viernes, 3 de abril de 2009

"Do you want a waffle"

“Do you want a waffle?”

Era algo tentador, difícil de resistir. Era un aroma penetrante, atractivo al olfato. Para la vista era un manjar, una ligera cubierta de mantequilla, bañada por una fina cubierta de miel de Maple. Un banquete digno de reyes era lo que yacía frente a mí. Dos deliciosos waffles bañados de miel y cubiertos con mantequilla me esperaban ansiosamente uno encima del otro en mi plato.

¿Quién se podría resistir dentro de lo humanamente posible a tal delicia? Los cubiertos se encontraban en una posición amenazante a ambos lados de mi platillo, en espera de que los tomara y atacara a los indefensos waffles. Pero, ¿cómo podría ser alguien capaz de cometer tal atrocidad? Mi estómago rugió molesto ante tal pensamiento. Ahí estaba la respuesta a mi pregunta. El hambre me llevó a perder ese sentimiento de lástima por los pequeños waffles en mi plato, otro rugido en mi estómago me llevó a tomar el tenedor con la mano izquierda y el cuchillo con la derecha, no opuse más resistencia, me dejé llevar por el instinto. Penetré la crujiente masa con el cuchillo y apoyé el tenedor para darle fuerza. Atravesé uno y luego el otro, saque el cuchillo chorreante de miel, había dañado tan majestuosa obra. La necesidad por el sagrado alimento cegó a esos sentimientos por tales daños, volví a cortar una y otra vez, hasta que quedó un pequeño pedazo separado del resto del waffle. Recosté el cuchillo en mi plato para que no derramara la miel, cambie de mano el tenedor y cogí a mi presa. Fue algo indescriptible, una sensación inimaginable, suprema. El Maple fue lo primero en llegar a mis papilas gustativas, seguido por la suavidad de la mantequilla. El acto aun no terminaba, solamente disfrutaba del Maple, la saliva se acumulaba en espera de la masa, al llegar a mi lengua solo fue cuestión de entregarla a mis muelas. Mastique una y otra vez, el sabor se disparó, la masa se dejo sentir entre mis dientes, tan larga espera finalizo al sentirlo mi lengua. Tragué la nueva mezcla, masa, saliva, Maple y mantequilla cruzaron por mi garganta de camino a mi estómago.

Exhalé. Eran deliciosos, como poder resistirlos. No había fuerza capaz de resistir tal encanto. El primer bocado llegó a mi estómago. Me levanté, un nuevo rugido me reclamó el acto, pero tendría que esperar, faltaba algo primordial. Recorrí la cocina, tomé un vaso de la alacena y me dirigí al refri. Sabía lo que buscaba y dónde se encontraba. Lo abrí y cogí el cartón de leche. Leche entera para ser exacto, suave, de buen sabor, como me gusta, sin adjetivos calificativos en su nombre que afectan su sabor. Regresé a mi asiento, asenté el vaso y lo llené de leche. Estaba hecho, podía continuar. Cumplí el ritual de memoria, corté un pedazo para luego tomarlo y llevarlo a la boca. Sentí de nuevo el Maple, la mantequilla y lo crujiente de la masa al masticar. Hubo una diferencia, esta vez tomé leche. El liquido entro en mi sistema, mi lengua agradeció la frescura de la ante lo empalagante del platillo. Mi estómago reclamó la tardanza. Agilicé el proceso, eliminé los trámites inútiles y los requerimientos tediosos.

Ahora me llevaba un bocado tras otro, al igual que tragos de leche. Tomé la miel revestí mis waffles. Limpié el plato rápidamente, solo dejando una pequeña cubierta de miel. Mi madre se aproximó con un nuevo plato repleto de waffles. El primer indicador fue mi nariz, luego mis ojos lo corroboraron. Lo que asentó mi madre eran cuatro waffles más. No pregunté, solo actué. Tomé dos nuevos waffles calientitos, los unté de nuevo de mantequilla y los bañé de miel. Nuevamente ante mi lucían dos pequeños e indefensos waffles. Fue un reflejo, tomé el cuchillo y el tenedor para rematar. De nuevo me llevaba bocado tras bocado a mi boca, masticaba y tragaba esa deliciosa mezcla finalizando con un trago de leche.

Quede satisfecho al dar el último trago a mi vaso tras terminar mis waffles. Mi estómago ya no reclamaba nada, estaba a gusto. Tan suculento platillo había saciado todas mis necesidades. Ante mí en el plato, yacían dos huérfanos aun calientitos esperando su cruel destino. Mi madre se acercó a la mesa con un nuevo plato entre sus manos. Cuatro waffles recién tostaditos, brillantes y de aroma irresistible. Para mi todos sus encantos fueron inútiles. Me levanté para alejarme de tal aroma.

Antes de salir me crucé con mi hermano y en su mirada vi lo que en la mía ya era inexistente, vi el amor en sus ojos, vi en su mirada el delicioso manjar bañado en Maple, cubierto de mantequilla, vi en su rostro lo atractivo al olfato y lo penetrante del aroma. Vi en su mirada lo difícil de resistir que era un plato de waffles.
Mario Ovies Gage...

4 comentarios:

Ponxo dijo...

Sí, los Hot Cakes son lo mejor.

Kbra dijo...

Te odio... me los antojaste ¬¬

D dijo...

aunque la intencion no era seguramente.. me anntojaste un hot cake!!

Unknown dijo...

Mataste a los waffles!!!

Aunque, creo que ya sabes esto pero, me acabas de antojar unos, lamentablemente sólo hay congelados y no pienso prepararme unos a las 10 de la noche xD

Culpable.. ¬¬