miércoles, 12 de octubre de 2011

"A fairy tale"


 A fairy tale

El pequeño corrió por el inmenso laberinto, atrás de él, una sombra le daba alcance.

-¡Mamá. Mamá!- El grito quedó ahogado en una explosión de hojas, ramas rotas y crujidos. A lo lejos el padre del niño volteó a ver una parvada que se elevaba en el aire junto con los gritos de su hijo. Soltó las tijeras de jardín con las que arreglaba un rosal para correr en busca de su hijo.

A la sombra del gran caserón se extendía un inmenso laberinto de setos, en su interior, en el centro mismo de la construcción de hojas y ramas, se encontraba una hermosa fuente, con la cual uno se podía ubicar para salir.

El viejo jardinero conocía el lugar, pero encontrar a su hijo era distinto, podía estar en cualquier parte, después del primer grito, no volvió a escuchar nada.

-Damián, Damián, ¿dónde estás?- Corrió sin saber exactamente a donde iba, únicamente tenía en mente la imagen de las aves volando, pero podrían haber salido de cualquier parte, los setos eran lo suficientemente grandes para alojar varios nidos. La desesperación le hacía sudar, hiperventilaba.

Al dar una vuelta más, el hombre quedó paralizado y de momento no pudo hacer más que gritar el nombre de su hijo.

-¡Damián!- Escuchó Cinthia gritar a su esposo. La grave voz del jardinero rompió con el silencio de los jardines, la mujer salió de la casa a velocidad, había escuchado ruidos antes, pero al no escuchar nada más había seguido con lo suyo. Ahora era su esposo el que había gritado y al escuchar el nombre de su hijo, supuso que algo andaba mal, muy mal.

Siempre le había temido a al laberinto, llevaban poco trabajando ahí, los dueños les habían permitido traer a su hijo con tal de que cuidaran todo el tiempo de la casa, y así fue como un día se topó con el enorme laberinto verde, su marido solía darle forma, él lo conocía a la perfección, pero ella la única vez que había entrado se había perdido acabando en la fuente con la extraña mujer al centro.

Tuvo pesadillas, durante semanas, pero por suerte, siempre al final, la voz de Gonzalo la despertaba, con sus ojos verdes obscuro, con su bigote entrecano, su esposo la había rescatado de las sombras de ese infierno, con pasillos llenos de arañas y pequeños insectos, de búhos y ratones, al anochecer la encontraron, al anochecer la salvaron de la locura.
Ahora ella iba  en busca de su antes salvador, pero eso no la reconfortaba, el ir en su rescate únicamente le hacía pensar en mil cosas, ¿qué le habría pasado a su hijo, a su esposo? ¿qué habría pasado para que Gonzalo gritara así?

Corrió entre los pasillos, comenzaba a anochecer, aunque la luna ya estaba a medio recorrido, blanca, llena. Las sombras comenzaban a jugar con su mente, se dibujaban con formas macabras, formas que en sus pesadillas le habían estado atormentando, miradas ocultas entre las hojas la contemplaban pasar, no sabía a donde iba, pero algo en su interior la empujaba haciéndole creer que iba en la dirección correcta, una vuelta y luego otra, más hojas, más ramas, una araña, una flor entre las sombras, el sonido de los grillos.
Tropezó con una rama que sobresalía, alzó la mirada y ahí estaba.

El primer golpe lo derribó, quedó inconsciente por unos instantes, tal vez minutos, tal vez segundos, pero al recobrarse la luna estaba a medio recorrido y la noche ocupaba el lugar que le correspondía. Alzó la mirada y ahí estaba.

De cabellos obscuros, brillante ante los rayos del atardecer, de una mirada que desgarraba el alma, de dientes afilados, con unas inmensas alas, celestiales y demoníacas a la vez, era como en los libros de mitología que había encontrado en la biblioteca, era un hada, y no como la de los cuentos, sino como la de las pesadillas, era como la estatua en la fuente, era como la mujer del cuadro en la recámara principal, su sonrisa de ángel, su mirada demoníaca. No pudo más que gritar, implorándole a su madre que acudiera a salvarle.

Ahí estaba el cuerpo de su hijo, completamente destrozado, de las fauces de la bestia escurría brillante la sangre del pequeño.

-¡No!- Gritó prolongadamente la madre.

-¡Damián!-Volvió a gritar su padre. Pero ya era tarde, el cielo se nubló, y más creaturas cayeron del cielo, el fin del mundo todavía estaba lejos, pero para esos dos, el mundo terminó al ver a su hijo en las manos de la creatura angelical.


“Hay quienes tan solo quieren escuchar cuentos de hadas”


Para mi amiga Cinthia que fue su cumpleaños
y quería escuchar un cuento de hadas. 

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