sábado, 31 de enero de 2009

“Máximo temor”

“Máximo temor”



Había llegado la hora, las ansias y el temor a entregarlas había provocado que el tiempo pasara volando. Ahora es tarde, dejé que pasara demasiado tiempo, se me agota poco a poco. Ese temor que consumía mi tiempo ahora se convierte en mi prisión, me mantiene inmóvil, no me deja mover ni un solo músculo de mi cuerpo, no me permite ni pensar, soy prisionero en mi propio cuerpo. Mi respiración es lenta y los latidos de mi corazón son ahora como tambor en clímax.

Me encuentro en la estancia final, a unos cuantos pasos me espera la bestia en su lecho, un enorme león que trae consigo mi muerte. Escaleras abajo, me espera la leona, en espera de que desista, en espera de que evite al león. Ante esta situación me pregunto: ¿A quien temerle más? A un león en reposo, con sus enormes garras y sus dientes filosos, o a una leona en espera, sigilosa y astuta. El león, después de pensarlo por unos instantes, es por mucho, la mejor opción. Por ahora no es la leona, ni mucho menos el león, lo que ahora me mortifica es mi misma mente. Traicionera juega conmigo, me hace sudar frío, me hace lamentarme sin aun confrontarme a mi destino.

Por eso estoy aquí, con el papel en la mano, a unos pasos del león, a unos pasos de mi destino, mi posible muerte, mi posible fin. Sigo sin moverme, un temor profundo circula por mis venas. Me hace retroceder, me hace pensar en otras opciones, en luz al otro lado del puente, me hace pensar en la leona, entregarme a ella, que me destroce, que me torture, pero a final de cuentas me llevara con el león.

Por eso sigo estando aquí, inmóvil, pensando que si entrara le entregaría la hoja, esto lo enfurecería, rugiría con rabia. Se lanzaría sobre mí, pero yo estaría preparado, correría y me escurriría de entre sus garras. Soy pequeño, soy ágil, soy una molestia para un león grande y de movimientos torpes. Correría escaleras abajo, saltaría uno que otro escalón, ya que eso me ayudaría a salir más deprisa. Pasaría de largo a la leona, abriría la puerta y escalaria la reja. El león tardaría en salir, ya que discutiría con la leona, abriría la puerta para toparse con que escalaría la reja. Todo eso me daría tiempo, lo aprovecharía, correría y correría, como si eso fuera una cacería. Ya que llevaría ventaja, doblaría en una calle o dos, intentaría borrar mi rastro, aunque sabría que mi olor me delataría. Yo comprendería que el león me atraparía, seria presa fácil, pero tendría el tiempo a mi favor, así que correría y correría, tal vez me escondería o hasta un árbol treparía. Todo dependería del tiempo, el me buscaría, a su olfato seguiría, mi temor el olería y en un momento el me encontraría. Para mi, todo dependería del tiempo, del tiempo en que tardara en encontrarme, de decidir seguir su olfato, en doblar en una que otra calle, en seguir mi rastro, en saltar la reja, en discutir con la leona, en abandonar su lecho, en soltar su furia, en agarrar la hoja.

Por eso, ya pensado todo esto, yo sigo ahí, inmóvil, de pie a unos cuantos pasos del destino, respirando lentamente con el pulso acelerado. Estoy parado en medio de la nada, con la hoja en la mano, a unos pasos de la habitación de mi padre. Donde el sin saber nada recibirá mis calificaciones.

miércoles, 28 de enero de 2009

"La solución"

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"La solución"


-¿Qué haces ahí sentado?-
El que ahí se encontraba no le contestó y no lo haría, ni lo pensaba hacer, si es que lo pensaba, si es que tan siquiera respirase. Lo que lleva a cuestionarse, si es que respiraba. Era muy posible dentro de lo que es probable, demasiado irreal dentro de lo que es real para serles sincero. Era una creatura, asumiendo que fuera humana o que lo hubiese sido. Había nacido, eso si que era probable y a la vez comprobable, en un mundo similar al nuestro asumiendo que respirase y que fuese humano cabria la opción de especular que su mundo fuese en el acto, un lugar parecido. Lleno entonces de injusticia, indiferencia, en una palabra, en nuestras palabras, inhumano.
Como les decía, ese ser, ahí sentado, por conclusión de lo anterior, si nació, probablemente respira y posiblemente es humano. Pero su razón de ser, su razón de existir le fue negada. Lo trajeron al mundo a sufrir, a padecer, mientras que tu y yo, vinimos a este mundo a vivir, a gozar, a disfrutar de una vida, que a el le fue negada. Así que, ¿qué sabe el de lo que es vivir? Le robaron su vida apenas la tuvo, lo olvidaron, lo ignoraron al igual que lo debieron de haber usado y explotado. Una vida cruel en un mundo indiferente que lo abra llenado de ilusiones, de sueños sin sentido, de anhelos imposibles, lo abran llenado de ideas que el mismo vio muy cercano al infinito de lo inalcanzable.
Debido a todos estos problemas, a toda esta vida de miserias, se habra cansado de luchar, habra desistido a seguir viviendo, habra deseado, añorado e implorado el haber dejado de respirar. Pero míralo, aun lo sigue haciendo, aun sigue ahí, se a dicho a si mismo que es humano, se aferra a la vida, tiene fe, fe en que un día exista un cambio, fe en que un día alguien se le acerque y le diga:
-¿Qué haces ahí sentado?, rápido toma mi mano y juntos encontraremos la solución-

domingo, 25 de enero de 2009

"Soñador soñado"

"Soñador soñado"



Poco a poco comenzó el nuevo día. Los rayos del Sol iluminaron avenidas y calles. Sus rayos se reflejaban en los edificios, los techos de los carros y de las casas. La gente iba de un lado a otro, volando entre coches y camiones, por grandes avenidas o pequeños callejones, todos iban a gran velocidad. Era un día como cualquier otro. La gente iba a trabajar, el sol iluminaba la ciudad. Los coches transitaban a altas velocidades, la gente iba de un lado a otro. Nada especial.

En el piso 32 de un edificio departamental como tantos. Un sigiloso rayo de sol entró por la ventana del cuarto de David, se escurrió por un agujero en las persianas, se arrastró como serpiente por la alfombra hasta llegar a la cama, la escaló con suma cautela y la recorrió lentamente, en silencio total. Ahí estaba su rostro, recostado en la almohada, ahora iluminado por un rayo solar que se escurría por un pequeño agujero en las persianas. David se levantó refunfuñando, aun medio dormido, enojado por no haber reparado el día anterior el desperfecto. Era temprano aun, faltaban algunos minutos para que su reloj sonara indicando que ya era hora de ir a trabajar.
-Al que madruga, Dios lo ayuda- Dijo en voz alta, terminando de bostezar.
Se levantó con trabajo de la cama, se estiró y comenzó a caminar en dirección al baño. Encendió la luz, abrió la manija de agua caliente para dejar correr el chorro y que se llenara la tina. Se quitó la camisa, quedando semidesnudo volteó a verse al espejo.
-Me gustaría ir hoy volando al trabajo- Bostezó de nuevo terminando en una clase de suspiro. Volteó a ver de reojo a una de sus blancas alas, luego se observó de nuevo en el espejo. Se encontró con un hombre bien parecido, alto, delgado y de tez morena. Con dos enormes alas blancas de plumaje blanco, un ángel caído suspiraban algunas mujeres. Las extendió para poderlas contemplar mejor, la habitación quedo en las sombras. Contemplo la figura que se formaba en los espejos, sus ojos color de olivo resplandecían en la sombra. Su plumaje blanco, sus inmensas alas, en las sombras era un demonio, a la luz del sol un ángel. Guardo sus alas, la luz lo iluminaba de nuevo, se observó por última vez en el espejo.

El día era caluroso, el sol brillaba en las alturas, la ciudad se encontraba llena de vida, coches circulando, gente volando de un lado a otro, disfrutando del calor, disfrutando del sol. Una vez que David estuvo listo salió al balcón, respiro profundo, dejándose llevar por el olor de la ciudad, el olor de lo árboles, de la humedad, del humo creado por el motor de los coches. Hoy sería un gran día, eso nadie se lo podía negar. Alzó la mirada al cielo, extendió las alas, subió al barandal y se lanzó. La fuerza de gravedad lo jaló. Extendió las alas y con un aleteó comenzó a volar. Con delicadeza y gracia efectuó su vuelo, hacia arriba y hacia abajo, un aleteó perfecto, exacto.

