sábado, 24 de julio de 2010

Ejercicio de Enumeración #2


Ejercicio de Enumeración #2

Verano

Sexo, alcohol, drogas, fiesta. Sexo, alcohol, drogas, fiesta. Sexo, alcohol, drogas, fiesta. Sex, alcohol, drugs, party. Mucho sexo, ahogado en alcohol, perdido en las drogas, en una noche de fiesta. Progreso, Chicxulub, una Montejo, una Sol, XXlager. Hace calor, el sol me da en la cara. Manejo rápido, muy rápido. Paso los controles de velocidad, acelero nuevamente. Paso el puente de la Marista, tomo la lateral, salgo a carretera.

Cuatro carriles, un puente, una gasolinera. Ciento diez, ciento treinta, ciento treinta, cien, una patrulla, sigo disminuyendo, la rebaso, ciento diez, ciento veinte. Me alejo. Dejo atrás la ciudad. Veo un espejismo. Muero de ansias por ver el mar. Piso a fondo el acelerador. Paso un coche, dos coches, una señal, una desviación, otro puente. ¡Ya quiero llegar! Sé que falta, pero ya quiero estar ahí. ¡Habrá fiesta! Muchas fiestas, todos los días, todas las noches, mucha cerveza, mucho alcohol, ¡por qué no drogas y mucho sexo!

Fiesta, alcohol, drogas, sexo. Sexo, alcohol, drogas, fiesta. ¿Qué importa el orden? Lo que importa es realizarlo. Paso la casa amarilla en medio de la nada. Atardece, sigue haciendo calor. El aire acondicionado está a todo lo que da. Sudor, mucho sudor. Las manos me sudan. ¡Mar! ¡Ya quiero poder ver el mar, olerlo, sentirlo! Aunque sea el malecón, con una cerveza bien fría, con un cevichito de camarón, con un dulce de coco, con un kibi. Y luego la fiesta. Bailar, tomar, fumar, ligar. Tomar y ligar, bailar y fumar. Bailar fumando mientras tomo y ligo. Ligar pidiendo un cigarro, ofreciendo una copa o invitando a bailar. Doce, trece minutos. ¡Ya quiero llegar! Tomar y así poder olvidar. Dejar mi día atrás, muy atrás, en la ciudad. Ligar y fajar, lo siguiente no va rimar, así que no lo voy a arruinar. ¡Ya estoy cerca! Pemex, el puente. ¡Qué peste! Agua salada, kayaks. Una gaviota. Saboreo mi ceviche con una modelo bien fría. ¡Aquí voy!

El Sol, una palmera. Arena en los dedos de mis pies. Un camarón, un totopo, un sorbo y va pa dentro. ¡Ah! ¡Esto es vida! Las gaviotas se van. El sol se oculta en el horizonte. Una brisa fresca acaricia mi rostro. El black berry suena. Mensaje. Que si no voy. Debo irme, dejar el paraíso a un lado para marchar a otro. Agoniza el día, nace la noche. Fiesta. Alcohol. Drogas. Sexo. ¡Mujeres! El verano se tiene que aprovechar. El verano es corto, el año es largo. Los días se van, los meses llegan. Uno regresa al trabajo, el calor se va, el frio llega.

Conduzco, mis amigos bromean. Veo por el retrovisor, la carretera, arbustos, arena. Casas, la noche, la Luna. Pequeñas nubes azules y grises que contrastan con el morado obscuro del inicio del anochecer. Llegamos, pagamos, entramos. No hay mucha gente, aun es temprano. Muchos siguen en la ciudad, inicia la temporada. Otros vienen de camino. Está fresco, la brisa acaricia el lugar permitiéndonos sentir las bondades de la noche. Ignorando estos detalles yo siento calor. Tengo una gran sed de alcohol.

Saco un cigarro, me ofrecen un encendedor, fumamos, charlamos. Les cuento del ceviche, de la modelo bien fría, del sol, ellos platican de lo mismo, la playa es el tema de conversación, la playa y lo relacionado a ella; mujeres, sexo y alcohol. Llegan las amigas, llegan las botellas, los vasos, los hielos. Llega la fiesta. Fumamos, servimos, tomamos, platicamos. Yo bailo, el baila, ella baila. Nosotros tomamos, ellos toman. Algunos fuman, algunas toman. Un shot, un brindis, un fondo. Un vaso, dos vasos, tres vasos, muchos vasos, vasos que vienen y que van. El amigo se acerca se aleja, la amiga viene y se va. Nueva botella. Nueva bebida. Nuevo brindis. Cinco, seis, siete vasos, cubo de hielos, dos, tres botellas. Todas de marcas baratas. ¡Eso no puede ser!

-¡Hay que pedir de las buenas!-

-¿Tú pagas wey?-

-Hoy yo pago- Un brindis, risas, gritos, alegría. Otro brindis, más risas, más gritos, más alegría. Mi cartera está llena, da igual, ya se llenará de nuevo.

