lunes, 23 de marzo de 2009

"Vuelo de amor"

"Vuelo de amor"



Veía por la ventanilla como se alejaban los edificios, como se hacían pequeños, como rápidamente me elevaba. El viaje había sido corto pero cada día había valido una eternidad desde que la vi. No platiqué mucho con ella, ni entable nada más que una amistad, pero eso para mi lo valía todo. Ver su sonrisa, ver su mirada, me habían cautivado, me habían enamorado. Veía por la ventana como cada vez las montañas se hacían más y más pequeñas, veía las carreteras como trazos de lápiz en un mapa, veía lagos y bosques, ciudades y pueblos. Bellos paisajes que pasaban frente a mí, pero nada de eso me impactaba, yo no podía dejar de pensar en su mirada, en esa mirada profunda de ojos cautivantes, ojos profundos como el océano, que me ahogaban, que me hechizaban.

La aeromoza pasó para ofrecernos audífonos, los acepté, necesitaba distraerme, despejar mi mente, evitar la perdición en forma de obsesión. Me los coloqué y comencé a escuchar, observaba por la ventana los más bellos paisajes, campos de cultivo, montañas y volcanes de puntas nevadas, nubes como almohadas y un cielo tan claro como el agua. Pero nada de eso me saciaba, nada saciaba mi sed por verla, mi sed por imaginarla a mi lado, escuchar su canto confundido normalmente por la palabra llamada voz. No podía quitar su imagen, cada creatura que pasara por mi mirada era objeto de recordarla, recordar esos rasgos de los que me había enamorado, esos detalles, ese amor a primera vista que ahora me consumía.

No lo logré evitar, no podía quitar esa bella imagen de mi mente, era un caso perdido seguir intentando. Poco a poco me iba enamorando más y más. Era una extraña y conocida sensación, un dolor familiar, un placer extraordinario. Era un amor imposible más, un amor que minuto a minuto se aleja a alta velocidad. El avión se iba elevando, ahora rebasaba las nubes, todo se veía como un paisaje impresionista, trazos borrosos, sombras, verdes obscuros y claros, la tierra se extiende hasta el horizonte uniéndose al cielo en un eterno atardecer que nos rodea poco a poco. El océano esta próximo, indomables aguas, de enormes creaturas, aguas del llanto de poetas, de amores fallidos, de realidades dañinas, de historias falsas. Un océano igualmente interminable me separa del destino y rápidamente de igual manera me separa de mi gran amor. De nuevo regresa a mi mente su imagen. Su rostro, sus ojos, una belleza imposible, real pero incierta, un amor en desamor, un amor de un solo ser, un amor sin compromiso que se aleja. Un solo corazón se destroza, el sol se mete, las ilusiones se van, los sueños mueren.

La música se sigue escuchando atreves de los audífonos, pero yo sigo sin escucharla, sigo pensando en ese ser, sigo en esa realidad alterna a la de los demás pasajeros. No puedo evitar el pensar en aquella creatura que engaño a mi mirada, que engaño a mi corazón. Ese ser que sin saberlo me cautivo, sin ser culpable me asesino, sin siquiera saberlo me deja morir de desamor. Ella sigue ahí, tal vez sentada, tal vez camina, no lo se, ni lo puedo saber, solo se que minuto a minuto me voy alejando y no puedo dejar de pensar en ella. La vida es así, el camino sigue, la vida sigue, los sueños nacen para dejar pasar nuevas ilusiones. En mi mente veo su caminar, finos movimientos que me atraparon, mirada de ángel que me congelo, cabellos lacios que me asfixian. Es un suicidio del que estoy completamente seguro de realizar, un callejón sin salida, un avión que cae sin paracaídas. De nuevo estoy solo, sin nadie a mi lado que me apoye, soy el único, soy el poeta desapercibido, el pintor no retribuido, el arquitecto sin edificio. Pero yo escogí ese camino, engañaron a mi mirada y a mi corazón, y aun siendo consiente de ello continuo por ese callejón, me quedo en ese avión, aun así cometo el suicidio, ignoro la indiferencia a mi poesía, pinto sin lienzo, construyo sin material ni terreno. Es un nuevo deseo, es una nueva ilusión. Un nuevo amor, un amor imposible, un amor separado por la distancia. Un amor de un solo ser, un amor que aunque existan tormentas o huracanes la flama de este persistirá hasta que la vida misma le permita continuar.