El camino al trabajo estaba muy transitado, un día soleado era igual a mucha gente deseosa de estirar las alas. Gran parte del año llovía, así que hoy era un día especial, y un día especial era igual a problemas viales. Pocos habían pensando en ese probabilidad, aunque todos los años pasaba lo mismo con los días soleados, la gente se olvidaba, aun así unos cuantos no, habían preferido sacar sus motos o sus convertibles, todos buscaban de alguna manera aprovechar el suceso. Aunque hubiese tráfico aéreo la gente sonreía y se mantenía de buen humor. Lo que el sol y el aire fresco podían hacer con la sociedad.

La empresa en que trabajaba David tenía sus oficinas en un viejo edificio cerca del centro de la ciudad. La empresa para la que trabajaba producía toda clase de productos para las alas y la comodidad de sus clientes. Desde artículos de limpieza; tales como insecticidas, shampoos, tintes de todos los colores. Además de accesorios para cubrirlas; para el frío, para plumas delicadas, para días calurosos. La empresa era una de las más ricas y poderosas, era un monopolio de su rubro, la primera y la única. No cualquiera trabajaba en ella, o eso se decía a si mismo David, el era feliz con su puesto. El ejercía como jefe de diseñadores, innovaba la imagen de los productos viejos y creaba lujosas e imaginativas presentaciones para los nuevos. Era feliz con su vida y su trabajo, lo tenía todo, o mejor dicho, casi todo. En ese momento entró a su oficina una de las diseñadoras de su equipo, lo que le faltaba para que su vida fuera perfecta, Beatriz, de alas pequeñas y relucientes, plumas perfectamente ordenadas, alisadas y perfumadas, que van dela mano en completa armonía con su delicado cuerpo, de cuidadas facciones, cintura perfecta y piernas talladas por los mismos Dioses. Una verdadera obra celestial, de ojos obscuros y cabello castaño, delicada a simple vista pero fuerte de espíritu. David moría por ella, suspiraba cada vez que la miraba, soñaba con esconderse entre su plumaje, cubrirla entre sus alas y besarla apasionadamente. Llevaban poco tiempo saliendo, pero cada vez que se veían era como si fuera la primera vez. Hoy la invitaría a cenar y así concluiría su gran día, todo saldría bien, seria un éxito.

El trabajo para la compañía no era nada del otro mundo, ni nada imposible de realizar. Los horarios eran accesibles y el trabajo que realizaban no era una gran carga. David y su equipo de diseñadores; Miguel, Beatriz, Leonor y Rodrigo creaban maravillas. Desde una nueva imagen para el shampoo anti-pulgas para plumas, hasta los infomerciales de la mayoría de los productos que ahí se producían. Por algo eran el equipo mejor pagado, que mas podían pedir. Bueno, David solo podía desear una cosa y eso era el corazón de Beatriz. Ignorando lo que la gente pudiera decir David se había lanzado en la ardua cruzada de conquistarla; le compro flores, chocolates, accesorios, peluches y hasta lujosos vestidos. Beatriz le correspondía a todos sus halagos, ambos estaban contentos, así que en el momento en el que el la invitó a su departamento a cenar, ella aceptó.

La cena fue todo un espectáculo romántico. Velas por doquier, una cena suculenta, rosas en la mesa, además ambientado por una música seductora. Ambos terminaron de pie, bailando al compás de la música. El la rodeó con sus brazos, la acogió entre sus alas. Tomo su cintura, acarició sus mas finas plumas. La música cambió, se volvió más prendida y con ella el ambiente, su danza se acopló al ritmo de la música, se transformó en una especie de ritual, lleno de movimientos rítmicos, figuras circulares trazadas con el ondular de sus alas completamente extendidas, una danza parecida a la del pavorreal. El rito terminó, estaban listos, un beso pasional, una que otra caricia, que termino en un juego entre las sábanas, entre plumas, un lecho iluminado por las velas y la luz lunar que se escurría entre las persianas.

Un fuerte dolor de cabeza lo despertó, se levantó de la cama. La silueta de Beatriz se encontraba a su lado, iluminaba su contorno el primer rayo solar del amanecer. Su plumaje, de lo más fino, ahora desordenado brillaba cálidamente, resaltaba igual su bello cuerpo entre las sabanas. Se alejó de la cama en total silencio para no despertarla, evitando las pequeñas velas que se encontraban en el suelo ahora totalmente consumidas. Todos los relojes se detuvieron mientras el seguía su paso hacia el baño. El tiempo se detuvo para comenzar su marcha atrás. El sol se metió de nuevo, las velas revivieron, la habitación cobro vida al son del Tac-Tic de los relojes, que retrocedían a gran velocidad. La luna volvió a aparecer, la habitación se encontraba ahora iluminada por las rejuvenecientes velas. El tac-tic continuaba su frenética marcha. Las velas se apagaron al quedar como nuevas, la música paró, la luna terminó su recorrido y salió de nuevo el sol. Ya era hora, giró la perilla, entró de nuevo al baño. Se miró por ultima vez en el espejo. Se escucho un tic, luego un tac. Un tic-tac. Observó esas hermosas alas, suspiró. Eran de nuevo las ocho de la mañana.
-Me gustaría ir hoy volando a trabajar- Dijeron los dos, al unísono, como si fueran un mismo ser, cada uno a su lado del espejo.
-Como me gustaría tener alas y poder volar- Dijo de nuevo, esta vez para sus adentros.
Tomó su baño con el agua bien caliente, se vistió y salió del baño con energías renovadas.
-Para que quiero volar, si me puedo teletransportar- Cerró los ojos. La habitación quedo vacía.
Dentro del baño habían tres espejos, donde uno le reflejaba al otro una distinta realidad. Del otro lado de uno de ellos, David soñaba con un día volar, en otro David soñaba con un día poder soñar, en otro David soñaba con un día despertar y así poder llegar temprano a trabajar, sin saber que ya era tarde.

sábado, 24 de enero de 2009

"Receta de amor"

"Receta de amor"



Como si fuera la primera vez me acerqué a ella, acaricié su rostro, recliné la cabeza y acaricié su cuello. Me miro fijamente, como si fuera la primera vez que lo hiciera, con sus ojos color leche. Profundos, cautivantes, qué me hacen mirarla fijamente y perderme en el océano de sus encantos. Sus labios suplicantes me llaman, como cuando dos extraños se encuentran, algo nuevo, algo único, son suaves, húmedos, como si fuera la primera vez me entrego a su belleza. Encuentro en ellos la verdad, un amor que se expresa, un amor nuevo, desconocido y por conocer. Como explorador que avista tierra nueva, arqueólogo que encuentra pirámide, creyente que encuentra a su Dios yo encuentro el amor en sus labios, en sus caricias, en sus ojos. Veo en ellos la pasión, veo en ellos el fuego que se enciende por mi, que la consume, que nos consume. Veo en esos ojos color leche, que solo hay una cura, una cura que apagara esas llamas, una cura, que se encuentra en mi interior. Soy Yo esa agua que apagara esas llamas, que salvara su alma, yo soy, esa Receta de amor.

jueves, 22 de enero de 2009

"Caso terminal"

"Caso terminal"



Yo creí con un día ver esto terminado, yo soñé con un día el verme curado. Ahora sufro desolado, sufro, cuando veo por la ventana y no te encuentro, cuando veo por el espejo y no me encuentro. Un día creí estar tan cerca, tan cerca, que podía sentir la gloria. Vaya ilusión, nunca pude estar más lejos. Viví engañado, viví creyendo con un día estar curado. Ignoré la ayuda, ignoré la cura, pasé de largo toda posible amargura, disfrute sin duda, y ahora pago esa ranura, esa hendidura que deja a mi corazón con cruda, cruda de amar cruda de vida.
Disfrute cada momento, me divertí sin fijarme en el tiempo, viví como en un cuento, y ahora pago sin descuento, un terrible tormento. Creí que eso era vivir, creí que eso era sentir, pero cada día, el tiempo se me iba, y me traía, cuando aun no decidía, dolor y desidia.
El tiempo se me acaba, tuve la opción de alejarme, tuve la opción de curarme y no la tomé, porque aun creía, creí en el poder salvarme, en el poder sanarme, creí en la oportunidad. Esa fue mi tumba, esa fue mi perdición, creer en el poder salvarme, creer en la vida, crear mi propia perdición, construir mi propia tumba. Ahora terminó, todo acabo, solo queda abandonar la vida, olvidar toda desdicha, ignorar la gloria, encontrar la derrota, ver de frente a la muerte sin demora.

