martes, 12 de mayo de 2009

"Cuentos que te comen"

“Cuentos que te comen”

Era una noche como cualquier otra, noche de luna, de estrellas, una noche normal, sin nada que contar, quien se podría imaginar lo que sucedió. Tan solo fue hace unas cuantas horas cuando todo ocurrió. Escribía como de costumbre, trabajaba en uno de mis  proyectos grandes, uno de esos en los que uno se atora, en los que ya no se sabe por donde continuarles. Debido a mi falta de concentración bajé por algo de tomar, mi organismo me exigía algo azucarado, busqué en el refri y luego en la alacena, pero nada, volteé y encontré a un lado del bote de basura la botella vacía de Coca-Cola. Esto me obligo a tomar un vaso de agua, regrese a mi habitación con las manos vacías. En mi cama me esperaba de nuevo mi libreta con la pluma en el lugar donde me había quedado. Me recosté en mi cama ignorando la exigencia de mi cuerpo por la bebida azucarada, tendría que vivir sin ella. De nuevo me transporte a mi texto, de temible caligrafía y ni que hablar de mi ortografía, aunque del lado bueno mi gramática no era tan mala y  mis ideas algo buenas. Eso me alentaba a seguir escribiendo, aunque no entendiera mis letras y la gente no entendiera mis textos por los acentos, pero en estos momentos mi peor problema no ninguno de estos, sino la falta de ideas, el vacio mental. Este y la intimidación que me provocaba un proyecto grande daba lugar a que este fuera uno de esos cuentos que te comen.

Tomé mi pluma, no me dejaría vencer por un cuento como este, había escrito mejores y mucho más largos. Llevé la pluma a la superficie de la hoja para continuar escribiendo. El libro se cerró de golpe, con mi mano dentro de el, no pude evitar el soltar un grito. Mi libreta escribe  se torno rígida, los bordes de las hojas se rompieron tomando forma de pequeños cuchillos. Mi sangre comenzó  a escurrir, las puntiagudas puntas traspasaron fácilmente mi piel, el dolor era profundo, intente con mi mano libre abrir la libreta, pero fue algo imposible, la libreta ejerció más fuerza y los colmillos penetraron más. Volví a gritar, comencé a agitar mi mano tan fuerte como pude, la libreta salió volando cayendo a un lado de mi cama, me levante como pude para salir de la habitación, esto no tenía ningún sentido, mi mano se encontraba gravemente herida por la mordedura de una libreta escribe azul tamaño profesional de no más de cien hojas, quien me creería, parecería una clase de loco que se lastima a si mismo. Corrí al baño en busca del botiquín de primeros auxilios, no podía dejar de preguntarme que le diría a mi madre, ¡que un libro me había mordido!, que clase de loco creería eso. Mi mano seguía sangrando, el botiquín se encontraba guardado entre un montón de cosas, saque lo necesario para curar mi mano del botiquín, desinfectantes y vendas. Enjuagué mis manos y las bañé en alcohol y dos o tres desinfectantes, más valía estar prevenidos, uno no sabe que enfermedades puede transmitir un libro que muerde, así que unte todo lo recomendado desde para una herida común hasta para una mordida de perro. Las heridas no eran muy profundas, así que para finalizar vende mi mano. Lucía mucho mejor, ahora había llegado el turno de llamar a mi madre para que trajera a un exterminador o a un exorcista.

