lunes, 29 de agosto de 2011

Sin título # 2


Sin título # 2


Una noche sin luna, sin estrellas, sin sombras. Sangre en el suelo. Una noche sin viento, sin ruido de insectos, de coches, de ciudad, de vida. Una noche de un fuerte silbido en los oídos de la pequeña. El tiempo perdió todo sentido, toda lógica chorreaba del techo, donde restos del cráneo del extraño que acababa de matar a sus padres caían uno a uno.

La sangre era obscura, espesa, nunca había visto sangre, en su corta existencia nunca había visto el líquido vital, solía cerrar los ojos y llorar hasta que llegara alguno de sus padres para socorrerla cuando se raspaba, rasguñaba o lastimaba de alguna forma. Nadie acudió al llamado de su llanto, a su dolor, a su tristeza. El tiempo jugaba con su mente, y en venganza, ésta jugaba con ella. Quería salir de ahí, desaparecer. Quería que nada de eso hubiera pasado. ¿Podía volver a empezar? ¿Podía retroceder en el tiempo, en sus recuerdos, en esas imágenes que corrompían su inocencia? ¿A caso podría seguir viviendo?

Además del silbido penetrante había ruido a lo lejos. La luz de luna atravesó las cortinas empujada por una débil brisa, la habitación comenzó a colorearse. Una cama desecha, una mesita de noche sin su lámpara. El suelo contrastaba entre lozas blancas y el rojo obscuro de la sangre. Había gritos, pasos. Una mano cálida acaricio el rostro de la pequeña.

-No temas- Hubo paz. Paz momentánea. Paz en la mente de la pequeña. Todo estaría bien, esa voz se lo había insinuado, se lo había pedido, se lo había jurado.

Los pasos se escucharon con fuerza, un policía, luego dos, luego tres. Todos con armas, con chalecos con siglas únicamente reconocibles por el tenue rayo lunar. Con los rostros cubiertos, con miradas indiferentes, ojos acostumbrados a ver dolor.

Observaron la habitación cubierta de sangre, habían dos cuerpos, había una pequeña cubierta de la sangre de su madre que yacía inerte frente a ella, su pelo estaba revuelto, su blusa y shorts manchados de dolor, se aferraba con fuerza a sus piernas que abrazaba con locura, sus ojos rojos, reflejando el dolor de un corazón hecho añicos

"Hay historias que se cuentan con el alma,
otras que se cuentan con la razón
y otras, con el corazón"


Mario Ovies Gage

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