Causa de muerte: El paciente no soportó la recuperación de las quimioterapias, muere por falla respiratoria el veintidós de enero del dos mil nueve a las veintitrés horas con cuarenta y siete minutos.

domingo, 18 de enero de 2009

"Hope" Capitulo 3

Segundo Aniversario
"Piezas de una vida que colapsa"
Segunda parte.



Capítulo 3.
"Hope"
(Esperanza)



En su mente, no había ni alegría ni enojo, era un estado medio, un estado de armonía. No expresaba sentimiento alguno, una mirada perdida, una mirada de tristeza, de reclamo, de soledad. Su pelo, recién pintado de negro, le cubría parte del rostro, su modo de reclamo, su forma de darse a conocer. La joven levantó la mano, el camión se detuvo, con estrepitoso ruido, monstruosos mecanismos para detener a una bestia de tales proporciones. Se abrió la puerta. Un señor se apresuró a subir.
-Quítate de mi camino emo- Dos muchachos se subieron casi corriendo, haciéndola a un lado. La joven tomó aire, tomó fuerza y subió al camión. Mecánicamente le pagó al conductor. Recorrió el pasillo entre miradas, para sentarse en su lugar de costumbre, entre dos ventanas abiertas, ni muy adelante, ni muy atrás, un punto medio. No había mucha gente en el camión, unos señores atrás, una señora en la fila de alado y los muchachos. Los dos muchachos la volteaban a ver, planeaban algo, ella lo sabía, era obvio, su casa aun quedaba lejos, pero podía bajarse en el parque, acortar distancias, salvándose de esos jóvenes, de sus miradas, de su odio, de su falta de tolerancia, de madurez.
El camión tomó fuerza, con un rugido comenzó a avanzar. El día aparentaba alegría, estaba soleado y una fresca brisa acariciaba su rostro, despeinándola ligeramente, dando a relucir sus penetrantes ojos, mostrando la belleza tras la mascara de amargura. Los muchachos se sorprendieron al verla, al ver sus ojos, al encontrarse con esa belleza oculta, uno de ellos se sonrojo, ambos dejaron de observarla. Rápidamente se acomodo el cabello, acomodando su fleco, dándole la forma deseada. Ella quería ocultar su don, quería ocultar lo que era, la realidad, quería pasar desapercibida, algo difícil, ocultar su mirada, ocultar sus facciones, ocultar su belleza era casi imposible. Su nueva forma de vestir y de peinar, hacían su trabajo, la gente ya no la miraba por su belleza si no por su forma de vestir, de actuar, de ser.
El camión seguía su recorrido por la avenida principal. La joven sacó de su bolso su ipod, se colocó los audífonos sumiéndose en la música. A ella le gustaba lo clásico, lo suave, la armonía, la esencia. Viajaba con la música, se transportaba, ignoraba sus problemas, se alegraba. Una sonrisa se dibujo en su rostro. Los muchachos le lanzaban miradas, de nuevo se ruborizaron ante su sonrisa, eran menores que ella, uno o dos años. Comenzaron a hablar entre ellos. El camión se detuvo de nuevo, varias personas subieron al camión, entre ellas gente conocida, un muchacho guapo, algo alto para su edad, seguido por dos muchachas rubias, y luego por tres muchachos de apariencia ruda, rapados y con tatuajes. Al primero, al verla se le dibujo una sonrisa en el rostro, levanto la mano para saludarla. Ella, asustada ante la nueva situación se levantó, apretó el timbre, se abrió la puerta y en pocos segundos corría sin dirección, alejándose lo más posible del camión.
El parque estaba en frente, solo tuvo que entrar y perderse entre los arboles. El trayecto fue algo rápido dado a la velocidad que alcanzó, el centro del parque, junto al estanque, estaba casi vació, con la excepción de una pareja que caminaba al otro lado y a un niño jugando en el estanque con su madre a sus espaldas. El pequeño de rodillas frente al estanque, no tenía ojos para ninguna otra cosa que no fuera su pequeño pez.
-Miguel, cuando te cansaras de intentar atraparlo- Dijo la joven tras recuperar el aliento.
-Ayer lo agarré- Dijo sin voltearle a ver. -Se me escapó, pero no será por mucho tiempo. Hoy es mi día-
La muchacha paso de largo al niño sentándose a un lado de la madre. Un gran árbol cubría la banca, protegiéndoles del sol y dándoles una fresca brisa.
-No logro sacarle de la mente al pez, todo el día anda pensando en eso, esta obsesionado. Comienza a asustarme-
-No te preocupes, con un nuevo juguete que le compres se le pasara-
-Puede ser- Guardo un minuto de silencio, se le quedó mirando sin poder pronunciar palabra alguna. -¿Cómo has estado? ¿Y ese cambio de look? -
La joven no había visto venir esa pregunta, aunque sabia que vendría la dejo sin palabras al igual que la señora. El silencio se torno incomodo, ella comenzó a peinarse con una sonrisa mal dibujada en el rostro.
-Nada más, quería probar-
-Te queda bien, pero- Pensó lo que iba a decir. -Tus ojos no lucen, y con ese fleco, no presumes de tu belleza- La joven se sonrojo, la platica era algo incomoda, pero por respeto se quedó.
-Mamá, mamá, lo tengo lo tengo- Miguel les comenzó a gritar interrumpiendo la platica. El niño tenía entre sus dedos al diminuto pez, momentáneamente se vio la gloria en sus ojos, un brillo increíble que de inmediato se convirtió en una mirada de susto, ya que el peso le ganó y se fue de cara al agua. Su madre profirió un grito, ambas se levantaron y corrieron por el pequeño. Lo sacaron entre las dos, el pequeño salió empapado con una pequeña raspadura en el pie, comenzó a llorar.
-Vas a estar bien, no es nada que una curita no pueda solucionar-
-No es eso mamá- Dijo el pequeño sin dejar de lagrimar. -Hizo trampa-
-¿Quien hizo trampa?- Dijo la madre en un tono desconcertado ante la aclaración de su hijo.
-¿Quién más mamá? Lorenzo-
El niño de verdad estaba loco pensó la joven, se encontraban solos.
-¿Y quién es Lorenzo si se puede saber?-
-Mi pez-
En el rostro de la joven se dibujo una sonrisa, la madre solto una carcajada. Cogió a su hijo de la mano, se despidió de la joven y se marcho en dirección a su casa.
-Espera mamá-
-¿Qué pasa ahora Miguel?-
-No me despedí-
-Anda rápido, no te vayas a resfriar- El pequeño se separó de su madre, acercándose a la joven. Ella se agacho con los brazos abiertos.
-Nos vemos mañana Esperanza-
-Claro que si Migue- El pequeño la abrazó, le dio un beso y corrió hacia su madre.


La escena fue conmovedora, se fueron alejando, dejándola sola, sola con sus pensamientos. Pronto recordó el incidente del camión, y lo que eso provocaría al día siguiente en la escuela.
El haber ignorado a Carlos en el camión le costaría grandes molestias en todo el día, ya que eran compañeros de clases. Además, las dos rubias que lo acompañaban abrían visto su nuevo corte, lo cual desencadenaría que el colegio entero ya lo supiera. De nuevo suspiro. Continuó caminando por el parque. Su celular comenzó a sonar.
-¿Sí?, ya voy mamá, ya voy. Estoy en el parque-
-Me encontré con la señora Díaz- La expresión en su rostro cambió, mostrando molestia.
-Si, estaba con el, se cayó en el estanque-
-Si, sí, está bien no le pasó nada, se lo llevaron a casa-
-Ya voy, ya voy, en cinco minutos estoy en la casa-
-Bye-
Lo único que le faltaba, le esperaban en su casa, se le había olvidado la cena, Fernando y otros médicos iban a la casa. Esta sería una noche larga, la fosa ya estaba hecha, el juicio final tendría testigos. No había nada ya por hacer, resignarse y enfrentar a la bestia era la única opción factible.
El camino de regreso era simple, cruzar el parque para entrar en la torre de departamentos. Comenzaba a anochecer, el día se le había ido volando, entre la pintada de cabello, la odisea del camión y el encuentro con los Díaz, la noche comenzaba a ocupar el lugar que al día le correspondía. Las lámparas del parque comenzaron a dibujar los contornos de los arboles, las aves comenzaban a regresar a sus nidos. El parque comenzaba a cobrar vida, la actividad nocturna era mucha, gente caminando, enamorados, grandes empresarios en shorts paseando a sus perros, viejas parejas, y una muchacha observándolo todo. A diferencia de los demás, ella tenía que marcharse, no podría disfrutar más de la bella escena, tendría que enfrentar a sus padres. Una enorme molestia comenzó a rondar por su estomago.
Ya había anochecido para cuando llegó a los departamentos.
-Bonito corte- Dijo el guardia con su tono amable.
-Gracias Rolando, buenas noches-
-Te están esperando, ¿quieres que les diga que ya llegaste?-
-No, no gracias, ahoritita subo-
-Suerte…

