miércoles, 11 de febrero de 2009

"El vendedor"



“El vendedor”



-Le prometo señora, que no hay nada mejor a mi producto en el mundo- Le decía un excéntrico sujeto a la señora de la casa.
Renancio Libertul era un hombre muy alto para la época, utilizaba ropa y zapatos especiales, vestía de saco y de pantalones de vestir, zapatos buenos y un sombrero caro. Sin embargo no tenía buen gusto, o lo que la gente denomina elegancia. Su saco era de cuadros rojos, azules y verdes con bordes amarillos, y sus pantalones de vestir eran de un verde tan claro que molestaba a la vista. Usaba zapatos morados y un sombrero color rosa mexicano. Era un completo excéntrico, raro, fuera de lo normal pero nada de eso le quitaba el ser un excelente vendedor.
Era un día más del año, Renancio Libertul se había despertado temprano, había escogido su extraña combinación, se había peinado y rasurado, lavado la cara, desayunado y por ultimo despedido de la familia. Su esposa, sus tres hijas, sus dos hijos, su mamá, sus suegros, su cuñado, y de final antes de salir a trabajar acariciado al perro.
El día era soleado, era lunes, principio de semana, día de negocios y de grandes ventas. La gente se recuperaba del fin de semana. Los esposos salían a trabajar y las esposas se quedaban a cuidar del hogar. Era un pueblo tranquilo, de cuarenta casas, un parque, un consultorio médico y un pequeño mercado. La semana comenzaba igual que siempre, así que Renancio Libertul tenía que salir a trabajar. El primer lugar a donde decidió ir fue la casa del alcalde. Eran una familia rica, tal vez la familia más rica del pueblo. El alcalde, Don Rodolfo Paredes, era el dueño de todo el ganado del pueblo, mucha gente trabajaba para él, y su esposa era una gran arquitecta. Era lunes, día de grandes ventas, ir a su casa era una buena opción para empezar la semana así que tocó a su puerta esperando poder vender su producto.
-Buenos días señora Paredes-Dijo el excéntrico Libertul lleno de optimismo.
-Buenos días Renancio, ¿que haces por aquí?-Contesto Eunice Paredes, la esposa del alcalde. Cuarentona culta, pelo castaño, ojos obscuros, algo cachetona, de buen gusto en el vestir a comparación del buen Renancio. Su saludo sonó de lo más cortes ante la visita del conocido, pero su mirada mostraba la repugnancia que le causaban los extraños gustos en el vestir de este.
-Pasaba por aquí cuando tuve una corazonada, miré al cielo y pensé: Debo tocar a la puerta de la señora paredes y ofrecerle mi nuevo producto-
-¿Nuevo?, ¿Cual?, ¿Que nuevo producto?-
El hábil vendedor había llamado la atención del pez gordo del estanque. Ahora solo faltaba sacar la red y atraparlo.
-Sí señora, lo más nuevo traído desde los mismísimos confines de la Tierra-
-¡Oh!- Expresó la mujer sorprendida ante las palabras de Renancio.-Pasa Renancio pasa. Quiero ver ese nuevo producto del que hablas-
-Para mí será un gusto señora Paredes-
Los dos entraron en la casa. Era amplia, bien iluminada por los grandes ventanales, de un estilo clásico que nunca pasa de moda. Más bien parecía una casa de campo, la decoración de suelos y paredes era de madera, una chimenea, cabezas y pieles de animales, armas y cuadros pintados en acuarela colgaban de las paredes. Los muebles, todos del mismo estilo, estaban llenos de toda clase de artefactos de usos desconocidos, artefactos que el mismo Renancio le había vendido a la mujer desde el día en que se conocieron hasta el día de hoy que le traía su ultima adquisición como todo lunes.
-Bonita casa-
-Eso mismo digo yo, por eso te aprecio tanto Renancio, tenemos los mismos gustos- Renancio intentó hablar pero la mujer continuó.-Mi esposo se queja todo el tiempo, dice que un día llegara y quemará todas estas maravillosas cosas que me has vendido. Si tan solo supiera lo que hacen, no se atrevería a decir tales barbaridades-
-Con todo respeto señora Paredes, su esposo es un inculto-
-Hay no te preocupes Renancio, lo sé, tienes toda la razón, pero lo entiendo, a él le falta eso que tu y yo tenemos. Esa comprensión- La mujer se detuvo, pensó en lo que acababa de decir, pensaban igual en casi todo. Observo de reojo en como vestía su invitado. Suspiró al ver tanto colorido.
Renancio tomó asiento en un sofá, levantó las piernas y como si estuviera en su casa las recargo en la mesita de centro.
-¿Quiere algo Renancio?, ¿le ofrezco té?-
-Claro, si no es mucha molestia-