El trayecto llega a su fin, el avión lleva unos minutos sobrevolando tierra firme. Una nueva tierra, seca, de pocos arboles, de poca vida. Una tierra sin montañas, una tierra de historias, de grandes dioses y bellas costas. El capitán anuncia el aterrizaje, yo sigo viendo por la ventana. Pienso en ese amor, un amor imposible, un amor irreal. Veo mi ciudad, veo mi tierra acercarse poco a poco deseando no haber regresado aun. Ahora esos edificios que se alejaban se acercan, esa eternidad terminaba, regresaba a mi realidad. Cerré mis ojos, vi esa mirada, el avión aterrizaba.

miércoles, 18 de marzo de 2009

“Corrido de camión”


“Corrido de camión”


¿Acaso han escuchado un corrido de camión? De esos que tocan sujetos en un camión para ganarse la vida. Un sujeto se subió al camión que tomé de regreso a casa. Llevaba consigo una pequeña guitarra, más bien parecida a un banjo, y un instrumento de viento parecido a una flauta llamado zampoña. No era la primera vez, hace unos días me había tocado un sujeto similar. El señor cruzó el pasillo y se colocó al fondo, dio una breve introducción y se dispuso a tocar.

Su música me acompaño el resto del viaje, una sinfonía delicada con letra de aficionado. Palabras que nacían del corazón de ese hombre, cosas de su vida, cosas de la vida misma. Me tenía atrapado en mi asiento, una letra tan simple, de poeta principiante, palabras de un primer amor. Yo veía por la ventana, veía pasar las casas, los coches, la gente, pero seguía ahí, escuchando su música, su lucha por conseguir el pan de cada día, cantándole a un grupo de gente indiferente. Gente que al igual que yo escucha sin apreciar, gente que vive sin vivir, que sueña sin soñar, gente que vive una vida sin soñarla. Personas que no han aprendido que cosas tan simples como esas son las que hacen grandes nuestros días. Un cantante aficionado de camión, una persona humilde que se gana la vida llenando nuestros corazones de vida sin siquiera saberlo.

Una pieza clásica la transformó en este corrido de camión, un canto de amor, un canto de vida. Palabras que dice, palabras que escucho, el las canta sin saber, el las canta por placer, es claro su deber, es su trabajo, es su vida, cantarnos canciones sin saber que es de nuestras vidas. El camión seguía su curso, al igual que nuestras vidas, al igual que la vida de ese cantante aficionado, al igual que ese corrido de camión que poco a poco se termina. Un canto al corazón, un canto a la vida.

Como todo esa pieza llegó a su fin, dijo su nombre, nombre que no escuche, nombre que no quise escuchar. Seguía pensando en esa letra, en esa sinfonía, tan simple y a la vez tan complicada. Una vida de ese trabajo lo había transformado en un verdadero poeta, en un poeta de la vida misma, no un falso poeta. La gente ahora le prestaba atención, ofreció tocarnos otra pieza, la gente regreso la mirada al frente. Tenían lo que querían, regresaron a lo suyo, recostarse, dormita, observar por la ventana una vida que se va.

La segunda fue completamente inesperada, original. Era un canto nuevo, un canto distinto a los demás. La nueva letra me cautivo, me atrajo, me deje llevar por una segunda vez. Volverme uno con la música, olvidarme del todo de la vida, guiarme por esa letra aficionada, esa sinfonía delicada. ¿Qué acaso no es la vida para disfrutar? ¿Qué acaso no es cada momento parte de nuestra vida? Uno debe de aprender que los pequeños momentos son para vivirlos, son para disfrutarlos, desde una caminata al aire libre, hasta un corrido de camión.

lunes, 16 de marzo de 2009

"El secuestro"

El secuestro
(Parte 2)


Todo fue demasiado rápido, series de imágenes borrosas pasaban ante mis ojos. Yo seguía ahí, en esa camioneta repleta de extraños, teniendo el rostro cubierto por una bolsa. No sabía cuantos eran, ni sabía a donde me llevaban. Solo sabía una cosa y esa era que yo era su prisionero. El tiempo pasaba lentamente, me encontraba acostado en lo que suponía era la cajuela, mis manos y pies se hallaban amarrados, estaba completamente inmóvil, ni siquiera podía proferir grito alguno por una cinta que me tapaba la boca. El viaje fue largo, por momentos recuperaba la razón, pero mi mente estaba inestable, esa serie de golpes me había dejado fuera de lugar y el movimiento de la camioneta me mareaba.

