martes, 6 de abril de 2010

“El reino de las ideas”


“El reino de las ideas”



-Entre ideas- Dijo el hombre en voz alta tras leer la inscripción.

-El uso del agua para representar los pensamientos es bueno- Expresó su acompañante.

-Me gusta la idea, pero no sé- Se quedó pensando un momento. - Eso de escupir ideas como que no-

El cuadro que se encontraban observando ocupaba toda la pared. Pintado en una escala de azules obscuros, un pequeño bote resaltaba en el centro de un inmenso océano, en el bote un joven escupía a chorro sus ideas. Una tormenta lo rodeaba, las olas asolaban al bote, mientras que la única luminosidad en aquella tempestad era el chorro que brotaba de la boca del joven.

-A mi me suena interesante, me gustaría saber lo que se siente escupir los pensamientos-

-Eres muy mala compañía, te gusta probar cada una de las ideas, puedes quedarte e intentarlo, yo seguiré- Dio dos pasos en dirección contraria, luego volteó. El acompañante suspiró.

-Tengo muchas ganas, sabes que soy demasiado curioso. Dame chance de entrar en éste, no seas malo- El hombre se le quedó observando, ambos sabían que ya todo estaba decidido. El acompañante le lanzó una mirada llena de disculpas, se dio la vuelta y de un salto atravesó el cuadro. Éste se tambaleo como si un objeto acabara de entrar en una superficie líquida. Después de unos segundos todo regresó a la normalidad. El hombre se encontraba solo en la habitación.

-¡Ahí va de nuevo!- Reclamó al cielo. Encontrarse solo le hizo pensar y salir pronto de su enojo, no podía desaprovechar esta ocasión. No perdería ni un minuto de su tiempo, corrió en busca de un cuadro más interesante, su acompañante no era el único curioso ahí, en eso se parecían, ambos eran curiosos, tenían espíritu aventurero, sin embargo la idea de escupir pensamientos no le parecía atractiva, por el contrario, le sonaba extraña, los pensamientos y las ideas se plasman a través de las manos, en una hoja de papel, en un lienzo, o en una roca. El buscaba algo mejor. Recorrió varias estancias llenas de cuadros, de grandes espacios repletos de objetos extraños. Armaduras, bestias disecadas, vasijas. Infinidad de recuerdos del pasado, y ante todo muchos cuadros.

El buscaba algo distinto. En todo el día habían recorrido gran parte del lugar, encontrando cosas exóticas, pero el buscaba algo más, el quería algo mejor, antinatural, con acción, con suspenso, que el sólo pensarlo erizara la piel. No tardó mucho en encontrarlo. Llegó a una habitación muy clara, llena de vitrales en las alturas y numerosos ventanales en las paredes de la habitación. Miró en todas direcciones en busca del cuadro, encontrándolo a su derecha, colgado entre dos vitrales. Era más pequeño que el anterior, era un retrato de cuerpo completo, muy largo, pero de ancho apenas llegaba al metro.

-Soñador soñado- Leyó en la inscripción. Un hombre con alas de ángel se encontraba de espaldas al espectador, contemplando infinitas veces su reflejo en los espejos que tenía frente a él. El hombre se puso a meditar la idea de tener alas, el trabajo era bueno, el efecto del reflejo estaba bien logrado, y la idea de ocultar el rostro era magnifica. Le gustó.

-Me gusta este cuadro, los colores claros de la habitación combinan con lo blanco de sus alas- Dijo el recién llegado. El hombre volteó tras haber sido sacado de su contemplación. Su acompañante se encontraba a un lado, empapado, aun chorreaba y despedía un ligero olor a mar.

-¿Qué tal el baño?- Preguntó de mala gana el hombre tras haber sido interrumpido.

-No te molestes, llevabas un buen rato sin moverte. Y ni que decir, tenías razón, si uno no está acostumbrado, eso de estar escupiendo a chorros cada vez que piensas en algo no es buena idea-

-¿Qué te parece éste?- Dijo ignorando, lo que su acompañante le estaba confesando.

-Me gusta, el efecto del reflejo y los contrastes, pero por nada del mundo quisiera saber que se siente que te salgan alas, ¿podemos continuar?- Preguntó tras escurrir de nuevo su camisa.

El hombre se rió para sus adentros, su acompañante había aprendido la lección.