-No para nada, como puedes decir eso. En esta casa eres como de la familia- La señora Paredes salió a paso veloz en dirección a la cocina. Se escucharon los ruidos típicos de una cocina, platos, el chorro de agua, un cubierto que se cae. Se comenzó en pocos minutos a percibir el olor del té. La mujer iba de un lado a otro de la cocina.
Renancio seguía en la sala, observaba la decoración de la habitación hasta detenerse en la mesita que tenía frente a él. En el centro había un reloj, el cual hubiera sido normal de no ser porque no tenía manecillas.
-Ya veo que sigue usando el calmometro que le vendí- Dijo el vendedor en tono orgulloso por su antigua hazaña.
-He tenido excelentes resultados Renancio, es sorprendente. Mi esposo anda siempre diciendo que es un fraude, que podría hacer lo mismo sin él. Pero lo que pasa es que no lo comprende, no sabe de lo que se pierde. Poder hacerlo sin él, ¡qué locura!-
-No muchos lo comprenden señora, pero cuando lo vi supe que estaba hecho para usted-
-Y te lo agradezco muchísimo, no sabes cuanto me a ayudado. Cada vez que estoy molesta, me siento frente a él, y como usted me dijo, respiro profundamente y cuento hasta diez. Lo hago repetidas veces y en cuestión de minutos el calmometro hace su trabajo. ¡Es magnifico!-
-Lo sé señora, por eso se lo traje-
-Hay Renancio, siempre te estaré agradecida- La mujer seguía caminando de un lado al otro de la cocina. -Todavía me queda del polvo especial que me diste para el té, ¿quieres que le ponga?-
-No señora, muchas gracias- En su tono se notó algo de preocupación. –Mi paladar no puede degustar ese nivel de sabor-
-¿Cómo es posible si usted me lo vendió?- La mujer acababa de acertar justo en el blanco, pero Renancio Libertul era un vendedor hábil, él sabia como ganar su propio juego.
-Señora paredes- Contesto el vendedor. –un degustador promedio como yo solo percibe un porcentaje pequeño de un gran sabor, usted es una degustadora excepcional, eso lo supe desde el principio, como con todos mis demás productos al acudir ante usted-
-Es un gran don el tuyo Renancio- La mujer regresó de la cocina con un juego de tazas de té y unas galletitas en una extraña bandeja de plata.
-Veo que sigue usando la bandeja que le di-
-Igual que todo lo que me vendes, es excelente. Nunca se me a caído nada, se la mostré a mis amigas y quedaron maravilladas, excepto mi vecina, la señora Rosmerta-
-Oh. La señora Rosmerta- Renancio recordaba muy bien a la vecina de la familia Paredes, Rosmerta, viuda desde hacía tres años, era una mujer de ciencia, totalmente contraria a las ideas de Renancio. Era una mujer altamente preparada y muy conocedora. Esta mujer era la causa de los dolores de cabeza de Renancio, ponía en duda el funcionamiento de todos los productos de Renancio causándole pérdida de clientes. Pero al igual que en todo, él tenía una solución. –Esa señora cree que con su ciencia lo puede explicar o solucionar todo, le diré un secreto si me promete no decirle a nadie-
La señora Paredes se mantuvo callada en el sillón en que se encontraba.
-¿Me lo puede usted prometer señora Paredes?-
La mujer asintió con la cabeza, la idea de un chisme le era irresistible.
-A la señora Rosmerta yo le e ido a vender gran cantidad de mis productos y no a sabido utilizar correctamente ninguno de estos- La señora Paredes soltó la carcajada callando de inmediato al llevarse las manos a la boca. Renancio continuó. –Le lleve esta misma bandeja, no la supo usar, se le cayó junto con unos vasos nuevos. Desde entonces no me deja poner pie en su casa asegurando que mis productos son un fraude- Tomó la taza de té y dio unos pequeños sorbos.
Ambos guardaron silencio mientras tomaban el té. Ante tal silencio la señora Paredes retomó la palabra.
-Me gustaría saber, claro si no es ninguna molestia. ¿Cuál es el nuevo producto que me iba a mostrar? Muero de ganas por saber que es- La mujer transpiraba impaciencia.
-¡Ah! El nuevo producto, me hubiera dicho antes, ya se me había olvidado. Aquí mismo lo tengo- Tomó su morral, un pequeño morralito de dudoso material que para completar sus extraños gustos tenia todo los colores del arco iris. Lo abrió y de él saco un baúl, más grande y pesado de lo que posiblemente pudiera guardar su exótico morral. La señora Paredes no se impactó por la idea de cómo había entrado aquel baúl en tan pequeño morral, ella sabia de lo que era capaz aquel extraño pero a la vez conocido vendedor.