Volteo, ahora hay más gente. El lugar está casi lleno. Vacio mi vaso, me lo rellenan una y otra vez. Los hielos suponen que mi vaso esté frío, pero yo no lo siento, tengo sed, necesito más. Recuerdo el corito, lo entono. Sexo, alcohol, drogas, fiesta. Alcohol, drogas, fiesta, sexo. Drogas, fiesta, sexo, alcohol. Fiesta, sexo, drogas, alcohol. Sexo y alcohol, ¿qué más se puede pedir? Hay otro brindis, levanto el vaso, celebro. Al otro lado, alguien me observa. Una tipa de ojos obscuros, como la noche, como las sombras. Me acerco, mi cuerpo es ligero. Choco con alguien, se disculpa, me disculpo, nos disculpamos, vuelvo a chocar, me pegan, les pego, un codazo, un puntapié, ¿llegaré? Continúo, ahí sigue, me observa con interés.

-¿Quieres bailar?-

-Claro-

La escaneo, me escanea, nos escaneamos, mi análisis es profundo. Su piel morena se pierde con la noche. El vestido rojo contrasta con su cabello negro que baila en una caída vertiginosa de espirales. Sus pestañas me cautivan, sus labios me envenenan. Soy presa fácil ante el ritual de sus ojos que me exploran con igual precaución, en busca de un peligro mortal, de una advertencia. Ignoramos todo, la música nos permite liberar nuestras pasiones, los deseos frustrados. Libero al ser que habita en mi interior. Me dejo llevar por el instinto. Ella no se queja. Lo disfruta. Nuestras pieles se rozan, se conocen, se presentan mientras nuestros cuerpos se entrelazan. Olvido lo que hay a mi alrededor, lo hago a un lado. Somos uno, destilo una mezcla entre alcohol y humo de tabaco, mi corazón palpita al ritmo de la música y mis pulmones expulsan humo como locomotoras. Nadie nos observa, cada quien anda en lo suyo, únicamente nuestros ojos se contemplan. Me acerco y me entrego. Mis labios pervierten a los suyos y viceversa. Rotamos en un mismo eje, como serpientes con sus presas. Nos separamos, respiramos. Sus ojos, su cabello, su piel. La bella nariz que rompe con la delicadeza del rostro, su cuello, los puntos prohibidos, los misterios, los secretos.

Hay mucho ruido para conocernos, hay otras opciones. Hay botellas en mi coche. Dejo unos cuantos billetes al sobrio de la mesa, todos vuelven a brindar, soy el héroe, me halagan, me ofrecen altares, estatuas, toda clase de ofrendas. Un beso, un jalón, alguien me espera. Salgo guiado por su mano, nos besamos afuera, más pasión, total libertad. Nos acabamos de conocer.

La proposición fue simple, el coche es pequeño, la playa no. La luna nos delata, mientras que la arena nos resguarda en su lecho. Tomamos, bebimos, nos besamos, nos abrazamos. No puedo dejar de verla, ahora ya la conozco, nuestras pieles desnudas son coloreadas por el reflejo de un sol durmiente. Ahora soy su prisionero, su amante. Tomo su mano y la levanto, nos tambaleamos, me pongo serio, le ofrezco la calidez del mar, su frescura, su vida. Tomo con fuerza su mano y ahora soy yo quien la guía. El mar, la arena, la Luna. Nos miramos, un beso, dos besos. Caricias. Sus labios son una delicia. Me acabo la botella, la tiro. Entramos al mar, caminamos por la suave arena. Nos miramos. Ella se ríe, nos reímos.

Es la belleza en persona. La tomo entre mis brazos y me dejo caer. Su peso me lleva hasta el fondo. Me golpeo con el lecho marino. La suelto. Veo como se aleja, como regresa a la superficie sin mí, veo desaparecer su silueta. Escucho un grito ahogado por el océano, distante, ajeno a mí. Expulso una bocanada de aire. Las burbujas se alejan, muchas de ellas se marchan sin decirme adiós, parecen asustadas. Siento un fluido caliente. Intento sujetar unos brazos que entran y salen, que se acercan y se alejan de mí. Su silueta vuelve a aparecer ante mis ojos. La sujeto con fuerza, la atraigo, la abrazo. El esfuerzo me hace tragar, el agua es fría, la sal me quema. Despierto del letargo mortal, no puedo salir, no tengo fuerzas para intentarlo, el aturdimiento me atrapa, no me permite moverme. La muchacha forcejea contra mis brazos que la mantienen cautiva. Yo me quedaré ahí, ella no tiene porque acompañarme. La suelto, se aleja, su silueta desaparece. Yo me voy, el sueño eterno me rodea. Ahora todo es cálido, creo ver el sol, el volante, el velocímetro, la silueta está de nuevo junto a mí, se acerca, me besa, un beso mortal, un beso de unión, la silueta me comparte su último aliento, ahora es ella la que me sujeta, la abrazo. El sueño me aplasta, ya no siento más. Me voy tras devolverle el beso mortal.

Fiesta, drogas, alcohol, sexo, noche de Luna, de lujuria, de placeres. Noche junto al mar, sobre la arena, a un lado del mar, dejando atrás la cordura dándole paso a la locura. Alcohol sobre la arena. Un coche que viaja a ciento treinta, una patrulla tras de él. Una pareja festejando bajo el agua, que se besa tras expulsar su último aliento. Una Luna testigo, una playa cómplice. Botellas con traje de verdugos. Una pareja disfrazada de victima, vestida de culpa. Una noche de fiesta bañada en alcohol, perfumada con drogas, decorada con sexo. Luna que delata a la feliz pareja que se ahoga debajo del mar.

“El placer de verte sólo se puede pagar con la muerte”

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