El paso del tiempo me fue indiferente, el golpeteo de mi cabeza contra la cajuela me mantenía despierto. Las voces de mis captores se escuchaban muy por lo bajo debido a lo alto de la música, una serie de canciones de rock pesado, solo podía pensar en que esto era el comienzo, si tan solo hubiera escuchado a mis padres esto no me hubiera pasado. Pero como dice la gente, el hubiera no existe, ahora me encuentro aquí, en la cajuela de una camioneta, atado y sin esperanza alguna de librarla. Solo quería desconectarme, alejarme de ese cuerpo amarrado, ser libre en mis pensamientos, ignorar la realidad. Pero aunque quisiera me era de lo más difícil, el dolor provocado por los golpes y la música me parecían molestos. La angustia apareció en mi, no sabia que hacer, al correr lo había perdido todo, debía buscar un momento en el cual refugiarme, algo de la vida que estaba por perder, algo de ese pasado que me mantenía feliz, un recuerdo de los buenos tiempos. Vino a mi mente esa luna llena, luna llena que había atestiguado todo, la persecución, mi captura. Su belleza, su blancura, su imponencia que mueve océanos y alborota bestias, luna de dioses, luna de diosas, reina de la noche. Ocupó toda mi mente, me llenó por un momento de paz.

Los 150 kilómetros por hora que yo calcule en mi mente por el sonido del motor comenzaron a aminorar rápidamente. Lo que antes había sido una autopista cambio en un golpeteo constante de un camino malo. Perdí la imagen de esa bella luna. Nos aproximábamos al destino final, a mi nueva prisión. Pronto comenzaría el verdadero sufrimiento. Ahora escuchaba más fuertemente a mis captores, eran unos cuatro o cinco. Dos voces graves dominaban la conversación, había perdido la concentración y ahora me encontraba sumido en descifrar sus palabras.

El golpe se detuvo de golpe tras dar una vuelta, habíamos llegado al destino. Todos comenzaron a moverse en silencio, salieron del coche, se abrían y cerraban las puertas, la música seguía a máximo volumen, las voces eran pequeños susurros. Sentí una brisa en el momento en que jalaban mis pies para sacarme del vehículo, caí al suelo. Recibí una fuerte patada que me sacó el aire.
-Levántate- Me dijo uno de mis captores gritando. No podía levantarme, se había llevado todo mi aire. Recibí una segunda patada. –Levántate pendejo-
-Levántalo tu idiota no ves que ya te lo madreaste- Dijo otra voz, yo ya no podía más la segunda había causado mucho dolor, mucho daño. No aguante el dolor cuando me levantaron, proferí un sonido ahogado que salía de mis adentros, un sonido de suplica, algo parecido a un llanto. Entre tanto dolor me sumergí en ese recuerdo de la blanca luna, recordé a mis padres, a mis hermanos, a mi familia, a mis amigos a esa persona especial. Recibí un nuevo golpe. Todo esfuerzo en mi cuerpo desapareció, un remolino de ideas me volvió a llenar la cabeza, un recuerdo tras otro, todos irreconocibles, un segundo, un tercer, un cuarto, perdí el conocimiento. Mi mente se trataba de alejar, pero ahí seguían, un sexto un séptimo. Mi cuerpo llegaba al máximo de su resistencia, yo seguía ahí, pero a la vez me alejaba.
-Lo vas a matar hijueputa- Todo paro, las sombras se apoderaron de mi visión, ya no sabia donde estaba.


