lunes, 16 de marzo de 2009

"El secuestro"

El secuestro
(Parte 2)


Todo fue demasiado rápido, series de imágenes borrosas pasaban ante mis ojos. Yo seguía ahí, en esa camioneta repleta de extraños, teniendo el rostro cubierto por una bolsa. No sabía cuantos eran, ni sabía a donde me llevaban. Solo sabía una cosa y esa era que yo era su prisionero. El tiempo pasaba lentamente, me encontraba acostado en lo que suponía era la cajuela, mis manos y pies se hallaban amarrados, estaba completamente inmóvil, ni siquiera podía proferir grito alguno por una cinta que me tapaba la boca. El viaje fue largo, por momentos recuperaba la razón, pero mi mente estaba inestable, esa serie de golpes me había dejado fuera de lugar y el movimiento de la camioneta me mareaba.

El paso del tiempo me fue indiferente, el golpeteo de mi cabeza contra la cajuela me mantenía despierto. Las voces de mis captores se escuchaban muy por lo bajo debido a lo alto de la música, una serie de canciones de rock pesado, solo podía pensar en que esto era el comienzo, si tan solo hubiera escuchado a mis padres esto no me hubiera pasado. Pero como dice la gente, el hubiera no existe, ahora me encuentro aquí, en la cajuela de una camioneta, atado y sin esperanza alguna de librarla. Solo quería desconectarme, alejarme de ese cuerpo amarrado, ser libre en mis pensamientos, ignorar la realidad. Pero aunque quisiera me era de lo más difícil, el dolor provocado por los golpes y la música me parecían molestos. La angustia apareció en mi, no sabia que hacer, al correr lo había perdido todo, debía buscar un momento en el cual refugiarme, algo de la vida que estaba por perder, algo de ese pasado que me mantenía feliz, un recuerdo de los buenos tiempos. Vino a mi mente esa luna llena, luna llena que había atestiguado todo, la persecución, mi captura. Su belleza, su blancura, su imponencia que mueve océanos y alborota bestias, luna de dioses, luna de diosas, reina de la noche. Ocupó toda mi mente, me llenó por un momento de paz.

Los 150 kilómetros por hora que yo calcule en mi mente por el sonido del motor comenzaron a aminorar rápidamente. Lo que antes había sido una autopista cambio en un golpeteo constante de un camino malo. Perdí la imagen de esa bella luna. Nos aproximábamos al destino final, a mi nueva prisión. Pronto comenzaría el verdadero sufrimiento. Ahora escuchaba más fuertemente a mis captores, eran unos cuatro o cinco. Dos voces graves dominaban la conversación, había perdido la concentración y ahora me encontraba sumido en descifrar sus palabras.

El golpe se detuvo de golpe tras dar una vuelta, habíamos llegado al destino. Todos comenzaron a moverse en silencio, salieron del coche, se abrían y cerraban las puertas, la música seguía a máximo volumen, las voces eran pequeños susurros. Sentí una brisa en el momento en que jalaban mis pies para sacarme del vehículo, caí al suelo. Recibí una fuerte patada que me sacó el aire.
-Levántate- Me dijo uno de mis captores gritando. No podía levantarme, se había llevado todo mi aire. Recibí una segunda patada. –Levántate pendejo-
-Levántalo tu idiota no ves que ya te lo madreaste- Dijo otra voz, yo ya no podía más la segunda había causado mucho dolor, mucho daño. No aguante el dolor cuando me levantaron, proferí un sonido ahogado que salía de mis adentros, un sonido de suplica, algo parecido a un llanto. Entre tanto dolor me sumergí en ese recuerdo de la blanca luna, recordé a mis padres, a mis hermanos, a mi familia, a mis amigos a esa persona especial. Recibí un nuevo golpe. Todo esfuerzo en mi cuerpo desapareció, un remolino de ideas me volvió a llenar la cabeza, un recuerdo tras otro, todos irreconocibles, un segundo, un tercer, un cuarto, perdí el conocimiento. Mi mente se trataba de alejar, pero ahí seguían, un sexto un séptimo. Mi cuerpo llegaba al máximo de su resistencia, yo seguía ahí, pero a la vez me alejaba.
-Lo vas a matar hijueputa- Todo paro, las sombras se apoderaron de mi visión, ya no sabia donde estaba.