Mi madre me tomaría por loco o por drogado, pero aun así cogí el teléfono. Este no funcionaba, estaba apagado, me agaché para checar los cables que llevan a la toma de corriente y se encontraban cortados, como si alguien los hubiera mordido. Dejé el teléfono en su lugar y corrí a la puerta, esta se encontraba atorada, comenzaba a estresarme. Intente tumbar la puerta, ahora si actuaba como un loco. Al ver que no la podía abrir intenté relajarme, debía ser un sueño, no había otra explicación, un sueño muy real, del cual ni el dolor me despertaba. Había otra manera, fui a la cocina, tomé la caja de cerillos y el aceite de cocina, no había nada mejor, agarre unos cuantos cuchillos y los sujete a mi cinturón. Tantas películas de terror llegan a enseñarle a uno que cosas no debe hacer, subí las escaleras para entrar de nuevo a mi habitación. Todo se encontraba manchado de sangre, fui en dirección a mi repisa en busca de mi celular, todo se encontraba fuera de lugar. No estaba, mi celular no estaba, pero aun me quedaba la computadora, la encendí y me senté a esperar a que encendiera. Me levante de la silla sintiendo algo de curiosidad por ver el lugar donde había caído la libreta, cheque el lugar, debajo de mis camas, atrás de los muebles, hasta abrí cajones y el closet, la libreta no se encontraba en ninguna parte, un pequeño rastro salía de la habitación y bajaba las escaleras, era diferente a las gotas que había dejado yo. Me senté de nuevo frente a la computadora, abrí el Messenger esperando encontrar a alguien y pedir ayuda, no había otra opción, me creerían loco pero había que hacer el intento. De pronto la computadora se apago, el ventilador sobre mi de igual manera comenzó a detenerse. Era lo único que me faltaba, un pequeño cuaderno acababa de cortar la luz, volví a tomar el bote de aceite y baje las escaleras. Todo estaba en orden, escuche un ruido proveniente del estudio. Camine lentamente, asenté el aceite y tomé uno de los cuchillos, no era un monstruo o un asesino, era un pequeño libro, que ridícula película de terror sería, pero a diferencia de lo que uno creería es distinto estar en la circunstancia, entre a la habitación y ahí estaba, a mi derecha, la libreta estaba intentando meterse en la mochila de mi hermano, era curioso verla moverse, no se había percatado de mi presencia, me lancé sobre ella sujetándola con fuerza y enterrándole el cuchillo, forcejeé un momento, tenia demasiada fuerza para ser una libreta diabólica. El cuchillo la traspasó, entonces dejo de oponer resistencia, me levanté rápidamente y sin soltarlo corrí por el aceite, tire la libreta al suelo para luego bañarla, una vez empapada encendí un cerillo.      

La herida en mi mano latía de alegría o tal vez simplemente por el esfuerzo ejercido al batallar con la libreta. Verla arder hizo que por mi cuerpo corriera una sensación de alegría, de satisfacción. De la habitación contigua volvieron a surgir ruidos, tomé el cuchillo dispuesto a acabar con lo que se me pusiera al frente. No me arriesgaría, usaría la misma estrategia. El humo no me permitía ver con claridad, me dirigí a la ventana para intentarla abrir, esta ni siquiera se movió. Sentí que algo se movía a mis espaldas, di media vuelta y ahí estaba, la mochila de mi hermano se movía,  no lo pensé dos veces, la apuñale tantas veces pude hasta que se detuvo el movimiento. Lo que hubiese adentro estaba mas que muerto, me agache para cerciorarme, la mochila quedo completamente agujereada, la tome para llevármela y quemarla al igual que la libreta. Al levantarme quede de frente al librero, donde un pequeño libro se cayó de su lugar. Ninguno se libraría, lo tomé, forcejeo un poco profiriendo una clase de chillido, sus hojas se abrían y se cerraban deformándose una y otra vez. Recargue con fuerza el librito en el librero y lo apuñale. Dejo de moverse, recogí de nuevo la mochila llevándome ambas cosas a mi hoguera improvisada. Antes de salir la puerta se cerro de golpe, en el suelo había otro libro de la misma colección que el anterior, solté de nuevo la mochila y me dirigí a el, sin previo aviso otro libro me mordió la pierna, al intentarlo agarrar el primero salto agarrándome la mano, lance a uno y pateé al otro. Peleaba contra dos, tres libros, volteé rápidamente esperando lo peor, del librero comenzaban a saltar uno a uno los libros, no esperé, corrí en dirección a la puerta, la derribé al lanzarme contra ella, como pude seguí corriendo pero sin llegar muy lejos. Me resbalé con el aceite restante, caí y me golpeé fuertemente contra el suelo. Intenté levantarme inmediatamente, fue inútil, uno de los libros me seguía mordiendo el pie, volví a resbalar. Pateé al que me estaba mordiendo y luego a uno que venía, así a dos más que se acercaban juntos, me levante como pude y corrí escaleras arriba, cojeaba, mi pierna sangraba, entre de nuevo a mi habitación cerrando la puerta a mis espaldas. Sentí por unos momentos golpes a mis espaldas, después de unos minutos, cedieron.

