miércoles, 19 de octubre de 2011

"Díalogos"


Díalogos

-¿Sabes? no tengo más ideas, no sé que podamos hacer, ¿tú lo sabes?-
-No lo sé, el de las ideas eres tú-
-No siempre se pueden tener buenas ideas,ya casi anochece y no me viene nada-
-¿Nada?, nada es demasiado, ¿de verdad?-
-De verdad-

Silencio entonces, la idea murió, la oportunidad yacía muerta.

-¿De verdad vas a pensar en eso? ¿hablas en serio?-
-Si, ¿por qué no?
-Porque ya va a anochecer, ya no te va a dar tiempo-

En el exterior, el día llegaba a su fin, en el interior, las sombras devoraban lentamente a la escasa luminosidad.Y aunque las sombras la alcanzaron, la sonrisa perduró ante la adversidad.

-Claro que puedo, lo he hecho antes-

El tiempo se agota. El reloj indica la hora, pronto llegará a su fin. Los últimos rayos solares dan la batalla final ante la obscuridad, pronto todo acabará.

-¿Sabes?- Le dijo una sombra a la otra. ¿Sabes lo que puedo hacer?-
-No sé, ya te lo he dicho, el de las ideas eres tú-
-¿Y si las ideas han muerto?-
-¿Por qué preguntas eso, por qué dices eso?-
-¿Qué nos queda, si todo se ha acabado? ¿qué nos queda si ya no hay esperanza? ¿qué nos queda si el último día está por llegar a su fin? Nos queda una cosa, dejar de existir, rendirnos por fin-
-¿Eso es lo  que has pensado?, despues de todo esto, ¿rendiros?-
-Si, llevamos mucho aquí, ya no queda nada, somos una sombra- Río de nuevo, una gran sonrisa se trazó en su rostro - éste era nuestro último día, y no pudimos hacer nada más, somos los útlimos, ya no queda luz, y la esperanza se va con ella-

El viejo Sol se ocultaba, exhalaba un último suspiro.

-Aun podemos retroceder-
-¿Retroceder, retroceder para qué? nada cambiará, cometeremos los mismos errores, ¡estamos muertos!, debimos estarlo desde hace tiempo, somos una sombra-
-Y somos una sombra, porque aun hay luz-
-Si, aun hay luz, pero ahí viene la obscuridad y con ella habrán sueños, ilusiones, pesadillas... Sombras, luces, contrastes.. Vida, muerte, y más obscuridad... ¿De qué sirve seguir?-
-De algo servirá, no nos podemos dar por vencidos, aunque venga una noche de total osbcuridad, mañana amanecera, saldrá nuevamente el Sol y con él tendremos una nueva oportunidad de cambiar al mundo-
-¿De verdad lo crees? y decías que yo era el de las ideas....-
-Para algo estoy yo aquí-
-Bueno, será una noche más-
Encendió un fósforo y con él una vieja vela.
-Hay luz de nuevo, mañana tendremos una nueva oportunidad-



"Ante la adversidad sólo nos queda luchar, 
con la esperanza de llegar a la luz"

El cuento de hoy, es para la reflexión
Mario Ovies Gage

miércoles, 12 de octubre de 2011

"A fairy tale"


 A fairy tale

El pequeño corrió por el inmenso laberinto, atrás de él, una sombra le daba alcance.

-¡Mamá. Mamá!- El grito quedó ahogado en una explosión de hojas, ramas rotas y crujidos. A lo lejos el padre del niño volteó a ver una parvada que se elevaba en el aire junto con los gritos de su hijo. Soltó las tijeras de jardín con las que arreglaba un rosal para correr en busca de su hijo.

A la sombra del gran caserón se extendía un inmenso laberinto de setos, en su interior, en el centro mismo de la construcción de hojas y ramas, se encontraba una hermosa fuente, con la cual uno se podía ubicar para salir.

El viejo jardinero conocía el lugar, pero encontrar a su hijo era distinto, podía estar en cualquier parte, después del primer grito, no volvió a escuchar nada.

-Damián, Damián, ¿dónde estás?- Corrió sin saber exactamente a donde iba, únicamente tenía en mente la imagen de las aves volando, pero podrían haber salido de cualquier parte, los setos eran lo suficientemente grandes para alojar varios nidos. La desesperación le hacía sudar, hiperventilaba.

Al dar una vuelta más, el hombre quedó paralizado y de momento no pudo hacer más que gritar el nombre de su hijo.