El recobrar el conocimiento vino acompañado por un inmenso dolor de cuerpo. Me costo trabajo abrir los ojos y un esfuerzo aun más descomunal el levantarme, recargándome en una de las paredes. Ya no tenía la bolsa en el rostro, pero la habitación era obscura, iluminada tenuemente por una lucecilla que se escapaba por los bordes de la puerta. El hambre comenzó a inundar mi mente mientras pasaban los minutos, aun seguía ahí, pegado a la pared sin saber que era lo que estaba sucediendo, poco era lo que recordaba, me dolía la cabeza y escurría un poco de sangre de una herida reciente. El dolor atravesaba todo mi cuerpo, tenia dolor en las costillas y en el estomago, parecía que acabara de recibir una paliza que yo no pudiera recordar. Flashazos llegaban uno tras otro, pero nada conciso. Mi mente daba vueltas y vueltas, pronto me di cuenta que no sabia ni quien era, el dolor en la cabeza no me dejaba recordar nada. El dolor se transformó en mareo, no pude evitar el vomitar. Vomite todo lo que tenía en mí, llegando a vomitar bilis, dejando un sabor amargo y una quemazón en la garganta. Todo giraba a una velocidad increíble, me encontraba de cuclillas vomitando. No pude más, mi mente colapso e nuevo, caí al suelo.

No se cuanto tiempo estuve dormido, pero un peculiar olor me despertó. Logré abrir los ojos, el lugar estaba obscuro, solo lograba ver lo que iluminaba la franja de luz que provenía de la puerta. Todo era tan confuso, pero ese olor era conocido, un reclamo de mi estomago me recordó lo que era y lo que debía hacer con eso. Me levanté y avancé a gatas, me resbalé con un charco que me rodeaba, el olor era desagradable pero el otro aroma me invitaba a seguir, me levanté de nuevo, mis brazos me temblaban. Cerca de la puerta había un pequeño plato lleno de algo que parecía comida, no dude ni un momento lo tomé y me lo lleve a donde había estado hace unos momentos. Tomé una posición fetal con el plato entre el pecho y mis piernas, comencé a comer, devorando la comida, tomándola con las manos y llevándola a la boca de una manera descomunal, moría de hambre, el dolor era inmenso. Para cuando termine el plato, poco de esa hambre fue saciada. Con la molestia aminorada, observe a mi alrededor, el olor del liquido en el suelo era penetrante y yo me encontraba impregnado de el. Además de la puerta lo único que había en la habitación eran una cubeta y un inodoro. Me acerque a el, estaba vacio, no había agua, luego me acerque a la cubeta, estaba llena de agua. Sumergí la cabeza, estaba fresca, saqué la cabeza y dejé que el agua escurriera por mi cuerpo. Me sentía vivo de nuevo. Mi cabeza dejo de dar vueltas al dar algunos sorbos al agua. Sabia que no la debía tomar toda a la vez no sabía cuando me traerían más. No sabía nada en realidad, desde quien era hasta que hora era, no sabía si era día o noche, no sabía cuando comería o cuando dormiría, no sabía en realidad cuanto tiempo duraría o más bien cuanto resistiría. No recordaba nada aun, los recuerdos giraban borrosos en mi mente, nada rescatable. Solo una imagen era claro, un recuerdo suave, la imagen de una luna, una luna que era testigo de lo que me había sucedido.