Él viejo guardia del edificio sabía lo que le esperaba, el tiempo comenzó a transcurrir despacio para Esperanza, los botones del elevador se tornaron enormes y la decisión de apretarlos se volvía cada vez mas difícil. Rolando estaba sentado al final del pasillo, observándola, sin decir nada, ya que comprendía lo que sentía. El tic tac de un reloj circular encima de las puertas del elevador destruían el silencio, no se podía concentrar, que les diría, ellos no la comprenderían. La primera lágrima escurrió por su mejilla. Sonó el timbre del elevador, las puertas se abrieron. Gustavo el intendente se encontraba limpiando los espejos.
-Buenas noches- Dijo tragándose el llanto.
-Hola Esperanza, ¿como estas?- Las puertas del elevador se cerraron.
-Muy bien Gustavo, muy bien- Ni ella pudo tragarse su mentira, una segunda lagrima le recorrió el rostro. No quiso voltear a ver a su viejo amigo, viro la cara al lado contrario, quedando de frente a los espejos, donde su rostro, lleno de lagrimas se reflejaba infinitas veces. Detrás de ella, un señor de unos setenta años, con un bigote canoso, y el pelo completamente blanco la observaba, igual que ella observando al rostro cubierto de lágrimas.
-A mi no me parece que estés muy bien-
-No se que decirles a mis padres- Faltaban cinco pisos. Gustavo pasó su brazo sobre uno de los hombros de la muchacha apretándola en un abrazo.
-Todo va a salir bien-
-¿Y si no?- Dijo mirando por primera vez su rostro. La puerta del elevador se abrió indicando su piso. El anciano se aproximo a su oído.
-Cualquier cosa siempre serás bienvenida en mi depa- Le dio unas palmaditas.-Todo saldrá bien-
Salió rápidamente del elevador, se cerraron las puertas de nuevo quedando sola. Su departamento no quedaba lejos, era cuestión de llenarse de valor, entrar y enfrentarse a sus padres. Aunque le faltaran pocos pasos, la distancia se le hacia abismal. La cabeza le daba vueltas a una velocidad incomprensible. Girar la perilla se transformo en una eternidad. Al terminar, el tiempo regreso a su velocidad normal, la sala estaba concurrida, médicos, tíos, y uno que otro amigo de sus padres, la pequeña Dani platicaba con Fernando, el mejor amigo de su madre. Solo una mirada se fijó en la llegada de la extraña, los ojos de la madre la miraron de pies a cabeza, intentando no dar un grito, contemplaba todos los detalles.
-¡Esperanza!- Se escucho el grito de su pequeña hermana. La muchacha volteó a ver a su hermana que se le aproximaba. Varios rostros voltearon a ver a la extraña, muchos de estos perplejos al no reconocerla.
-Te ves chistosa- Dijo la pequeña escondiendo con las manos la sonrisa.
-No te burles monstruito-
-Oye- Dijo comenzándose a reír.
Abrazando a su hermana volteó a ver de reojo a su madre. Ella platicaba con sus invitados, volteando de reojo para verlas mientras se abrazaban.
Soltó a su hermana comenzando a caminar entre la gente. Faltaba alguien, debía estar ahí.
-Te va a matar tu mamá- Dijo una voz familiar, la que buscaba. -Te lo juro, mañana tal vez no despiertes-
-Me vio muy feo, pero no creo que la dejes- Su padre apoyo el brazo en su hombro.
-Claro que no la dejaré- Ambos se abrazaron. Se separaron por un momento, se quedaron mirando a los ojos.
-¿Me sigues queriendo? Dijo Esperanza de la manera más tierna posible.
-No solo te quiero hijita, eres mi adoración- Terminó la frase abrazándola de nuevo.- Ve y come algo, saluda a los invitados, te dejo que te quedes un rato pero no te desveles-


Seguía obscura la habitación cuando sonó el despertador. El silencio de su madre solamente era un mal síntoma de que se avecinaba lo peor. La corta charla con su padre era solo otro. El poner el despertador antes de tiempo era solo una de las medidas que había tomado para no enfrentarse a su madre. El temor que le infundía el simple hecho de verla era suficiente para superar la flojera. Se cambio rápidamente, despertó a su hermana y comenzó a peinarse. Al verse al espejo, no pudo evitar el contemplar a esa nueva persona, una persona completamente diferente, el antiguo color claro de su cabello ahora lo ocupaba un negro muerto, profundo, como un cielo sin estrellas de junio. Sin embargo, aunque ahora no le colgara el cabello o ya no deslumbrara como antes, sus ojos seguían cautivando, el brillo de estos, su profundidad, su belleza. Esto la molestaba, ella quería pasar desapercibida, que nadie se fijara en ellos, o eso quería creer.
Para cuando termino su hermana ya la esperaba desayunando en la cocina. La pequeña estaba desvelada lo cual la mantuvo callada. El desayuno fue rápido, unas quesadillas, jugo de lata. Salieron rápido y en silencio, su hermana no tardó en comprender la cautela así que colaboró sin quejarse. El trayecto a la parada de camión ocurrió sin ningún contratiempo. El camión llegó a los cinco minutos, subieron al camión, pagaron y tomaron el lugar de siempre. El día comenzaba a ser caluroso sin que el sol hubiera salido por completo, un cielo despejado reclamaba el firmamento. Al llegar a la escuela las dos hermanas se despidieron tomando cada una para su aula. No llevaba mucho de haberse alejado de su hermana cuando se fijó que alguien la esperaba en las escaleras de su edificio.
-Hola Perita-
-Hola Charlie- El día tranquilo y en calma había llegado a su fin.
-¿Por qué huiste de mí ayer?-
-No hui de ti, dejé mi mochila en el parque y tenía- Le tapo la boca suavemente con la mano para interrumpirla.
-Que bien se te ve-
-Je, je, gracias- La muchacha se sonrojo, lentamente comenzaron a caminar hacia el laboratorio. Por un momento ambos guardaron silencio.
-Me preguntaba si, ya que mañana tenemos la excursión- Se quedó de nuevo en silencio, me miró de reojo, se comenzaba a sonrojar. -Te quería decir algo, pero, no se si quieras-
-¿Que es?- Su mirada le llamo la atención, ese algo que ocultara le comenzó a llamar la atención. -¿Qué es?, dímelo ya-
- Te lo digo en cálculo- Se le dibujo una enorme sonrisa, le dio un beso en la mejilla y salió corriendo.