-¡Damián!- Escuchó Cinthia gritar a su esposo. La grave voz del jardinero rompió con el silencio de los jardines, la mujer salió de la casa a velocidad, había escuchado ruidos antes, pero al no escuchar nada más había seguido con lo suyo. Ahora era su esposo el que había gritado y al escuchar el nombre de su hijo, supuso que algo andaba mal, muy mal.

Siempre le había temido a al laberinto, llevaban poco trabajando ahí, los dueños les habían permitido traer a su hijo con tal de que cuidaran todo el tiempo de la casa, y así fue como un día se topó con el enorme laberinto verde, su marido solía darle forma, él lo conocía a la perfección, pero ella la única vez que había entrado se había perdido acabando en la fuente con la extraña mujer al centro.

Tuvo pesadillas, durante semanas, pero por suerte, siempre al final, la voz de Gonzalo la despertaba, con sus ojos verdes obscuro, con su bigote entrecano, su esposo la había rescatado de las sombras de ese infierno, con pasillos llenos de arañas y pequeños insectos, de búhos y ratones, al anochecer la encontraron, al anochecer la salvaron de la locura.
Ahora ella iba  en busca de su antes salvador, pero eso no la reconfortaba, el ir en su rescate únicamente le hacía pensar en mil cosas, ¿qué le habría pasado a su hijo, a su esposo? ¿qué habría pasado para que Gonzalo gritara así?

Corrió entre los pasillos, comenzaba a anochecer, aunque la luna ya estaba a medio recorrido, blanca, llena. Las sombras comenzaban a jugar con su mente, se dibujaban con formas macabras, formas que en sus pesadillas le habían estado atormentando, miradas ocultas entre las hojas la contemplaban pasar, no sabía a donde iba, pero algo en su interior la empujaba haciéndole creer que iba en la dirección correcta, una vuelta y luego otra, más hojas, más ramas, una araña, una flor entre las sombras, el sonido de los grillos.
Tropezó con una rama que sobresalía, alzó la mirada y ahí estaba.

El primer golpe lo derribó, quedó inconsciente por unos instantes, tal vez minutos, tal vez segundos, pero al recobrarse la luna estaba a medio recorrido y la noche ocupaba el lugar que le correspondía. Alzó la mirada y ahí estaba.

De cabellos obscuros, brillante ante los rayos del atardecer, de una mirada que desgarraba el alma, de dientes afilados, con unas inmensas alas, celestiales y demoníacas a la vez, era como en los libros de mitología que había encontrado en la biblioteca, era un hada, y no como la de los cuentos, sino como la de las pesadillas, era como la estatua en la fuente, era como la mujer del cuadro en la recámara principal, su sonrisa de ángel, su mirada demoníaca. No pudo más que gritar, implorándole a su madre que acudiera a salvarle.

Ahí estaba el cuerpo de su hijo, completamente destrozado, de las fauces de la bestia escurría brillante la sangre del pequeño.

-¡No!- Gritó prolongadamente la madre.

-¡Damián!-Volvió a gritar su padre. Pero ya era tarde, el cielo se nubló, y más creaturas cayeron del cielo, el fin del mundo todavía estaba lejos, pero para esos dos, el mundo terminó al ver a su hijo en las manos de la creatura angelical.


“Hay quienes tan solo quieren escuchar cuentos de hadas”


Para mi amiga Cinthia que fue su cumpleaños
y quería escuchar un cuento de hadas. 

miércoles, 5 de octubre de 2011

La tienda de papalotes


-Papá, papá, quiero un papalote-

-Hijo- Contestó el papá algo irritado.

-Dale papá, mañana es mi cumple, quiero un papalote-

-Hijo, volvió a contestar el padre, ahora con un tono de tristeza en la voz, bien sabes que aquí no podemos volar papalotes-

-Papá, el tono del padre se vio reflejado en su hijo, pero tú siempre me has dicho que querer es poder, que el que persevera alcanza sus sueños, yo quiero volar un papalote, este año no quiero nada más, no quiero pastel, no quiero paseo, nada más quiero un papalote, como los que vuelan los niños en el computador-

-Pero hijo, y en ese momento supo que no podría continuar, el pequeño tenía razón, toda la vida lo había criado con la idea de ser mejor, de no rendirse, y de que si uno se esforzaba, todo lo que soñara lo podría alcanzar, bueno, mañana iremos a la tienda y a ver que encontramos-

Toda la noche no pudo dormir, la sonrisa de su hijo, la alegría con la que comentó durante la cena lo que haría con él, deseaba correr por la habitación, dormiría con él entre los brazos, imaginaría que corría por inmensos campos verdes mientras el viento acariciaba a su pequeño tesoro.