-Podemos seguir- Le respondió esta vez con una sonrisa en el rostro. Caminaron juntos, en silencio, a través de varias habitaciones, que al igual que las anteriores se encontraban repletas de objetos, a diferencia de las estancias en las que se encontraban los cuadros importantes. El hombre pensaba para sus adentros, mientras que su compañero se seguía exprimiendo las vestiduras.

-La primera idea que escupí, fue tan desagradable, sentí como mi mente se vaciaba, y luego, sentí el terrible sabor a sal que destrozaba mi garganta-

-Ahorita que regresemos te tomas algo dulce, o mucha agua para que se te pase-

-¿Cuánto nos falta?-

-Unos cuadros más y ya- Ahora era el acompañante el que lucía molesto. Al ver su rostro el hombre le reclamó:

-Tu eras el que quería entrar, ¿o no?-

-Sí-

-Entonces, ¿de qué te quejas?-

-Me arde mucho la garganta-

-Pues te aguantas- Ambos guardaron silencio pues acababan de entrar a una nueva habitación distinta a las anteriores. Era pequeña, más bien parecía un pasillo, se encontraba a obscuras y con un cuadro al fondo de las mismas proporciones que el del Soñador soñado.

-Este cuarto únicamente tiene una salida-

-Lo sé-

-¿Vamos a entrar?- Preguntó en tono alarmado el acompañante.

-Sí, y no tienes de que preocuparte, es la salida-

Al escuchar la última palabra una sonrisa gigantesca se dibujo en su rostro, desapareciendo todo rastro de preocupación. Se echo a correr en dirección al cuadro, sin esperar lo que el hombre le tenía que decir.

-¡Cuidado!- Grito el hombre.-Tal vez si haya algo de que preocuparse- La alerta llegó demasiado tarde, el acompañante saltó al cuadro.

-Necesitaré un nuevo acompañante para la próxima- El hombre caminó en dirección al cuadro, recargó una de sus manos en el marco y asomó la cabeza. El cuadro llevaba a un vació total, en el cual, muy por debajo del marco caía el acompañante hacia la eternidad.

-Un final lamentable, peor que el del anterior- Sacó la cabeza del cuadro, levantó las manos y aplaudió. Pequeños puntos aparecieron en el cuadro pintados por un pincel invisible, formando estrellas resplandecientes en el obscuro universo. El hombre quedó complacido con su obra. Ahora ya no era un cuadro vació, sino una ventana al firmamento nocturno.

Lista la pintura volvió a entrar en ella dando un paso al frente, entraba perfectamente. Al meter su pie, una de las estrellas se le acercó, interponiéndose en el camino de su pie con el vació. Dio un segundo paso y otra estrella se acercó postrándose a sus pies. Así sucesivamente las estrellas cercanas se fueron acercando formando un camino hacia el infinito. El hombre caminó y luego corrió en la dirección que lo llevaban las estrellas. Pronto quedó lejos del marco por el que entró, quedando suspendido en medio de ningún lugar. Había cientos de miles de estrellas, universos, galaxias, constelaciones. Todo formaba una bella pintura alrededor del hombre que brincaba de estrella en estrella. No muy lejos de él, después de un tiempo de estar recorriendo galaxias enteras, apareció un pequeño marco. Al llegar frente a éste saltó sin titubeos.

Al cruzar se encontró en una bodega a obscuras. La habitación se encontraba llena de cosas, formas sin sentido transformadas en imágenes terroríficas por la escasa luz que se colaba por una pequeña franja en la pared. Caminó entre las sombras, sin preocuparse por lo que sus ojos le mostraban, el conocía el camino, se lo sabía de memoria. Llegó hasta una puerta, al abrirla salió a un valle verde, colmado de luz, de algunos arboles y pequeños arbustos. Caminó dejando la atrás la pequeña casita en la que se había encontrado, el camino cambio rápidamente, la planicie se fue empinando, en la distancia todo lucía igual, pero el camino se tornaba vertical. Se fue agachando conforme el terreno cambiaba, su peso lo obligó a aferrarse a pequeñas piedras que sobresalían del camino. Parecía intransitable, lo que antes había sido horizontal ahora estaba vertical, el hombre se agarraba de arbustos y rocas, metía las manos y pies en grietas y agujeros. El no se detuvo ante el inconveniente de estar escalando una pared, no volteaba a ver la imponente altura a la que se encontraba, el seguía tranquilamente escalando. A lo lejos, apareció un pequeño cuadro, con la imagen de una habitación, hacia el se dirigía, escalo con algo de trabajo la distancia faltante, mantuvo la mirada fija en el cuadro hasta llegar a él.

