una y otra vez, el sabor se disparó, la masa se dejo sentir entre mis dientes, tan larga espera finalizo al sentirlo mi lengua. Tragué la nueva mezcla, masa, saliva, Maple y mantequilla cruzaron por mi garganta de camino a mi estómago.

Exhalé. Eran deliciosos, como poder resistirlos. No había fuerza capaz de resistir tal encanto. El primer bocado llegó a mi estómago. Me levanté, un nuevo rugido me reclamó el acto, pero tendría que esperar, faltaba algo primordial. Recorrí la cocina, tomé un vaso de la alacena y me dirigí al refri. Sabía lo que buscaba y dónde se encontraba. Lo abrí y cogí el cartón de leche. Leche entera para ser exacto, suave, de buen sabor, como me gusta, sin adjetivos calificativos en su nombre que afectan su sabor. Regresé a mi asiento, asenté el vaso y lo llené de leche. Estaba hecho, podía continuar. Cumplí el ritual de memoria, corté un pedazo para luego tomarlo y llevarlo a la boca. Sentí de nuevo el Maple, la mantequilla y lo crujiente de la masa al masticar. Hubo una diferencia, esta vez tomé leche. El liquido entro en mi sistema, mi lengua agradeció la frescura de la ante lo empalagante del platillo. Mi estómago reclamó la tardanza. Agilicé el proceso, eliminé los trámites inútiles y los requerimientos tediosos.

Ahora me llevaba un bocado tras otro, al igual que tragos de leche. Tomé la miel revestí mis waffles. Limpié el plato rápidamente, solo dejando una pequeña cubierta de miel. Mi madre se aproximó con un nuevo plato repleto de waffles. El primer indicador fue mi nariz, luego mis ojos lo corroboraron. Lo que asentó mi madre eran cuatro waffles más. No pregunté, solo actué. Tomé dos nuevos waffles calientitos, los unté de nuevo de mantequilla y los bañé de miel. Nuevamente ante mi lucían dos pequeños e indefensos waffles. Fue un reflejo, tomé el cuchillo y el tenedor para rematar. De nuevo me llevaba bocado tras bocado a mi boca, masticaba y tragaba esa deliciosa mezcla finalizando con un trago de leche.

Quede satisfecho al dar el último trago a mi vaso tras terminar mis waffles. Mi estómago ya no reclamaba nada, estaba a gusto. Tan suculento platillo había saciado todas mis necesidades. Ante mí en el plato, yacían dos huérfanos aun calientitos esperando su cruel destino. Mi madre se acercó a la mesa con un nuevo plato entre sus manos. Cuatro waffles recién tostaditos, brillantes y de aroma irresistible. Para mi todos sus encantos fueron inútiles. Me levanté para alejarme de tal aroma.

Antes de salir me crucé con mi hermano y en su mirada vi lo que en la mía ya era inexistente, vi el amor en sus ojos, vi en su mirada el delicioso manjar bañado en Maple, cubierto de mantequilla, vi en su rostro lo atractivo al olfato y lo penetrante del aroma. Vi en su mirada lo difícil de resistir que era un plato de waffles.
Mario Ovies Gage...