Temprano en la mañana el pequeño ya estaba ahí.

-¿Ya nos vamos?-

-Deja me arreglo, ¿ya estás listo?-

-No dormí papá, estuve viendo el amanecer-

-Ya sabes que no debes de hacer eso-

-Pero es mi cumpleaños papá, prometo no volverlo a hacer-

Salieron de la habitación, caminaron el túnel de compartimientos y salieron al túnel principal la luz del sol y de las estrellas iluminaban tenuemente la habitación. La temperatura era agradable, simulaba a una primavera tropical. Otras personas disfrutaban del gesto saliendo a caminar o tomando café a la puerta de sus compartimientos.

La tienda general no estaba muy lejos, y aunque sabía que no encontraría lo que buscaba por lo menos vería que podía comprar para armarlo.

-Anda ve, busca tu primero mientras yo veo unas cosas con el encargado- No necesitó respuesta, su hijo salió corriendo a buscar entre las estanterías.

-Hola Miguel, le dijo al encargado, un hombre unos cuantos años menor que él, necesito pedirte un favor-

-¿Qué se te ofrece? Ya sabes que lo que necesites, te debo una, y no una, si no las que quieras-

-Ah, ya te dije que olvides eso-

-¿Cómo quieres que lo olvide? Me salvaste de una grande, pero no es para que discutamos, ¿en qué te puedo ayudar?-

-Pues, dijo resignado, ya sabes que es el cumpleaños del pequeño, y pues, me pidió un papalote- Miguel río, pero casi al instante se contuvo.

- No puedo creer que lo vaya a decir, pero tengo justo lo que estás buscando-

-¿Qué? No me estás tomando el pelo, ¿verdad? Porque te juro que me voy a molestar-

-No, ¿cómo crees? Si lo tengo, de vez en cuando, algún pequeño lo pide o alguno que otro melancólico. En ocasiones las cosas más simples de nuestros pasados nos pueden hacer conseguir de nuevo una sonrisa, es un buen regalo en estos días-

-¿Lo puedo ver, está a la venta, me lo puedo llevar?-

-Sí, si y si, le contestó emocionado el vendedor, deja lo voy a buscar-

El padre recorrió la tienda buscando a su hijo y lo encontró al fondo, sentado en el suelo.

-¿Qué pasó pequeño?-

-Papá, te he defraudado a ti y a mami, no encontré el papalote- El pequeño se tragó su llanto, no lloraría frente a su padre, se limpió rápidamente las lágrimas.

-Ven acá- Lo atrajo con sus brazos y lo envolvió en ellos como nunca. Tu mamá nunca estaría decepcionada de lo que has logrado, al igual que yo, siempre estaremos muy orgullosos de ti. Guardó silencio y lo abrazó fuertemente, con todas las energías de las que fue capaz de transmitir.

-Vamos con Miguel, te tengo una sorpresa- La mirada del niño no cambió, se seguía sintiendo derrotado, las palabras de su padre todavía no surtían efecto pues aún le daban vueltas en su cabeza.

-¿Cómo sabes que no está decepcionada de mí?-

-Porque pensábamos igual, así que no te preocupes, estoy muy seguro de eso-

Caminaron tomados de la mano hacía la recepción donde Miguel se encontraba sosteniendo un papalote de colores obscuros.

-Le llamo la estrella danzante, sus colores se pierden en la inmensidad del espacio- Era negro, con pequeños puntos blancos y en el centro, el sol, deslumbrándolo todo.

-¡GUAU! exclamó el pequeño fascinado, ¡lo lograste papá!-

-¿Y a mí no me das gracias? Preguntó Miguel con fingida indignación, es una obra de arte, es un regalo al cosmos-

-Gracias Miguel- dijo sin desviar la mirada de su regalo, era un sueño hecho realidad, era lo que había estado soñando, por fin, su madre quedaría complacida.

-Ahora yo te debo una-, le dijo en voz baja al vendedor.

- Por la sonrisa de tu hijo puedo decir que estamos a mano, aunque no me quejaría de una de esas botellas que tienes en casa.

-Trato hecho-

Caminaron en silencio por el túnel norte, de camino al centro de la base, el pequeño nunca había estado ahí, pero en esos momentos no tenía ojos para otra cosa que no fuera su papalote.