Una vez de frente al cuadro, agarro con fuerza un arbusto y se soltó, la fuerza de gravedad lo jaló, levantó la mano y alcanzó agarrar el marco. Con algo de trabajo colocó ambas manos y subió. Salió en una habitación acogedora, bien iluminada y fresca. Había gran cantidad de cuadros, una cama, un lienzo en su pedestal, un refri, una mesita, una tele, dos ventanas, una chimenea, la puerta de entrada y la del baño. Se encontraba en casa. Recogio algunos de los cuadros cercanos y los acomodó en su cama. Entre ellos se encontraban los que acababa de visitar. Un hombre con alas, un joven escupiendo sus ideas y un acompañante cayendo por la eternidad en forma de estrella fugaz.

-Tengo una idea- Exclamó en voz alta. Cogió un banquito, se sentó frente a un lienzo enmarcado sobre un pedestal y cerró los ojos. Comenzó a pensar.

En el lienzo comenzaron a plasmarse sus ideas. Manchones y rayas danzaban en el lienzo al son de los pensamientos del artista. Un rayón rojo, una pincelada amarilla, un brochazo azul, un remolino de colores combatía en busca de una idea. La imagen tomaba forma, los colores se fusionaban en una mezcla definitiva, inapelable. El combate dio como resultado a una tormenta, en ella, un hombre volaba aferrado a su paraguas, mientras que en la tierra, una camioneta luchaba contra el embate de la tempestad. En el fondo, un relámpago iluminaba a la obscuridad.

-Es buena la idea-

-Tú debes ser mi nuevo acompañante- El hombre lo observó de pies a cabeza, era idéntico al anterior. –Espera aquí, tengo una tarea para ti- El hombre se levantó, se dirigió a la habitación conjunta, tomó algunas cosas y regresó con su nuevo acompañante. –Toma, póntelo y te vas- El acompañante se puso el impermeable y tomó con el paraguas que le ofrecía el hombre. –Apenas entres en el cuadro abre el paraguas, llegaras a un pueblo, ¡no te distraigas!, llega a la casa de huéspedes, pide una habitación y espera ahí- El acompañante asintió, llevaba pocos minutos de haber conocido a aquel hombre, pero era para el una necesidad seguir sus ordenes. Metió la mano en el cuadro y la sacó mojada. -¡Qué esperas! Entra- El acompañante tomó impulso y se lanzó

El hombre se sentó satisfecho en su cama, todo estaba saliendo como lo había planeado. Su acompañante encontraría a la persona que buscaba, se la traería y todo estaría listo. Sólo faltaba una cosa, se fue a una de las esquinas de la habitación llena de cuadros. Escudriñó en busca de alguno en especial. Había uno de un castillo, uno de un río, uno de una pequeña casa en un valle y en otro un sujeto tocaba a la puerta. El buscaba uno en especial. Dos hombres enfrentando a su destino, uno era el principal de la historia, y el otro, un simple personaje de relleno, ambos, querían romper las reglas, querían quebrantar el orden establecido para cambiar su destino. Aquellos hombres se apuntaban el uno al otro con armas. Este cuadro era el último de su colección, El reino de las ideas. El hombre estaba contento, era una gran obra que estaba por concluir.

-Toc-toc-

Alguien tocó a la puerta. El hombre sonrió tras ver un cuadro que se encontraba frente a el. El hombre volador acababa de llegar a una casa en las alturas, mientras que su acompañante se secaba las vestiduras frente a la chimenea en una casa de huéspedes después de haber volado con un paraguas en medio de una tormenta. Las piezas estaban en su lugar. El reino de las ideas estaba terminado.

“El hombre que enfrenta a su destino tiene

como arma la vida que ha perdido”

Mario Ovies Gage

3 comentarios:

Ponxo dijo...

Éste me encantó. Sin palabras.

Bjoshe dijo...

Tiene tanta magia, es muy genial, muy descrotivo, imagine cada detalle. Es justamente eso: mágico... Mario de nuevo lo lograste, felicidades!

Anónimo dijo...

MUY HERMOSO