Ahí es donde me encuentro ahora, en mi habitación, desangrándome después de ser atacado por un grupo de libros y todo por el simple hecho de haber pensado en que un cuento me pudiera comer. Las vendas en mi mano se encuentran teñidas de rojo, el batallar con una colección antigua , el esfuerzo para quitarme las hojas de mi piel abrieron de nuevo la herida, mientras que mi pie se encuentra bañado en sangre y lentamente gotea el fluido en dirección al suelo. Sin más en que pensar y ya mareado por la perdida de sangre no me queda más que escribir mis últimos pensamientos antes de morir, agarré una hoja de la impresora y con una mezcla de sangre y tinta, recuerdos borrosos y claros, altibajos mentales, un sueño sofocante y una fina línea roja que fluye por mi pierna comencé a escribir.

 

El portón eléctrico se abrió dejando pasar al coche. El muchacho salió corriendo con  prisa por llegar al baño, tomó su llave y abrió la puerta, corrió en dirección a las escaleras, subió y se lanzó sobre la puerta del baño. Su madre aun abajo se dirigió a la cocina, asentó su bolsa y colgó la llave del coche en su lugar, abrió el refrigerador para sacar una jarra de agua, la asentó en la barra y se agachó para coger un vaso. A un lado de su vaso encontró el frasco de aceite, extrañada lo sacó junto con su vaso. Al levantarse encontró en la repisa un pequeño libro bañado de algo parecido a  sangre. El muchacho salió del baño en dirección a su cuarto, se recostó en su cama cerrando los ojos. Escucho un ruido, levantó la mirada. Un bote donde su hermano guardaba lápices giraba en su repisa, a un lado se encontraba asentada una libreta, extrañamente quemada y humedecida por un líquido rojo. La curiosidad lo hizo acercarse a checarla, apestaba, olía a sangre, el simple olor lo mareo, no la soportaba pero aun así la curiosidad era mayor. Abrió la libreta y en la primera hoja se podía leer: “Cuentos que te comen”. Se escucho un grito, era su madre, el muchacho soltó el libro, siendo demasiado tarde la puerta se cerró.  


"Hoy, esa inmensa falta de inspiración,

 esas ideas envolventes que detienen nuestras ganas de seguir,

esos sueños que asfixian, que sofocan,

 todo eso y más, es hoy,

lo que me motiva a escribir"

Mario Ovies Gage.

4 comentarios:

Manja dijo...

jajaja
me gustó =)

Unknown dijo...

Un poquitín violento jajajaja, no pero la verdad es que está genial, la redacción, el sustepnso por seguir leyendo y el deseo por escribir.

Me agradó tu cuento sinceramente, sigue con eso mv!

Saludines~!

mikelo22 dijo...

el nuevo stphen king hahahahah cuentos que te comen...algo tuve que ver en este cuento :P nose que que...el titulo tal vez.

mucha violencia y fantasia... hahahaha me recordo a cristine...el coche que mata!

Valkeiser dijo...

Interesante...
Diferente a tu usual temática. Suspenso, misterio, semi-violencia. Simplemente impropio de ti.
La historia en general está bien, aunque el final pudo ser mejor. Conociéndote, esperaba algo inconcluso, algo "a libre interpretación". Fuera de eso, una historia simple y entretenida de leer.
Como siempre, no sigas así, sé mejor...