Para no desquiciarme comencé a moverme, una perdida tranquilidad me volvió a rodear, todo pasa por una razón, yo saldría de esta y para eso debía mantenerme en el margen de la cordura. Me quite la camisa de lo que debía ser un uniforme, aun no recordaba así que no sabía de que era. La use para limpiar el líquido que cubría parte del suelo. Al terminar la deje tirada a un lado del inodoro, me recosté algo tranquilo y pensador. No sabía donde estaba ni que sucedía, pero si sabía que algo no debía estar bien. Intenté escuchar que sucedía al otro lado de la puerta, solo escuchaba música, algo pesada, cargada, de sonidos fuertes y ritmos exagerados, una música de alta velocidad. Mi cerebro comenzó a recordar, una serie de flashazos llegaron. Un camioneta con esa misma música, ese mismo ritmo, gente susurrando, la imagen de una luna blanca, una luna llena, un cielo estrellado, un muchacho que corre desesperadamente, un golpe, todo da vueltas. Me encuentro ahí, sentado en una habitación a obscuras, pero ahora recuerdo una parte de la historia, se que algo no esta bien, se que este no es mi lugar y si no es mi lugar, debe haber una forma de librarme de este.

Lo primero que debía hacer era mantener la calma, centrarme y pensar, pensar en una manera de librarme una forma de escapar. Opté por analizar la situación, esperar a que mis captores dieran la cara, esos hombres que susurraban, ese hombre que conducía la camioneta. Las horas pasaban y nada nuevo sucedía, las canciones del pasillo cambiaban pero el estilo seguía siendo el mismo. Un rock pesado que nunca pasaba de moda. Escuchaba las voces, los distintos susurros, logré identificar cinco distintos timbres. La comida entraba dos veces en lo que yo creía que era un día. Cinco días tuvieron que pasar para que lograra idear un plan de escape, antes de la comida dos de las voces salían por una puerta a mi izquierda, uno de los restantes iba a la cocina, otro se quedaba a ver lo que suponía sería un televisor y el tercero pasaba por lo que serian otras habitaciones a dar la comida. En el momento que fueran a servir la segunda comida de este día, en el momento que abrieran la puerta me lanzaría sobre el encargado, lo golpearía contra la pared y huiría por la puerta de la izquierda.

El tiempo pasaba de nuevo a velocidad normal, el plan me llenó de optimismo, pronto sería libre de nuevo. Llegó el momento en que dos de mis captores salían, pero algo era diferente esta vez, no eran dos sino cuatro. Casi todos ellos se colocaron delante de mi puerta, esta se abrió de golpe y entraron dos de ellos. Me levanté enseguida buscando la manera de defenderme, uno de ellos sonrió y le dijo a los demás.
-Miren cabrones el imbécil ya esta bien- Me intenté cubrir con los brazos cuando los sujetos se me aproximaron, lo primero que sentí fue un golpe al estomago que me dejo de rodillas en el suelo. Luego ambos sujetos me tomaron de los brazos y me sacaron de la habitación. El golpe me había sacado todo el aire, evitando que pensara o que tan siquiera fijara la vista en ellos. Mientras me recobraba comencé a observar a la gente a mí alrededor. En efecto eran cinco personas, todas encapuchadas, ninguno de ellos era muy alto, entre uno setenta y uno sesenta y cinco. Eran mas bajos que yo, pero todos eran por mucho más fuertes que yo. Me sentaron en una silla y abandonaron la habitación, me encontraba amarrado de pies y manos a la silla, además de cubrirme la cara. Intenté calmarme de nuevo, todo saldría bien, hablarían conmigo y me regresarían a mi habitación. Hablarían algo sobre la negociación de mi secuestro, era lo que yo pensaba, o lo que siempre pasaba en las películas. Nada saldría mal, la frase todo pasa por una razón me mantenía en mis cinco sentidos evitando un colapso por mi parte. Alcé la cabeza cuando escuché que la puerta se abrió.
-Baja la cabeza pendejo- La frase vino acompañada por un golpe con la mano abierta. No volví a alzarla. Se escucharon pasos, la habitación se llenaba de nuevo.
-Me agrada este imbécil, no ha causado problemas- Dijo una voz ronca frente a mí. Se movieron sillas y prendieron la música. En un volumen bajo iniciaban las estaciones de Vivaldi. Los que estaban a mis espaldas comenzaron a hablar por lo bajo, de nuevo me perdía la conversación. Se escuchó un manotazo y todos guardaron silencio. La voz grave comenzó a hablar de nuevo.
-Necesitamos una prueba para tus padres de que sigues vivo y necesitamos que sea convincente- Mi respiración se comenzó a acelerar, tenia que mantenerme tranquilo, no caería en su juego.
–Ahora- Tomaron mi brazo y lo pusieron sobre la mesa, esto no podría empeorar, me esperaba lo peor. Ahora respiraba por la boca. Me destaparon de golpe los ojos. Vi mi mano y mis cinco dedos extendidos sobre la mesa, eleve la mirada y vi a mi secuestrador, tenía una capucha negra que dejaba ver unos ojos obscuros que brillaban a contra luz. Cuando vio que lo veía elevó su mano con un objeto brilloso, era una navaja suiza, reluciente, afilada. No lo pude evitar, grite.