El recobrar el conocimiento vino acompañado por un inmenso dolor de cuerpo. Me costo trabajo abrir los ojos y un esfuerzo aun más descomunal el levantarme, recargándome en una de las paredes. Ya no tenía la bolsa en el rostro, pero la habitación era obscura, iluminada tenuemente por una lucecilla que se escapaba por los bordes de la puerta. El hambre comenzó a inundar mi mente mientras pasaban los minutos, aun seguía ahí, pegado a la pared sin saber que era lo que estaba sucediendo, poco era lo que recordaba, me dolía la cabeza y escurría un poco de sangre de una herida reciente. El dolor atravesaba todo mi cuerpo, tenia dolor en las costillas y en el estomago, parecía que acabara de recibir una paliza que yo no pudiera recordar. Flashazos llegaban uno tras otro, pero nada conciso. Mi mente daba vueltas y vueltas, pronto me di cuenta que no sabia ni quien era, el dolor en la cabeza no me dejaba recordar nada. El dolor se transformó en mareo, no pude evitar el vomitar. Vomite todo lo que tenía en mí, llegando a vomitar bilis, dejando un sabor amargo y una quemazón en la garganta. Todo giraba a una velocidad increíble, me encontraba de cuclillas vomitando. No pude más, mi mente colapso e nuevo, caí al suelo.

No se cuanto tiempo estuve dormido, pero un peculiar olor me despertó. Logré abrir los ojos, el lugar estaba obscuro, solo lograba ver lo que iluminaba la franja de luz que provenía de la puerta. Todo era tan confuso, pero ese olor era conocido, un reclamo de mi estomago me recordó lo que era y lo que debía hacer con eso. Me levanté y avancé a gatas, me resbalé con un charco que me rodeaba, el olor era desagradable pero el otro aroma me invitaba a seguir, me levanté de nuevo, mis brazos me temblaban. Cerca de la puerta había un pequeño plato lleno de algo que parecía comida, no dude ni un momento lo tomé y me lo lleve a donde había estado hace unos momentos. Tomé una posición fetal con el plato entre el pecho y mis piernas, comencé a comer, devorando la comida, tomándola con las manos y llevándola a la boca de una manera descomunal, moría de hambre, el dolor era inmenso. Para cuando termine el plato, poco de esa hambre fue saciada. Con la molestia aminorada, observe a mi alrededor, el olor del liquido en el suelo era penetrante y yo me encontraba impregnado de el. Además de la puerta lo único que había en la habitación eran una cubeta y un inodoro. Me acerque a el, estaba vacio, no había agua, luego me acerque a la cubeta, estaba llena de agua. Sumergí la cabeza, estaba fresca, saqué la cabeza y dejé que el agua escurriera por mi cuerpo. Me sentía vivo de nuevo. Mi cabeza dejo de dar vueltas al dar algunos sorbos al agua. Sabia que no la debía tomar toda a la vez no sabía cuando me traerían más. No sabía nada en realidad, desde quien era hasta que hora era, no sabía si era día o noche, no sabía cuando comería o cuando dormiría, no sabía en realidad cuanto tiempo duraría o más bien cuanto resistiría. No recordaba nada aun, los recuerdos giraban borrosos en mi mente, nada rescatable. Solo una imagen era claro, un recuerdo suave, la imagen de una luna, una luna que era testigo de lo que me había sucedido.

Para no desquiciarme comencé a moverme, una perdida tranquilidad me volvió a rodear, todo pasa por una razón, yo saldría de esta y para eso debía mantenerme en el margen de la cordura. Me quite la camisa de lo que debía ser un uniforme, aun no recordaba así que no sabía de que era. La use para limpiar el líquido que cubría parte del suelo. Al terminar la deje tirada a un lado del inodoro, me recosté algo tranquilo y pensador. No sabía donde estaba ni que sucedía, pero si sabía que algo no debía estar bien. Intenté escuchar que sucedía al otro lado de la puerta, solo escuchaba música, algo pesada, cargada, de sonidos fuertes y ritmos exagerados, una música de alta velocidad. Mi cerebro comenzó a recordar, una serie de flashazos llegaron. Un camioneta con esa misma música, ese mismo ritmo, gente susurrando, la imagen de una luna blanca, una luna llena, un cielo estrellado, un muchacho que corre desesperadamente, un golpe, todo da vueltas. Me encuentro ahí, sentado en una habitación a obscuras, pero ahora recuerdo una parte de la historia, se que algo no esta bien, se que este no es mi lugar y si no es mi lugar, debe haber una forma de librarme de este.