-Entra hijo, le dijo al pequeño al ingresar un código en una puerta para un ala restringida, hoy disfrutaremos a lo grande-

En ese momento tuvo que quitar la mirada de su papalote, lo que tenía enfrente era de lo más maravilloso que había visto en sus recién cumplidos diez años, la Tierra dejaba ver el continente americano acariciado por la luz Solar, a lo lejos el astro iluminaba la habitación, rodeado de una infinita cantidad de estrellas, esa tarde el volaría su papalote en la habitación más grande de la base lunar, el encristalado dejaba ver dejaba ver el universo a todos aquellos que habían perdido a un ser querido, no muy lejos del pequeño se encontraba, sin saberlo él, la tumba de su madre, orgullosa hasta la muerte, de ser la primera en dar a luz fuera de la tierra.

“Nunca habrá límites para dejar volar el papalote

que es nuestra imaginación”

Para Gabriela Gómez, y su genial idea.

Noche en el orfanatorio

Un grito rompió el silencio de la noche. La encargada se levantó y salió corriendo de su habitación. La luz de la luna se colaba por una de las cortinas, más rota pero igual de vieja y sucia que las demás. Una rata se escabullo al ver a la mujer corriendo por el pasillo.

Las maderas crujían con el paso de la mujer, el polvo se levantaba en busca de un nuevo lugar para reposar. Las puertas de las habitaciones se entreabrían, miradas curiosas la seguían queriendo saber que sucedía.

Los gritos seguían, cada vez más fuertes, una luz al final del pasillo alumbraba el lugar, dejaba ver las paredes despintadas y viejos tubos corroídos por la humedad. Un gélido aire invernal se colaba por un agujero en la ventana. El cristal, tan sucio por los años de olvido, atenuaba la luz de la noche.

Un grito aún más intenso le indicó a la mujer que ya estaba cerca, era la habitación más alejada, cerca de los baños, de la cocina. Llegó y abrió la puerta.

-¿Qué pasó Lalo?-

El niño yacía en el suelo en una esquina de la habitación. Guardó silencio al ver a la mujer.

-¿Qué sucede? ¿ has tenido una pesadilla?

-No, no fue un sueño- Contestó el niño intentando contener el llanto.

-Entonces, ¿qué fue? Si fue una rata llamaré mañana a Valentino para que la mate, pero por el momento no puedo hacer nada, debes regresar a dormir-

El niño se le quedo viendo, tras tomar aire contestó

-No fue una rata señorita Mary, fue otra cosa-

La encargada al ver la cara de preocupación, se le acercó, ella no solía ser muy cariñosa con los pequeños, y menos con los nuevos, no le gustaba que creyeran que era débil, ellos sabían de esas cosas, sentían la debilidad. Pero algo en la mirada de eso pequeño le dijo que algo no andaba bien, algo en la mirada de ese pequeño del cual nada más sabía su nombre le decía que algo malo estaba por suceder.

-¿Entonces?

-Mis padres señorita Mary, mis padres- El gesto en el rostro de Mary cambió, que los nuevos soñaran con sus padres era de lo más común.

-Súbete a la cama, todo va a estar bien- guardó silencio un momento y se aproximó al niño, en lo que te acostumbras, dijo casi para sus adentros.

El rostro del niño seguía pálido, y se quedó ahí, sin moverse un milímetro.

-Mis padres vinieron, ellos están aquí-

-Fue un sueño Lalo, fue solo un sueño, en eso recordó y mencionó algo de lo que se arrepentiría para siempre, tus padres están muertos-

-Lo sé, dijo el pequeño con la mayor indiferencia, pero están ahí, dijo señalando hacía la puerta.

Mary volteó, y el grito que dio tuvo la suficiente fuerza para despertar a todo el edificio.


"Porque en ocasiones necesitamos de una idea"

Gracias a mi amigo Jorge.

lunes, 29 de agosto de 2011

Sin título # 2


Sin título # 2


Una noche sin luna, sin estrellas, sin sombras. Sangre en el suelo. Una noche sin viento, sin ruido de insectos, de coches, de ciudad, de vida. Una noche de un fuerte silbido en los oídos de la pequeña. El tiempo perdió todo sentido, toda lógica chorreaba del techo, donde restos del cráneo del extraño que acababa de matar a sus padres caían uno a uno.