Pasaron horas, tal vez días y posiblemente semanas para que me volviera a encontrar conmigo mismo. Este encuentro era retardado por mis captores que entraban seguido y me proferían inmensas palizas. Me llevaron seguido a esa habitación, me habían quitado las uñas, me habían quitado una oreja y me habían quitado mi pequeño dedo meñique. Solo la primera intervención fue dolorosa, en las siguientes me encontraba ido. El dolor causado por tantas palizas, el daño psicológico, la humillación constante, evitaban que una simple tortura me causara dolor. Estaba completamente destrozado, costillas rotas, ensangrentado de pies a cabeza. Vomitaba día y noche. Por eso paso tanto tiempo. Pero algo tuvo que cambiar para que se detuvieran, llego alguien nuevo, obtuvieron un juguete nuevo para jugar con el. No tarde en escuchar sus gritos. Quitaban el rock para dejarnos escuchar sus llantos, sus suplicas. Eran buenos en eso, sabían como quebrar nuestro espíritu, sabían como quitarnos toda sensibilidad y rasgo humano. Parecíamos ganado en dirección al matadero. Fue entonces que escuche, después que apalearan a esa nueva persona escuche de nuevo a Vivaldi, la estación de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Me dieron vida de nuevo, me ilusionaron con ese mundo que había afuera del que me había olvidado. Mi cuerpo se lleno de fuerzas renovadas para salir adelante, con las palizas ausentes mi antiguo plan era nuevamente viable.

Había llegado la hora de darlo todo por mi plan. A fuera de mi cárcel, todo seguía igual, los turnos eran los mismos y la oportunidad seguía siendo la misma, a la hora de la segunda comida me lanzaría contra el que me entregaba la comida, lo estrellaría contra la pared y correría a la puerta de la izquierda. La divina salida, la añorada salvación. Al recibir la primera comida y mi dotación de agua, la comí con esmero y me bañe como si fuera la ultima vez. Use parte de mis pantalones para cubrirme las heridas y en caso de que me devolvieran un golpe no me sangrara fácilmente. Me había vuelto resistente a tantas palizas, sobreviviría a mi escape y pronto seria libre. Pero antes debía luchar por conseguirlo. Entre comida y comida, me puse a ejercitar las piernas, trote en círculos adentro de la habitación. Descansaba a ratos y tomaba agua. Estaría listo para el momento en que se abriera la puerta. La música era una buena manera de medir el tiempo. En promedio eran un total de ciento veinte canciones, algunas eran más cortas y otras más largas, pero había destinado días enteros a organizar un reloj, para que mi plan no fallara. Faltaban pocas canciones cuando algo en el plan varió, se escucharon voces en el pasillo, casi gritos. Estaba ocurriendo una discusión, alguien pasó por el pasillo y cerro la puerta de golpe. De nuevo reino la paz. Faltaban unas siete u ocho canciones. Comencé a respirar lentamente para relajarme y estar listo cuando la puerta se abriese.