El checar en el interior de un ave no era una de las cosas favoritas de esperanza y más desde que se había unido a un grupo protector de animales, discutir con el maestro sobre el tema le había costado tener uno para ella sola y la amenaza de no pasar la materia. Ahora trabajaba sola frente a los restos del pequeño animal. La poca ventilación y la peste proveniente de los intestinos de las aves creó un ambiente pesado culminando en el desmayo de algunos jóvenes en el salón.
El maestro comenzó a gritar provocando que el laboratorio se vaciara inmediatamente dejándole a los alumnos una clase libre y a Esperanza tiempo suficiente para ir a su próxima clase. La doble clase de biología la dejaba a una hora de la clase de cálculo, el pensar en lo que le podría decir Carlos la ponía de nervios, ansiosa. Ignoró en su totalidad la clase de literatura, aunque fuera su favorita. Solo alcanzaba a ver como el maestro movía la boca sin escuchar palabra alguna. Su mente estaba lejos, ella estaba enamorada de él. No se lo podía decir, eran amigos, amigos desde pequeños, amigos de toda la vida, tenían un lazo fuerte un lazo que no podía destruirse por un simple enamoramiento, ella tendría que vivir con eso.
-¿Señorita Esperanza?-
-¿Sí profesor?-
-Te hice una pregunta. ¿No vas a contestar?-
-Quien mata a Macbeth- Dijo en voz baja su amiga Luz.
-A ver Luz ya que tienes tanto entusiasmo por ayudar a tu amiga dinos la respuesta-
-¿La misma pregunta?- El maestro se cubrió la boca en señal de molestia, algunos alumnos comenzaron a reír.
-Sí. La misma si nos haces el favor- Su última palabra se vio acompañada por el timbre. Los alumnos se levantaron rápidamente para salir del aula.
-No tan rápido- Dijo el maestro levantándose de su silla. -Para el lunes me traerán un ensayo de Macbeth, quiero buenos trabajos, tendrá el valor del examen-
Se escucharon aullidos de desaprobación y una que otra protesta, el maestro guardo sus cosas y salió del salón, pronto todos siguieron su ejemplo, guardaron sus cosas y se dispusieron a salir. Solo faltaban quince minutos, los alumnos avanzaban en hileras al comedor, formaban grupos, comían, jugaban, gritaban, platicaban. Ella se alejó de los grupos grandes, tomando un lugar cerca a la salida del comedor. La gente que entraba se le quedaba viendo, algunos murmuraban, ella tenía cosas mejores en que pensar, ignorarlos no sería problema. A su lado se sentó Luz y pronto se le unieron más en la mesa.
-Solo me faltaba eso, un ensayo, ¿en que estaba pensando el maestro?- Dijo Luz algo molesta.
-De que te quejas, yo tengo tarea de algebra y cálculo- Le contestó Gerardo.
Esperanza dejó de prestar atención a la conversación, miraba fijamente a Carlos que acababa de entrar al área del comedor. Ambos se dirigieron una sonrisa. El muchacho se acercó a la mesa Se sentándose en el espacio libre entre Luz y Esperanza.
-¿Cómo esta la chica emo? Todos en la mesa guardaron silencio, Carlos reía para sus adentros, la muchacha no pudo más que sonrojarse, todos guardaron silencio en espera de su respuesta.
-Bien, las clases pasaron volando-
-Para ti, algebra fue una pesadilla- Dijo Gerardo.
-Ya entendimos que tu clase fue mala Gera pero no es para que nos lo andes repitiendo cada cinco segundos. Tengo hambre, me acompañas por unas papas- Dijo Luz levantándose de la mesa.
-Claro-
Una vez que se alejaron Carlos volteó a ver a Esperanza. La abrazó con fuerza y le dijo.
-De camino a cálculo te digo mi plan-

Los quince minutos pasaron volando, platicaron todo el rato, ignorando las insinuaciones de Luz para llamar su atención. Al sonar el timbre se levantaron rápidamente para evitar el río de gente, los pasillos estaban vacios, así que llegaron sin apuros al salón de cálculo.
-Ya no aguanto más, cuéntame tu malvado plan.
El muchacho se quedo mirando por la ventana.
-Es que. No se si quieras-
-¿No se si quiera que?-
-Es por lo de mañana-
-¿La excursión? ¿Que tiene la excursión? Dime ya, me estoy comenzando a enojar- Cruzó sus brazos en señal de molestia.
-No te molestes- Respiró hondo, como alguien que necesita fuerzas.
-Dale dilo antes de que lleguen todos-
-No hay que ir mañana a la excursión- Lo dijo rápidamente arrastrando las palabras.
-¿Y porque debería de faltar a la excursión?
-Porque te voy a invitar a dar un paseo-
-Me das a escoger entre una excursión con todos nuestros amigos a ir contigo de paseo-
-¿Eso es un sí? La sonrisa en su rostro era contagiosa.
-Claro-

El resto del día pasó volando, los alumnos salieron de las aulas llenos de alegría por el final de las clases. Era un día caluroso, se había pronosticado que en la semana llovería, así que era un día para salir y disfrutar, antes de que la lluvia llegara. Los dos muchachos se fueron juntos, tomaron el camión como de costumbre y bajaron en el parque a unas cuadras de los departamentos en que vivía Esperanza. Caminaban entre los arboles, llenos de hojas y aves, el parque estaba repleto de niños y madres, gente corriendo, gente jugando, todos aprovechando el que no lloviera. Ambos caminaban muy cerca, Carlos tomó la mano de Esperanza.
-¿Te molesta?-
-No, claro que no- Dijo la muchacha.
Siguieron caminando, disfrutando del momento, del fresco, de la paz que esos gigantescos arboles proporcionaban. A lo lejos, en las montañas nevadas se observaban las nubes que se aproximaban, el contraste del cielo azul y las nubes negras, el paisaje era hermoso. El muchacho se detuvo, se observaron, un lenguaje silencioso, armonía total, dos cuerpos que se acercan lentamente, los arboles, las aves, todo en total silencio, dos seres que se unen. Un celular comenzó a sonar, ambos se separaron, la escena terminó, se sonrojaron y miraron a sus bolsillos.
-No es mi celular- Dijo Carlos.
-Es el mío- Sacó el celular. –Es mi madre-
-¿Qué pasó mamá?-
-Estoy en el parque, voy de cam- Se vio interrumpida por los gritos de su madre, el rostro de Carlos y el suyo cambiaron.
-Perdón mamá, te lo juro, se me olvidó-
-¡Mamá no!-
-¡No puedes hacer- La muchacha se quedó callada con el teléfono aun pegado al oído.
-¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?-
-Mi mamá esta muy molesta, se me olvidó Daniela en la escuela-
-¿Te tienes que ir?-
-Sí-

Toda la alegría del día se había desvanecido, se separaron sin más palabras que un adiós y hasta mañana, un beso en la mejilla, lentamente separaron sus manos, se alejaron, ahora ella tenía algo nuevo en que pensar, en su madre. La llamada había sido corta, solo había escuchado los gritos de su madre por haber dejado a su hermana sola en la escuela, el retorno a casa se le hizo eterno, recorrer el parque, saludar a Rolando, tomar el elevador, recorrer el pasillo, toda una eternidad en espera de los regaños de su madre. Al llegar se encontró con Daniela y su padre, la pequeña hacía su tarea mientras su padre roncaba recargado en el sillón.
-Hola Dani, perdón por lo de hace rato-
-Hay no importa, tomé el camión yo solita, como me enseñaste- Ambas sonrieron.
-Me iré a mi cuarto entonces, hay le dices a papá que ya llegue-

Cerró la puerta de su habitación, dejó su mochila en el suelo, tomó el libro de Macbeth y se acostó en su cama para terminar de leerlo, era una tarea larga, pero a ella le gustaban esa clase de tareas, sin olvidar que era su materia favorita. Abrió el libro en la pagina en que se había quedado, comenzó a leer al mismo tiempo que sus pensamientos viajaban, el ensayo quedó en un segundo plano, ahora ella caminaba por el parque de la mano de Charlie, por la vereda rodeada de arboles, sentía el calor de sus cuerpos, esos labios soñados, ese sueño inalcanzable. El sueño la rodeo, pronto se quedó dormida.


La mañana siguiente amaneció fría, algo nublada. La muchacha despertó con la misma ropa del día anterior, con el libro de Macbeth en la cara. Faltaba una hora para que partiera el camión, se cambio rápidamente y salió disparada a la cocina para desayunar algo. Ahí se encontró con su padre que iba de salida.
-¿Quieres que te lleve? Tengo que ir a recoger a alguien al aeropuerto-
-Si no es mucha molestia-
-Llama a tu hermana y apúrate a comer algo-
-Dani entra más tarde, recuerda que me voy de excursión-
-Ah, es cierto, entonces vámonos de una vez que ya se hizo tarde-
Tomaron la nueva camioneta de su padre, una cómoda Range Rover sport del año. La ciudad estaba desierta, aun era muy temprano para que hubiera trafico. Cundo llegaron a la escuela Esperanza se bajó de la camioneta tras despedirse de su padre. Los camiones que los llevarían estaban estacionados a un lado de la entrada principal de la escuela. Muy poca gente había llegado, algunos maestros y uno que otro alumno. La joven siguió de largo el punto de reunión y se sentó debajo de los arboles. Los recién llegados estaban con suéteres y chamarras, todos llevaban pesadas maletas que iban subiendo al camión. El lugar se fue llenando poco a poco de todos los compañeros de su generación, todos se encontraban muy animados.
-Escuche de camino que esta pronosticado que caiga nieve- Dijo Gerardo bastante animado., en ese momento llegó Luz.
-Esperanza, ¿Ya subiste tus maletas?-
-Ya las subí-
-¿En que camión?-
-En el primero-
-Ese ya esta lleno, mas te vale haberme guardado un lugar-
-Le dije al profesor José que te guardara un lugar-
La muchacha no se esperaba esa respuesta, así que salió corriendo con sus maletas para llevarlas al camión. Regina una compañera del grupo se acercó a Esperanza y en voz baja le dijo:
-Dice Charlie que te espera adentro-
-Gracias-
-Segunda llamada para que suban a los camiones- Dijo el profesor por el micrófono. –Suban su equipaje en el segundo camión-