La sangre era obscura, espesa, nunca había visto sangre, en su corta existencia nunca había visto el líquido vital, solía cerrar los ojos y llorar hasta que llegara alguno de sus padres para socorrerla cuando se raspaba, rasguñaba o lastimaba de alguna forma. Nadie acudió al llamado de su llanto, a su dolor, a su tristeza. El tiempo jugaba con su mente, y en venganza, ésta jugaba con ella. Quería salir de ahí, desaparecer. Quería que nada de eso hubiera pasado. ¿Podía volver a empezar? ¿Podía retroceder en el tiempo, en sus recuerdos, en esas imágenes que corrompían su inocencia? ¿A caso podría seguir viviendo?

Además del silbido penetrante había ruido a lo lejos. La luz de luna atravesó las cortinas empujada por una débil brisa, la habitación comenzó a colorearse. Una cama desecha, una mesita de noche sin su lámpara. El suelo contrastaba entre lozas blancas y el rojo obscuro de la sangre. Había gritos, pasos. Una mano cálida acaricio el rostro de la pequeña.

-No temas- Hubo paz. Paz momentánea. Paz en la mente de la pequeña. Todo estaría bien, esa voz se lo había insinuado, se lo había pedido, se lo había jurado.

Los pasos se escucharon con fuerza, un policía, luego dos, luego tres. Todos con armas, con chalecos con siglas únicamente reconocibles por el tenue rayo lunar. Con los rostros cubiertos, con miradas indiferentes, ojos acostumbrados a ver dolor.

Observaron la habitación cubierta de sangre, habían dos cuerpos, había una pequeña cubierta de la sangre de su madre que yacía inerte frente a ella, su pelo estaba revuelto, su blusa y shorts manchados de dolor, se aferraba con fuerza a sus piernas que abrazaba con locura, sus ojos rojos, reflejando el dolor de un corazón hecho añicos

"Hay historias que se cuentan con el alma,
otras que se cuentan con la razón
y otras, con el corazón"


Mario Ovies Gage

Sin título # 1


Sin título #1


El cielo se nubló, pronto llovería. Un automóvil rompió con el silencio, varias hojas pasaron tras él. Las primeras gotas comenzaron a caer cuando el hombre decidió no esperar más, se levantó, cargó el arma que sacó del bolsillo y cruzó la calle.

Una serie de pensamientos sin rumbo cruzaban por su mente, odio, ira, frustración, todos como cuchillas afiladas laceraban su alma. Un corazón roto movido por el alcohol controlaba sus piernas, impulsándolo a seguir adelante.

Abrió la reja y cruzó el jardín. El schnauzer que cuidaba la casa le ladró, el hombre lo volteó a ver, los ladridos se apagaron, hubo entendimiento y luego miedo, el perro comenzó a chillar, regresó sobre sus pasos y huyó en busca de escondite. Sin prisa prosiguió, caminó hacia la puerta.

Dio una patada, la puerta opuso resistencia, otra patada, saltaron astillas y la puerta cedió rendida ante la fuerza del golpe. Se escucharon pasos en la planta alta, el hombre quería ser escuchado.

-¿Quién está ahí?- gritó alguien desde la planta alta. Un hombre, de unos treinta o treinta y cinco años, con una lámpara en mano para golpear a quien se le apareciera bajaba las escaleras.

Ambos hombres se miraron. Antes del disparo el hombre soltó la lámpara, entregándose a la muerte sin oponer resistencia.

Se escuchó un grito, el hombre del revolver corrió escaleras arriba y de una patada tumbó la puerta. Sin haber visto lo que acababa de suceder, pero imaginándoselo, la mujer frente a él lloraba la muerte de su marido, tragándose un llanto que le hubiese llevado una vida en acallar. Llevaba unos pequeños shorts azul turquesa y una camisa holgada que debió pertenecer a su marido.

-No le hagas nada a ella- suspiró la mujer, tragándose nuevamente su llanto, no le daría lo que buscaba.

-No le haré nada- Dijo el sujeto al derramar una lágrima, cristalina y solitaria se resbaló por su rostro mientras alzaba el revólver, la lágrima cayó, disparó.

El nuevo grito provino del suelo, junto al cuerpo inerte de su madre una pequeña de pelo castaño y unos ojos claros de un verde intenso, iguales a los de la mujer, lloraba. Guardo silencio cuando el hombre se le aproximó.

El hombre se puso de rodillas frente al cuerpo, acomodó el rostro de la madre, le cerró los ojos y le besó la frente, la niña sollozó con más fuerza, ambos habían perdido al ser que más amaban a manos de la misma persona, pero aquella persona no viviría para contarlo.