Lo primero que debía hacer era mantener la calma, centrarme y pensar, pensar en una manera de librarme una forma de escapar. Opté por analizar la situación, esperar a que mis captores dieran la cara, esos hombres que susurraban, ese hombre que conducía la camioneta. Las horas pasaban y nada nuevo sucedía, las canciones del pasillo cambiaban pero el estilo seguía siendo el mismo. Un rock pesado que nunca pasaba de moda. Escuchaba las voces, los distintos susurros, logré identificar cinco distintos timbres. La comida entraba dos veces en lo que yo creía que era un día. Cinco días tuvieron que pasar para que lograra idear un plan de escape, antes de la comida dos de las voces salían por una puerta a mi izquierda, uno de los restantes iba a la cocina, otro se quedaba a ver lo que suponía sería un televisor y el tercero pasaba por lo que serian otras habitaciones a dar la comida. En el momento que fueran a servir la segunda comida de este día, en el momento que abrieran la puerta me lanzaría sobre el encargado, lo golpearía contra la pared y huiría por la puerta de la izquierda.

El tiempo pasaba de nuevo a velocidad normal, el plan me llenó de optimismo, pronto sería libre de nuevo. Llegó el momento en que dos de mis captores salían, pero algo era diferente esta vez, no eran dos sino cuatro. Casi todos ellos se colocaron delante de mi puerta, esta se abrió de golpe y entraron dos de ellos. Me levanté enseguida buscando la manera de defenderme, uno de ellos sonrió y le dijo a los demás.
-Miren cabrones el imbécil ya esta bien- Me intenté cubrir con los brazos cuando los sujetos se me aproximaron, lo primero que sentí fue un golpe al estomago que me dejo de rodillas en el suelo. Luego ambos sujetos me tomaron de los brazos y me sacaron de la habitación. El golpe me había sacado todo el aire, evitando que pensara o que tan siquiera fijara la vista en ellos. Mientras me recobraba comencé a observar a la gente a mí alrededor. En efecto eran cinco personas, todas encapuchadas, ninguno de ellos era muy alto, entre uno setenta y uno sesenta y cinco. Eran mas bajos que yo, pero todos eran por mucho más fuertes que yo. Me sentaron en una silla y abandonaron la habitación, me encontraba amarrado de pies y manos a la silla, además de cubrirme la cara. Intenté calmarme de nuevo, todo saldría bien, hablarían conmigo y me regresarían a mi habitación. Hablarían algo sobre la negociación de mi secuestro, era lo que yo pensaba, o lo que siempre pasaba en las películas. Nada saldría mal, la frase todo pasa por una razón me mantenía en mis cinco sentidos evitando un colapso por mi parte. Alcé la cabeza cuando escuché que la puerta se abrió.
-Baja la cabeza pendejo- La frase vino acompañada por un golpe con la mano abierta. No volví a alzarla. Se escucharon pasos, la habitación se llenaba de nuevo.
-Me agrada este imbécil, no ha causado problemas- Dijo una voz ronca frente a mí. Se movieron sillas y prendieron la música. En un volumen bajo iniciaban las estaciones de Vivaldi. Los que estaban a mis espaldas comenzaron a hablar por lo bajo, de nuevo me perdía la conversación. Se escuchó un manotazo y todos guardaron silencio. La voz grave comenzó a hablar de nuevo.
-Necesitamos una prueba para tus padres de que sigues vivo y necesitamos que sea convincente- Mi respiración se comenzó a acelerar, tenia que mantenerme tranquilo, no caería en su juego.
–Ahora- Tomaron mi brazo y lo pusieron sobre la mesa, esto no podría empeorar, me esperaba lo peor. Ahora respiraba por la boca. Me destaparon de golpe los ojos. Vi mi mano y mis cinco dedos extendidos sobre la mesa, eleve la mirada y vi a mi secuestrador, tenía una capucha negra que dejaba ver unos ojos obscuros que brillaban a contra luz. Cuando vio que lo veía elevó su mano con un objeto brilloso, era una navaja suiza, reluciente, afilada. No lo pude evitar, grite.