Los pasillos estaban vacios, los alumnos de otros grados aun no llegaban. No había rastro de Charlie por ninguna parte.
-¡Ey, ey, chica emo, por aquí!- El muchacho hablaba desde uno de los salones vacios.
El la tomó por la mano y corrieron por los pasillos de la escuela.
-A donde me llevas- Dijo Esperanza casi sin aliento.
-Ya veras, ya veras, tu solo observa-
Salieron por la entrada trasera, rodearon la escuela y esperaron hasta que los camiones se fueran. Recorrieron la calle que llevaba a la escuela, algunos alumnos comenzaban a llegar, el estacionamiento poco a poco se llenaba de coches.
-¿Y ahora que hacemos?-
-No te preocupes, tú solo sígueme-
Continuaron sin hablar, salieron de los terrenos de la escuela y siguieron caminando en dirección al centro de la ciudad. Los altos edificios, el tráfico y altos arboles de aspecto grisáceo era el paisaje de la ciudad. Recorrieron varias calles, poco concurridas por la hora, hasta encontrarse de frente a un enorme edificio, con un pequeño colgante: “Museo de arte contemporáneo”
-Ya llegamos- Dijo Carlos asombrado de haberlo logrado.
-¡El nuevo museo!- Dijo la muchacha sorprendida. –No sabía que ya hubiera abierto-
-Pues ya vez, entremos-
Sin dudar ni un segundo, se volvieron a tomar de la mano entrando al museo con una enorme sonrisa en el rostro. El museo era grande, cinco pisos de una antigua casa de los hombres ricos de la ciudad. Era una joya clásica, enormes espejos con bordes de oro, fuentes, candelabros, figuras de mármol, chimeneas, lujosas cortinas y alfombras, el lugar parecía hogar de reyes. En las paredes, lucían los cuadros de arte contemporáneo en contraste con lo clásico de la casa, se sentía la armonía y el contraste de las dos artes. Los muchachos caminaban observando los cuadros, comentando sobre ellos, entre cuadro y cuadro se lanzaban miradas, se sonrojaban, platicaban sobre ellos, sobre sus pintores, opinaban sus gustos, sus preferencias. Cada piso era diferente, uno para las pinturas, otro para esculturas, cada piso un arte nueva, diferentes conceptos, formas de ver, formas de expresar. Después de un rato fueron al jardín central de la casa, donde había un pequeño restaurante. Se sentaron en una mesa con sombrilla.
-Le voy a llamar a mi mamá para decirle que no fuimos a la excursión- Dijo Esperanza sacando el celular de la bolsa. –Oh, se me olvido cargarlo-
-Toma te presto el mío- Tomó su celular y se lo pasó. –De una vez pide chance y te invitó a comer-
Marco una vez. Esperó los timbres. Buzón.
-No contesta-
-Vuelve a marcar-
Volvió a intentar. Sonaron los timbres. Buzón.
-Mejor vamos a mi casa, ahí te invito algo de comer-
-Nada mejor que la comida casera-


El camino de regreso fue corto, tomaron un camión, recorrieron dos cuadras para encontrarse de frente al edificio departamental. Saludaron como de costumbre a Rolando, tomaron el elevador.
-¿Papá, mamá?-
-¿Hay alguien?-
Nadie respondió, el departamento estaba vació.
-Qué raro, deberían de estar aquí-
-Abran salido, mejor llámalos- Dijo Charlie sentándose en un banquito del comedor. Esperanza tomó el teléfono.
Comenzó a sonar una grabación en el teléfono.
-Mi mamá no ha pagado-
-¿Porque no le llamas a tu papá?-
-Nunca contesta cuando esta trabajando-
-Intenta- Le extendió la mano con el celular. La muchacha lo tomó, marcó de nuevo. En el estudio comenzó a sonar el timbre del celular.
-Ya vez, que te dije, nunca contesta- El muchacho comenzó a reírse por el comentario.
-Bajemos a comer algo, ya se esta haciendo tarde y tengo mucha hambre-
Salieron del edificio el sol comenzaba a ponerse, las nubes de tormenta se aproximaban, el viento acariciaba sus rostros, alborotaba sus cabellos.
-Esperanza- Carlos la detuvo de un jalón. –Tengo algo que decirte-
Un sol agonizante alumbraba sus rostros.
-¿Qué cosa Charlie?-
Se vieron a los ojos. Se acercaron lentamente. A lo lejos cerca de las montañas, en la autopista un coche frenaba, la lluvia lo evitaba, un impacto mortal.
Entre ellos, se forma un lazo, sus labios se unen. Dos seres que forman uno, sentimientos encontrados ahora se expresan en un solo beso.
Un grupo de socorristas corre, hay tres heridos de gravedad. El médico habla con uno de ellos, es demasiado tarde.
El sol se pone, un día termina, una vida se extingue, un amor crece entre las llamas, un amor que crece sin saber de la desgracia, un amor ciego, un amor lleno de vida.






miércoles, 14 de enero de 2009

"Sombra de soledad"


"Sombra de soledad"