La última pieza se escuchó, se abrió una puerta cercana y apalearon a uno de los secuestrados. Ahora seguía la entrega de la comida. Todo iba de acuerdo al plan, todo saldría bien. Levante la mano y observé mi dedo faltante, vi las malas costuras y la infección que comenzaba a empeorar. Me operarían y todo quedaría bien. Dos de mis restantes dedos ya no los podía mover, y debía tener dos o tres costillas rotas. Pero todo eso era insignificante, una vez que saliera, viviría de nuevo. Me senté recostado contra la pared, a un lado de la puerta. Pegué mi oreja buena contra la pared, escuche las puertas y los pasos, pronto estarían ante mi puerta.
Los pasos se fueron aproximando, escuché la perilla girar, era ahora o nunca, respire profundamente. La puerta se abrió, me lancé sobre el. Con la fuerza que llevaba lo derribe, no espere ni un segundo más, era mucho el dolor en mi pecho, pero era más la satisfacción de tenerlo entre mis manos. Tomé su cabeza y la azote contra el suelo. Tantas veces que llegue a sentir placer ante esa situación, pero en mi seguía vigente la idea de libertad, así que antes de matarlo lo solté, lo deje inconsciente, cubierto por su pasamontañas obscuro. Me levanté repleto de adrenalina, salí al pasillo y me encamine a la puerta de la izquierda. El pasillo era exactamente como lo había imaginado, mis cálculos en cuestión a los pasos que daban habían sido exactos, todo saldría bien, la puerta debía estar abierta. Escuche voces a mis espaldas, pero ya era demasiado tarde para ellos, no me alcanzarían. En ese momento todo en mi mundo se colapso, escuche un ruido del otro lado de la puerta, vinieron dos golpes seguidos y la puerta se abrió. Policías uniformados entraron en grupo. Corrí hacia ellos. Levantaron sus armas, aunque esto ya no me importo, yo seguía corriendo, de mi boca no salía palabra alguna, había olvidado como hablar, me había acostumbrado a hablar para mis adentros.

Todo paso muy rápido, el pasillo era muy largo y yo no podía correr muy rápido aunque lo intentara. Sentí algo parecido al piquete de una abeja, luego otro y otro, todos dieron en mi espalda. Uno de los oficiales cayó al suelo al mismo tiempo que yo caía de rodillas. Quede rodeado por un tiroteo. Recordé quien era al recibir un nuevo piquete, ya no sentía dolor, era glorioso olvidar estos momentos. Me acordé de mis padres, de mis hermanos, de mi familia, de mis seres queridos, me acorde de esa noche, noche de luna, noche de estrellas, en que desobedecí a mis padres. El dolor regresó, un oficial se acerco a mí, me tomó entre sus brazos, decía algo, comenzaron a abrir las demás puertas y sacar a mis demás compañeros. Ahora éramos libres, el oficial me saco del edificio por la soñada puerta de la izquierda, vi el sol, vi unos arboles, vi aves y nubes azules. De nuevo todo era un remolino de colores, recuerdos venían y se iban. Un dolor ausente me rodeaba. El oficial me recostó, le regalé una sonrisa y suspiré.
Espero sea de su agrado
Mario Ovies Gage.

1 comentario:

Valkeiser dijo...

¿Por donde empezar?
El tema del secuestro no es nada nuevo, pero verlo desde la perspectiva del secuestrado le dio un toque personal. No me pude identificar con el personaje, pero sí me sentí cercano a él por momentos.
La trama me gustó, la redacción mejoró, y la ambientación ni qué decir.
Hay pocos aspectos a mejorar, pero el modificarla le quitaría ese toque que tiene.
En general es un buen escrito, no sigas así, sé mejor...