Pasaron horas, tal vez días y posiblemente semanas para que me volviera a encontrar conmigo mismo. Este encuentro era retardado por mis captores que entraban seguido y me proferían inmensas palizas. Me llevaron seguido a esa habitación, me habían quitado las uñas, me habían quitado una oreja y me habían quitado mi pequeño dedo meñique. Solo la primera intervención fue dolorosa, en las siguientes me encontraba ido. El dolor causado por tantas palizas, el daño psicológico, la humillación constante, evitaban que una simple tortura me causara dolor. Estaba completamente destrozado, costillas rotas, ensangrentado de pies a cabeza. Vomitaba día y noche. Por eso paso tanto tiempo. Pero algo tuvo que cambiar para que se detuvieran, llego alguien nuevo, obtuvieron un juguete nuevo para jugar con el. No tarde en escuchar sus gritos. Quitaban el rock para dejarnos escuchar sus llantos, sus suplicas. Eran buenos en eso, sabían como quebrar nuestro espíritu, sabían como quitarnos toda sensibilidad y rasgo humano. Parecíamos ganado en dirección al matadero. Fue entonces que escuche, después que apalearan a esa nueva persona escuche de nuevo a Vivaldi, la estación de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Me dieron vida de nuevo, me ilusionaron con ese mundo que había afuera del que me había olvidado. Mi cuerpo se lleno de fuerzas renovadas para salir adelante, con las palizas ausentes mi antiguo plan era nuevamente viable.

Había llegado la hora de darlo todo por mi plan. A fuera de mi cárcel, todo seguía igual, los turnos eran los mismos y la oportunidad seguía siendo la misma, a la hora de la segunda comida me lanzaría contra el que me entregaba la comida, lo estrellaría contra la pared y correría a la puerta de la izquierda. La divina salida, la añorada salvación. Al recibir la primera comida y mi dotación de agua, la comí con esmero y me bañe como si fuera la ultima vez. Use parte de mis pantalones para cubrirme las heridas y en caso de que me devolvieran un golpe no me sangrara fácilmente. Me había vuelto resistente a tantas palizas, sobreviviría a mi escape y pronto seria libre. Pero antes debía luchar por conseguirlo. Entre comida y comida, me puse a ejercitar las piernas, trote en círculos adentro de la habitación. Descansaba a ratos y tomaba agua. Estaría listo para el momento en que se abriera la puerta. La música era una buena manera de medir el tiempo. En promedio eran un total de ciento veinte canciones, algunas eran más cortas y otras más largas, pero había destinado días enteros a organizar un reloj, para que mi plan no fallara. Faltaban pocas canciones cuando algo en el plan varió, se escucharon voces en el pasillo, casi gritos. Estaba ocurriendo una discusión, alguien pasó por el pasillo y cerro la puerta de golpe. De nuevo reino la paz. Faltaban unas siete u ocho canciones. Comencé a respirar lentamente para relajarme y estar listo cuando la puerta se abriese.


La última pieza se escuchó, se abrió una puerta cercana y apalearon a uno de los secuestrados. Ahora seguía la entrega de la comida. Todo iba de acuerdo al plan, todo saldría bien. Levante la mano y observé mi dedo faltante, vi las malas costuras y la infección que comenzaba a empeorar. Me operarían y todo quedaría bien. Dos de mis restantes dedos ya no los podía mover, y debía tener dos o tres costillas rotas. Pero todo eso era insignificante, una vez que saliera, viviría de nuevo. Me senté recostado contra la pared, a un lado de la puerta. Pegué mi oreja buena contra la pared, escuche las puertas y los pasos, pronto estarían ante mi puerta.
Los pasos se fueron aproximando, escuché la perilla girar, era ahora o nunca, respire profundamente. La puerta se abrió, me lancé sobre el. Con la fuerza que llevaba lo derribe, no espere ni un segundo más, era mucho el dolor en mi pecho, pero era más la satisfacción de tenerlo entre mis manos. Tomé su cabeza y la azote contra el suelo. Tantas veces que llegue a sentir placer ante esa situación, pero en mi seguía vigente la idea de libertad, así que antes de matarlo lo solté, lo deje inconsciente, cubierto por su pasamontañas obscuro. Me levanté repleto de adrenalina, salí al pasillo y me encamine a la puerta de la izquierda. El pasillo era exactamente como lo había imaginado, mis cálculos en cuestión a los pasos que daban habían sido exactos, todo saldría bien, la puerta debía estar abierta. Escuche voces a mis espaldas, pero ya era demasiado tarde para ellos, no me alcanzarían. En ese momento todo en mi mundo se colapso, escuche un ruido del otro lado de la puerta, vinieron dos golpes seguidos y la puerta se abrió. Policías uniformados entraron en grupo. Corrí hacia ellos. Levantaron sus armas, aunque esto ya no me importo, yo seguía corriendo, de mi boca no salía palabra alguna, había olvidado como hablar, me había acostumbrado a hablar para mis adentros.