Solo voy, solo iré, solo fui.
El Sol, el viento caliente en mi rostro, un buitre que me sigue.
-¿Estas cansado?- Me dijo el ave de rapiña, observando a mi cansado cuerpo.
-No, no lo estoy.-
El ave ignoro mi mentira, extendió las alas y regresó al cielo. Se va y me deja con la duda, de esa extraña voz que ya ni yo reconozco, esa extraña voz que sale de mi boca sedienta, llena de arena, una boca vacía, sin ilusiones, sin sueños, que olvida poco a poco lo que el agua fue, lo que el agua es, lo que es cuando al entrar a mi cuerpo revive cada centímetro de mi ser.
El Sol pega en mi rostro, quemándome la piel, secando mi boca, recordándome mi soledad. Solo voy, mi sombra me ha dejado, ni ella ha soportado tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto pesar. El Sol al bajar de lo más alto del firmamento la hace retornar, la castiga, la hace retornar para sufrir a mi lado, la convierte en mi prisionera, la hace pagar por mis pecados, compartir mis penas. Me acompaña, y aun así camino solo, se adelanta, se atrasa, se escapa por las noches, busca huir de mi en ausencia del Sol, busca la salvación, busca el perdón. La luna la delata, regresa de nuevo al amanecer, silenciosa me acompaña, enojada sigue mis pasos, por las noches me abandona y al amanecer, resignada me acompaña, regalándome su silencio, su indiferencia, su despecho.
De nuevo el Sol se encuentra en lo más alto, me castiga con sus rayos como llamas, me hace suplicar, me hace caer de rodillas, buscar consuelo en mi sombra que me acompaña ante tal desdicha.
Solo estoy, solo estaré, solo estuve. Estoy solo es la respuesta. El Sol, el viento caliente en mi rostro, un buitre que me sigue.
-¿Qué acaso ya no puedes?-
-Déjame ya- levantaba las manos al aire intentándolo alejar –Aléjate. Déjame solo-
-Como tu quieras- Dijo con su tono indiferente, extendió las alas y regreso al cielo.
-Vete, no vuelvas-
Esa extraña voz, salía de mi cuerpo con lo último de mi ser, con lo último de mi existencia,, consumía la esperanza restante en mi, esa extraña voz me obliga a seguir, me hace compañía en mi infinita soledad. Un paso tras otro mis pies se sumen en la arena, un pensamiento tras otro mi mente se sume en los recuerdos. Mi familia, mi trabajo, mis amigos, mi amor a la vida dan vueltas en mi mente, forman un remolino de colores, de experiencias, de sabores, de recuerdos, de gustos y sentimientos, me dan vida y al mismo tiempo me la quitan, me hacen vivir para morir, me hacen olvidar el camino, me hacen ignorar mi destino, veo confuso el futuro, veo a mi sombra que me observa a mis pies, veo la vida pasar, veo la vida recorrer mi ser, pasar por mis venas, pasar por mi garganta y escapar con mi respirar. Poco a poco, entre suspiro y respiro, pierdo la fe, pierdo la esperanza, confundo la razón y la locura, caigo de rodillas, ya sin fuerzas las llamas en forma de arena destrozan mi ser. Dejo a un lado el presente, me sumerjo en el pasado, sucesos vienen y van, recuerdos nítidos me obligar a olvidar la vida, mi vida. Un recuerdo tras otro hacen sentir al Sol distante, mis ojos lo observan, al igual que a la luna y las estrellas. Una fría brisa acaricia mi rostro, me invita a seguir, a levantarme, me otorga fuerzas para continuar. Ante tal desdicha me da fuerzas para nadar en ese mar de dunas, levanto la mirada para perderla en un océano de estrellas, una noche clara, noche de luna, noche sin nubes, noche de estrellas.
Apoyo mis brazos contra la arena, me levanto, observo al buitre. Con esa nueva energía que corre por mis venas le digo:
-Todavía puedo-
Levanta la mirada fijando sus ojos en los míos.
-Lo sé-
-Déjame solo entonces-
-Estás solo-
-Estás tú-
-Yo no estoy aquí para acompañarte, estoy aquí para comerte-
-Cómeme entonces-
-Eso hago- El ave se reclinó para arrancar un trozo de mi piel.
-Aléjate, no dejare que me comas-
-Con tu permiso, no suelo hablar mientras como-
Primero una, luego otras dos, luego una tras otra comenzaron a llegar del cielo y acercarse a mí. Agacharon sus feas cabezas, sus picos en forma de gancho penetraban en mi piel como cuchillos, destrozaban mi cuerpo conmigo como espectador.
Ante tal escenario mi cuerpo tomo fuerzas, fuerza inexistente, con las manos alejaba a las aves que seguían atacando. Yo me quede ahí, en el suelo, observando sin decir nada, sin motivo alguno para levantarme a ayudar. Para mi todo había acabado, pero para él, para mi cuerpo que se debatía contra las bestias, era el principio, luchaba sin importarle que al amanecer todo acabaría, que el Sol lo mataría, que la arena infectaría las heridas, que el cansancio, la sed, la enfermedad lo acabarían, la locura lo rodearía, y que yo, vería su fin, sin hacer nada.
Las aves se alejaron, resignadas de que su platillo cobrara fuerzas y se defendiera. Este nuevo ser contemplaba su cuerpo, mi cuerpo. Volteo a ambos lados, comenzó a caminar sin rumbo. Después de un rato volteó, bajo la mirada y me dijo:
-Perdiste tu oportunidad, ahora es mi turno.-
-¿Quién eres tu para decirme eso?- Le contesté indignado por lo que acababa de decir.
-¿Quién eres tu para no reconocerme? He visto como destrozas tu vida, mi vida. He visto como le das la espalda a todo y te rindes ante los problemas. Intente ayudarte, pero no me escuchaste, no me dejaste otra alternativa mas que huir, alejarme de tu desgracia. Sin embargo, intenté lo imposible, regresé, te apoye siempre aunque me pisaras o me dieras la espalda, estuve ahí cuando me necesitaste. En tu pregunta esta la respuesta que buscas. Tu te rendiste, así que ahora te toca a mi sufrir mi destino, vivirás atado a mi, escaparas por las noches pero en el día te veras obligado a regresar a mi lado. Sufrirás lo que yo sufra sin gozar de lo que yo goce, vivirás en las sombras, vivirás en la desgracia, vivirás como lo que eres. Solamente mi sombra.

sábado, 10 de enero de 2009

"Desde que estoy a tu lado"

Desde que estoy a tu lado
ya nada es igual
veo todo a colores
lleno de emociones.

Desde que estoy a tu lado sueño,
desde que estoy a tu lado creo,
desde que estoy a tu lado vivo.

Vivir a tu lado es creer,
que sin ti la vida no es vida.
Vivir a tu lado es soñar,
que sin ti no hay descanso.

Desde que estoy a tu lado pienso,
desde que estoy a tu lado quiero,
desde que estoy a tu lado siento.
Desde que estoy a tu lado
quiero pensar
que la vida es un sueño,
en el que crea
que aun te siento.
Te doy gracias
que desde que estoy a tu lado sueño,
desde que estoy a tu lado creo,
desde que estoy a tu lado vivo,
desde que estoy a tu lado pienso,
desde que estoy a tu lado siento
y desde que estoy a tu lado quiero
el algun día tenerte.
Tenerte es vivir,
vivir es tenerte,
vivir por tenerte,
soñar el vivir
con un día tenerte,
tenerte un día
para poder vivir y
así soñar en el día
que pueda por fin tenerte.
Ahora.
Desde que estas a su lado,
me e dado cuenta
que soñar no es vivir,
que vivir soñando no es vida,
Y que para vivir,
es imposible soñar,
que un día
te encuentre a mi lado.
La vida para mi es soñar
con un dia tenerte.
Un día tenerte,
un día sentirte.
Sentirte a mi lado
Y así soñar,
que la vida no es vida,
sin ti a mi lado.

Ahora y siempre.
Desde que estas a su lado
vivo soñando
con un día tenerte entre mis brazos.
Desde que estas a su lado,
vivo soñando
con un día tenerte a mi lado.



Desde que estas a su lado,
vivir no es vida.
Vivir sería vida,
si te encontraras a mi lado.

domingo, 4 de enero de 2009

"Domingo"





“Un cuento en domingo”

Un fuerte movimiento me hizo abrir un ojo. Con la vista nublada y sin poder ver bien abrí el otro. Una mano paso por mi cabeza, me acarició suavemente entre las orejas, come me gusta. El cielo estaba obscuro, nublado. Bostecé con todas mis fuerzas, pronto comenzaría a caer agua, debía apurarme si quería mojarme, a Gini no le gustaba, pero a mi me encantaba, correr bajo el agua, empaparme, correr detrás de ella y llenarla de lodo para luego recibir un baño. Sería emocionante, pero primero, había que hacer las tareas del hogar.
Gini es mi mamá, en realidad se llama Georgina, pero todo el mundo le dice Gini, yo que sé, no es tiempo de pensar en eso, debo hacer mis tareas. Me levanté de la cama y bajé las escaleras. La primera tarea era esperar al cartero, ladrarle hasta que suelte un paquete, recogerlo y llevárselo a Gini. Luego tendría que checar el jardín, buscar que ningún gato entrara, ladrarle a los que se acercaran a la casa, checar que la zona fuera segura antes de que despertara Gini. Las demás tareas llegarían por si solas, las fundamentales debían ser cumplidas de inmediato. Al salir, me encontré con un problema, el paquete ya había sido entregado, las prioridades habían cambiado, ya era tarde, era momento de salir a reconocer. Corrí por la casa, llamándola con todas mis fuerzas, subí las escaleras y entre al cuarto. Ella seguía acostada, ladre dos, tres veces, y nada ella seguía ahí sin moverse. Me dispuse a atacar. Me aproxime a su rostro y me puse a olisquearla. Abrio la boca.
-Terry, déjame dormir.
Ataque.
-Terry, ajj, ajj.. Se levantó corriendo de la cama en dirección al baño.
El ataque había sido un éxito, me metí debajo de la cama y saqué la correa, luego me coloqué en posición.
-Terry, apenas salga, juro, juro, que morirás ¡¡pequeño demonio!!
Cuando salió, yo ya la esperaba, le ladre dos veces, retrocedí cuando ella se lanzó sobre mi, me aproxime y le mordí la oreja. Fue demasiado tarde, me atrapo y me comenzó a morder el cuello.
-De esta no te libraras muy fácil.

La batalla no duró mucho tiempo, tomé la corre, puse la mejor de mis caras y me detuve a contemplarla, le movía la cola lo más rápido posible. Ella comprendió rápidamente el mensaje, tomo la correa, me la puso suavemente y me dejo correr a la entrada. El cielo estaba completamente negro, pronto comenzaría a caer la lluvia. La espere en la entrada para que sujetara la correa, apenas la tomó, salí corriendo, comencé oliendo los puntos clave, los arboles, los postes, los letreros, las bardas, las banquetas, todo lugar posible de escondite. Debía cumplir mi misión, el reconocimiento de la zona era fundamental, por la seguridad de Gini, la zona debía ser vigilada todos los días, por eso me saca todos los días de la semana. El parque era un lugar extenso, lleno de diferentes olores, perros, aves, gran cantidad de arboles, postes, troncos musgosos y piedras. Gini me soltó para que pudiera correr por el parque, era cuestión de tiempo para que el agua comenzara a caer del cielo, checar todos los aromas, cada uno de los arboles, cada una de las rocas del parque era una ardua tarea que tenia que ser realizada con cautela, era por la seguridad de Gini, el parque podía ser grande, pero no era tan grande como mi amor por ella, lo recorrí todo y pronto mi tarea fue realizada. Cuando terminé me aproximé a ella, me acarició y me ofreció la pelota para jugar, le respondí brincando de alegría, que mejor que la pelota, este, este seria un gran día, pronto comenzaría a caer agua del cielo, jugaría con la pelota, Gini andaba de bueno humor, que mejor que eso. Lanzó la pelota y yo salí tras ella.