El hombre se levantó, miró a los ojos a la pequeña, alzó el arma y con la promesa en la mirada se voló la cabeza.



"Hay cadenas que se deben romper,
porque quién somos nosotros
para imponerlas"

Mario Ovies Gage

lunes, 14 de marzo de 2011

"El problema"


El problema.


El problema son tus ojos, esos ojos lindos que me atrapan, los que no me dejan ir. Me tienen cautivo, me obligan a verlos, esos ojos claros, tenues y a la vez intensos. Ojos de contraste, mirada tímida, fuerte, penetrante, profunda como el mar, pasional como un volcán.

Ellos siempre serán el problema, tus ojos son los culpables, soy preso de esa mirada. Me volteas a ver con aquellos entes, silenciosos jueces de mi destino. Alzo la vista, nuestras miradas se cruzan, son tan distintas, una mortal, la otra divina, una es Sol, la otra luna, una es Mayúscula, la otra minúscula, una es montaña, la otra roca, una océano, la otra gota, árbol, hoja, organismo, célula, dos visiones del mundo.

Esa, tu mirada, es una droga, una de las no permitidas, y no por la sociedad, sino por mí mismo. No me permito el lujo, lo mortal no se enfrenta a lo divido, el creado no se opone al creador; eso en mi caso, no me permito ese lujo de verte a los ojos. Esos ojos claros, tan claros como el agua pura, cristalina, y el reflejo de la luna en ella, tenues, intensos, ojos bellos de contrastes, que cambian con el Sol, que cambian con la luna.

Mirada que se va con el tiempo, que se conmueve con las emociones. Mirada frágil y a la vez fuerte, que oprime y a la vez libera. Repito, no me permito el lujo de verte a los ojos, no soy digno de ellos, son un lujo caro, para un alma necesitada, son un lujo doloroso, para un alma en pena.

El problema, al final, es verte, ver esos ojos lindos, esos ojos claros que me tienen preso, que me tienen a su merced, que me tienen como planeta a su sol, como galaxia a universo, como peón a su reina, como rosa a rosal, como cubierto a vajilla.

El problema es, haberme enamorado.

“El problema fue, haberme enamorado de esos ojos claros,
claros como la luna, que se refleja en agua pura”

Mario Ovies Gage

jueves, 24 de febrero de 2011

"Columpiarse"

"Columpiarse"

Cruzó la calle, subió al columpio.

Columpio viejo, típico de parque.

Con los pies descalzos se impulsó, la arena se metió ente sus dedos.

Recuerdos que van y vienen, un vaivén, su cabello se mece, se columpia.

El chirrido del óxido, el viento en su rostro, como la caricia deseada.

Una sola persona se columpia, una sola.

Las hojas de los árboles se mecen, el viento las empuja.

Los pies toman vuelo, tocan la arena, se elevan.

Uñas delicadas, pintadas de color, se mezclan con la arena, la incontable arena.

Tomó vuelo, el chirrido sigue. Ella piensa, ella vuela.

Recuerda en el vaivén, viaja con el viento a la velocidad que se columpia.

Sueña con dar la vuelta, con esa falsa realidad.

Su mirada profunda, su mirada pérdida.

La noche disfraza su belleza, oculta sus temores, esconde sus tormentos.

Su cabello oculta el dolor de unos bellos ojos, una falsa sonrisa dibuja su rostro.

Una lágrima cae sobre la arena.

Otra la acompaña en su soledad.

Los fantasmas de la noche abandonan a la dama.

Una gigantesca sombra la acompaña, creada por un farol en la distancia.

El vaivén pierde fuerza, sus pies acarician la tierra.

Se detiene, descansa, respira.

La muchacha se levanta, es tarde, la luna sigue con su caminata nocturna. Una segunda lágrima en su rostro deja ver que todo sigue ahí. Un respiro fue, un descanso a un momento de dolor. Todo sigue en su lugar. Mañana volverá, a columpiarse en ese mismo lugar. Se impulsará y seguirá con su vaivén. Disfrutara del viento y de la soledad, disfrutando de un momento de paz, disfrutando del chirrido de un viejo columpio, bajo la luz de un farol en la distancia, mientras la luna, continúa con su ronda nocturna.


"La vida es un vaivén de ilusiones, de sueños,

la vida es un vaivén de columpio"

Mario Ovies Gage