Todo paso muy rápido, el pasillo era muy largo y yo no podía correr muy rápido aunque lo intentara. Sentí algo parecido al piquete de una abeja, luego otro y otro, todos dieron en mi espalda. Uno de los oficiales cayó al suelo al mismo tiempo que yo caía de rodillas. Quede rodeado por un tiroteo. Recordé quien era al recibir un nuevo piquete, ya no sentía dolor, era glorioso olvidar estos momentos. Me acordé de mis padres, de mis hermanos, de mi familia, de mis seres queridos, me acorde de esa noche, noche de luna, noche de estrellas, en que desobedecí a mis padres. El dolor regresó, un oficial se acerco a mí, me tomó entre sus brazos, decía algo, comenzaron a abrir las demás puertas y sacar a mis demás compañeros. Ahora éramos libres, el oficial me saco del edificio por la soñada puerta de la izquierda, vi el sol, vi unos arboles, vi aves y nubes azules. De nuevo todo era un remolino de colores, recuerdos venían y se iban. Un dolor ausente me rodeaba. El oficial me recostó, le regalé una sonrisa y suspiré.
Espero sea de su agrado
Mario Ovies Gage.

sábado, 7 de marzo de 2009

"La noche del secuestro"


La noche del secuestro
(Parte 1)



La luna llena brilla sobre mi, su luz me guía por la noche, llena de estrellas, una noche de cielo estrellado, una noche clara, noche de luna llena. La oscuridad acrecienta la paranoia que crece en mi interior, las voces de mis padres dan vueltas en mi interior. ¡Llámanos antes de venirte caminando! ¡Estas no son horas! Pero, como ignorar una posibilidad más de soñar, de adentrarme a un temor más, ignorar la realidad, caminar bajo el cielo estrellado ignorando todo aquello que me pueda pasar. Sigo pensando que mi ciudad es tranquila, y si algo me pasa, es porque debía pasar. ¿Acaso soy alguien para enfrentarme a mi destino? No lo creo, así que, lo tentaré, le daré una razón para soñar. Ya es pasada la media noche, un sábado más, los antros llenos, filas enormes para entrar. Su música se escucha hasta la calle, el griterío, voces que intentan sobresalir ante la música. El Montejo nocturno despierta al morir el Sol. Yo me dirijo a casa, tras una larga jornada de trabajo.
La caminata llega a su recta final al dar vuelta en Friday’s, dejar la concurrida prolongación de Montejo para pasar por una calle lateral, zonas de carga, llena de basura, poca iluminación. Solo pasan los coches que se dirigen a sus casas. La semana agoniza, el domingo inicia, levanto la mirada y observo la luna. ¿Hoy que escribiré? Tengo tanto sueño que dudo llegar y escribir algo, pero es tanto lo que pasa por mi mente, que deseó con toda mi alma librarla de tantos pensamientos. La noche esta iluminada por la luna llena, luna llena que ocupa gran parte del panorama nocturno, luna llena que ocupa mi mente. Pasa un coche a mi lado, la calle queda vacía de nuevo. Un coche se ve a lo lejos, ¿de que escribiré hoy? Ahora veo mejor ese coche, es una patrulla, pasa lentamente a mi lado, observo a un policía dormido mientras su compañero esta manejando. ¡Ya sé! De un secuestro. De eso tratara mi nueva historia. Inspirado en la histeria que se a desatado en la ciudad por la violencia, escribiré sobre un secuestro. Un muchacho que va caminando, a media noche. No se lo tenían permitido, pero debido a la hora, sus padres duermen, ignorantes de que a desobedecido y ahora se dirige a pie a su casa. Son pocas cuadras las que le faltan para llegar, el cielo despejado, una noche clara de luna llena.