El despertador indicaba las 10:23 de la mañana, era Domingo, no tenía que ir a trabajar, buscando en la cama me topé con la cabeza de Terry, ambos nos habíamos desvelado, la película había estado fatal, mi viejo golden ya no estaba para desvelarse, seguía acostadote bien dormido. Sin poderme resistir le acaricie la cabeza. Abrió un ojo y comenzó a mover la cola. Le acaricié como le gusta, entre las orejas y luego su lomo, Terry se estiró y luego se levantó de la cama. Un ratito más no afectaría a nadie, escuchaba a lo lejos las patas del perro, iban de un lado para otro, comenzaba a soñar de nuevo.
Tenía tanta sed, se me hacia agua, vendían helados, pedí uno, me lo dieron, no sabia a nada, la sed seguía ahí, abrí los ojos, Terry me olisqueaba.
-Terry, déjame dormir. Volví a cerrar los ojos, ahí estaba mi helado, abrí la boca. Lo siguiente que vi, fue al gran perro lamiéndome..
-Terry, ajj, ajj. Me lo quite de encima, corrí al baño y cerré la puerta con todas mis fuerzas, metí la boca en el chorro de agua, estaba fría, no me podía quitar la sensación, agarre el desinfectante, seguido por la pasta de dientes, el sabor a menta me calmo. Me lavé la cara, el enojo había pasado, y no solo pasado, sino que desapareció y se convirtió en gracia cuando recordé lo que soñaba. Me puse una chamarra y unos pants, abrí la puerta y ahí estaba, esperándome en la cama, ladro dos veces, me lancé sobre él, retrocedió ante mi movimiento, salto sobre mi oreja y me la mordió, lo atrape entre mis brazos y lo comencé a morder.
- De esta no te libraras muy fácil.

No duré mucho, estaba muy cansada y el maldito perro tenía demasiadas energías. Movía la cola mientras buscaba algo entre las colchas, sabía lo que me esperaba, lo tendría que sacar a pasear, y mientras más pronto mejor, este perro detectaba cuando iba a llover, y llover significaba problemas, lodo en los muebles, la marca de patas por la casa y lo peor de todo, “el baño”. Le puse la correa y salimos a caminar. El parque quedaba a unas cuantas cuadras, pero él, como siempre, las convertía en una eternidad oliendo cada objeto que encontrara, postes, arboles, coches, todo lo que encontrara en su camino, los perros son así, pero, todos los días recorríamos el mismo camino y el no se cansaba de oler todo. Cuando llegamos lo solté para que siguiera olisqueando, parecía desesperado, pienso yo que debido a la lluvia, corría de un lado a otro, de aquí para allá, olisqueando todo lo que encontrara. Encontré un banquito y me senté, el no tener que trabajar era glorioso, el día era fresco, había bastante aire, y las nubes no permitían el paso de ningún rayo de sol, pronto llovería, así que el paseo por el parque debía ser lo más corto posible.
Verlo correr con tanta alegría y energía pondría de buen humor a cualquiera, hasta a mi, que disfrutaba con verlo. El viejo Terry llevaba seis años viviendo conmigo, desde que había dejado la casa de mis padres, y al no haber encontrado al hombre correcto decidí comprarme un perro. Lo encontré en un puesto en la calle, una familia acababa de tener cachorros y los habían llevado a vender, era el último, así que sin dudarlo desembolse y lo lleve conmigo a casa. Seis años ya habían pasado de eso, y el perro seguía igual de loco, así lo amaba, me acompañaba en mis momentos de soledad sin importar mi apariencia o mi estado de animo, el siempre estaba a mi lado, dándome calor, dándome su cariño, sin pedir nada a cambio. Claro, algunas veces se las cobraba, destruyéndome la sala o alguna valija. Pero que más puedo pedir, el perro se aproximaba de nuevo a mi, moviendo la cola en señal de que había terminado la tarea, me agache un momento y cogí la pelota que había traído, levanté la mano y la lancé.

La salió volando y yo tras ella. Corrí con todas mis fuerzas, cortando el viento, sentí la frescura del pasto, la pelota cayó un poco delante de mí, comenzaron a caer las primeras gotas. Me detuve para sentirlas caer sobre mi nariz, unas cuantas gotas de transformaron en chorros, el agua escurría por mi hocico. Agarré la pelota y volteé a verla.
Terry salió disparado tras ella, el viento se veía a través de su pelaje, corría como si fuera la última vez, como si nunca mas se la volvería a lanzar, corría a grandes zancadas. De pronto se detuvo. Que raro, el nunca se detenía, amenos. Sentí las primeras gotas. Una tras otra, comenzaron a caer, mojando mi cabello, formando gotas más grandes que escurrían por mi nariz, la llovizna se transformo pronto en tormenta, ambos estábamos empapados, mordió la pelota y volteo a verme. El había ganado.

jueves, 1 de enero de 2009

"Noche de fiesta"


"Noche de fiesta"


Las campanadas repicaban, el padre levantó al santísimo, los creyentes oraban de rodillas. El año agonizaba, faltaban dos horas, el anciano miraba por la ventana, a una luna llena que lentamente se colocaba en el centro del firmamento.
El muchacho acudía a misa, como cada año, para agradecer, para dar gracias de todas esas cosas buenas o malas, para dar gracias de que seguía vivo. Escuchaba atentamente a la homilía del padre. Observaba a la gente que entraba, niños de gala, jovencitas con vestidos escotados, desde las más elegantes hasta las que acudían de mezclilla. La iglesia estaba abarrotada, en las entradas se encontraban decenas de personas de pie, escuchando atentamente la misa o platicando con sus vecinos. Había señores de traje, de manga larga, mujeres con vestidos exóticos y uno que otro excéntrico. Todos como año a año esperaban el banquete, la fiesta y la bebida. Todos como año a año esperaban pasar una noche espectacular en compañía de familiares y amigos. La gente platicaba, la gente escuchaba, la gente oraba, la gente esperaba. Las palabras del padre se escuchaban sobre todas las demás, palabras de aliento, palabras de esperanza, palabras que en unos entran y en otros salen, unos toman otros dejan.
Las campanadas repicaban, el padre levantó la ostia, consagraba el pan, sacrificaba al hijo del hombre, los creyentes de rodillas repetían: “Señor mío y Dios mío” El anciano recostado en su celda observaba entre los barrotes a la blanca luna, con una mirada de arrepentimiento exclamó:
-Señor mío y Dios mío. Dijo el muchacho de rodillas, con la mirada clavada en el suelo, sin levantar la mirada. El padre concluyó, el pan era carne, el vino era sangre, una promesa milenaria se volvía a cumplir, el muchacho oraba, con la mirada fija en el suelo. La consagración terminó, el padre se levantó, todos en la iglesia se levantaron junto con él, “anunciamos tu muerte” repetían todos, “proclamamos tu resurrección” ya todos de pie.
-Ven señor Jesús. Repitió el muchacho.
El anciano observaba por la ventana, débil por los años de encarcelamiento, debilitado por la vida, por sus problemas, por su egoísmo, por el odio que en el albergaba. Observaba la luna, brillante, reluciente, luna llena, pronto ocuparía su lugar en el centro de la bóveda celeste.
Las campanadas repicaban, la gente comía sus uvas, hacia promesas, se abrazaba, se besaba, se perdonaba, por un segundo todos eran felices, ignoraban los problemas, las deudas las crisis, todos tomaban, comían, se divertían, ignoraban la desigualdad, el desorden, las guerras, ignoraban la vida la realidad, se sumergían en su burbuja, en una burbuja de paz. El muchacho comió la última uva, ya era un año nuevo. ¿Cambiaría o todo seguiría igual? El anciano se recostó en la cama, ya era demasiado tarde para él. Había tomado un camino, correcto o incorrecto, solo el lo sabría. El muchacho suspiró, viendo por la ventana, entre un cielo nublado de pólvora, entre tantas estrellas se encontraba la blanca Luna que un anciano observaba antes de acudir a ella.