La historia suena prometedora, pero, que más. Es de noche, una ciudad tranquila, patrullada, una camioneta pasa a mi lado, negra, de grandes proporciones, cristales polarizados. No sabría decir la marca, soy ignorante a eso. Esto quedara genial en mi historia. La camioneta aminora la marcha, comienza a ir a mi ritmo. El muchacho de la historia comienza a ponerse nervioso ante este extraño que a aminorado su paso. En cualquier momento algo me va a pasar. Pensaba el muchacho, más bien, pensaba yo. Me comenzaba a poner algo nervioso ante la camioneta que andaba a mi lado, la calle estaba completamente vacía, solo éramos esa camioneta y yo. Mis pies empezaron a avanzar más deprisa. ¿Qué hacer contra un vehículo? Perdí la concentración en mi historia, ahora yo era el personaje principal en una historia de suspenso. Me quise calmar, me calmé, pero en mi cabeza siguen girando las ideas, no puedo dejar de pensar, mi mente me traiciona, juega conmigo. Decidí caminar calmadamente, es pura casualidad que una camioneta negra de cristales polarizados avance a mi lado, a mi velocidad, sin disminuir o acelerar. Una de las ventanas se abre. Deja ver a un señor gordo que me observa.
Ahora si, no hay duda, algo no está bien, sin dudarlo comienzo a acelerar. Es inútil el vehículo me iguala en velocidad en cuestión de segundos. ¿Que hacer? No encuentro la calma, solo logro disimular, un disimulo falso, mi mente me traiciona, no se que hacer. Un coche comienza a tocarle el claxon a mi singular acompañante. Este acelera, me rebasa y se va. Da vuelta en la primera esquina, conozco esa calle, es una calle cerrada, se que algo esta tramando, los coches que esperaban tras de ella continúan por la calle, de nuevo me encuentro solo. La luna llena me vigila desde lo alto. Se que algo no esta bien, yo sigo adelante, estoy a pocas cuadras de mi casa, la camioneta me espera para dar la vuelta. La poca paz que alcancé vuelve a desaparecer, mi delirio de persecución llega al extremo, he decidido no correr, puede ser algo tonto, pero he decidido enfrentar al destino, si debe pasar que pasé. Estoy a unos cuantos pasos de la gran plaza, una parte de mi quiere sobrevivir, sabe que algo va a pasar, pelea contra mi otra parte que no quiere correr, esa parte de mi que sabe que no pasara nada.
Me decidí, comencé a correr, cambie de ruta, no me dirigí a mi casa, todavía esta lo suficiente lejos como para echar la carrera final, así que en un momento decidí cambiar de ruta, probar así si mi persecutor en realidad lo era, o solo era parte de un delirio aumentado por el sueño. La camioneta me siguió, tomando la misma calle que yo. Mi error fue darle la espalda, ahora solo escuchaba el motor de la camioneta, escuchaba las velocidades que rompían con el silencio de la noche. Todo pasó muy rápido, la camioneta me alcanzó, me dio en las piernas y de momento ya estaba en el parabrisas. El golpe evitó que me pudiera mover, unos sujetos se bajaron del coche, ya no veía bien, lo veía todo borroso, el golpe fue fuerte, mi cabeza había dado directamente contra el parabrisas. Un sujeto tomó mi brazo, sentí el suelo en mi rostro, dejé de observar el cielo, intente observarlo, pero solo logré ver un puño, seguido por una bolsa que me cubrió el ensangrentado rostro. Parecía un muñeco de trapo, me tomaron de los brazos y me subieron a la camioneta. Recibí un segundo golpe, este se llevo todo mi uso de razón, un torbellino de colores, el asiento trasero de la camioneta y el vago recuerdo de una luna llena.