Renancio Libertul colocó el baúl en la mesa de centro. El baúl aparentaba ser de una madera muy fina, la base estaba decorada por pequeños triángulos de diferentes tonalidades claras y obscuras que aparentaban ser unos colmillos. En la cara del baúl, se encontraba esculpido un pequeño dragón. Era una magnifica obra de carpintería. A los lados en para poder cargarlo tenía unos delgados tubos de plata en forma de cuernos. La señora Paredes quedo boquiabierta ante la perfección de detalles con las que contaba el objeto. El pequeño dragón aparentaba tener vida mientras que los aros de plata reflejaban todos los colores presentes en la luz solar. Renancio interrumpió a la atontada mujer.
-¿Qué le parece?, ¿una belleza no?-
-Es,- la mujer no tenía palabras que la describieran. –Es, precioso-
-Magnífico, espléndido, sorprendente, serían las palabras que yo usaría. Hace muchos años, un emperador de lejanas tierras buscó por años este precioso tesoro. Agotó su vida y recursos, mando a gente a su muerte, guiándose solo de leyendas, de mitos, de cuentos de viajeros, hizo todo lo que tuvo entre sus manos para encontrarlo. Pero nadie pudo, un día ante tal hecho, el emperador puso a sus hijos a cargo, monto a su caballo y salió a paso veloz para recorrer el mundo en busca del tesoro. Pasaron los años, en su ausencia los hijos tomaron todo el poder sin tardar en entrar en disputa entre ellos mismos. Se derramo mucha sangre en ese tiempo, el imperio no pudo sostenerse y llegó a su fin, las vecinas tribus enemigas aprovecharon la oportunidad para conquistar al decadente imperio. Mientras tanto, en las montañas de los confines de la tierra el viejo emperador encontró un monasterio, en el cual halló el añorado tesoro.
Admiro su tesoro por días, meses, y hasta tal vez años, no comía ni bebía, se alimentaba de él, vivía por él. Un día el emperador decidió que era suficiente, que tenía que mostrarle su hallazgo al mundo. Al llegar, lo encontró todo destruido, observó solo las ruinas de lo que había sido su magnifico imperio. El anciano lloró al encontrar a sus hijos muertos por sus mismas armas, no supo que hacer. Tras enterrar a sus hijos y despedirse de su tierra, optó por devolver el tesoro a su lugar. Pero ya era demasiado tarde, el anciano no pudo llegar a su destino, enfermó de camino y al buscar donde alojarse me encontró a mi, en una posada cercana a los confines de la Tierra. Nos volvimos amigos de inmediato, yo le conté como había llegado a ese lugar, al igual que el me contó como había acabado ahí. Antes de morir me regalo el baúl, me dijo que nunca lo abrió, pero que ya no sentía curiosidad por saber que había dentro de él. Acepté su regalo, y lo acompañé hasta la muerte. Yo seguí con mi vida, seguí con mi camino, por eso hoy estoy aquí. Le prometo señora, que no hay nada mejor a mi producto en el mundo-
La mujer seguía sin palabras, maravillada por la historia del excéntrico vendedor.
Renancio Libertul salió sin remordimiento alguno. Había sido una gran venta, una venta digna de un lunes. Tomó el camino por el que había venido para volver a casa. Comenzaba a atardecer cuando entro. Lo recibió el perro al que saludo con una caricia, se encontró a su cuñado y a sus suegros viendo la televisión, en la esquina saludo a su madre que tejía un nuevo abrigo, saludo a sus dos hijos y a sus tres hijas, por ultimo se encontró con su esposa a la cual atrapo entre sus brazos y besó.
-¿Qué tal te fue hoy cariño?- Pregunto la mujer a su marido.
-Muy bien, volví a vender el cofre-
La mujer comenzó a reír.
-¿Qué historia contaste esta vez?, ¿la del hechicero o la del emperador?-
-Sabes que prefiero la del emperador. La hubieras visto no dudo ni un segundo-
-Pobre mujer-
-Sí, era muy buena clienta- Renancio Libertul tomó asiento, cogió un plato y lo llenó de cereal.
-Buen provecho cariño- La mujer salió de la cocina.
-Gracias, buenas noches-

7 comentarios:

Unknown dijo...

Y lamentablemente, ése es el trabajo de un buen vendedor: convencer que su producto es el único artículo del mundo y envolver al cliente en sus historias.

Me gusta mucho tu narrativa, al final, eres un vendedor, escribes de tal manera que enganchas al lector y al final, dejaste que leyeran tu historia.

Saludos~!

Ponxo dijo...

Buena narrativa en éste. Me gusta la personalidad del vendedor. Lo que no me gusta, es que la señora fuera arquitecta. Si era tan pendeja, no podía ser arquitecta. Los arquitectos somos gente que se fija en los detalles, y no se deja llevar por cualquier cosa. En cuanto a lo demás, muy bueno.

Saludos.

Anónimo dijo...

¡Oh!..¡Pobre señora!...Y qué desgraciado ser inventaste. Todo un desalmado sin escrúpulos. Fue tan real que te juro que le menté la madre al vendedor jeje. Bien hecho Mario.

Atte: Rubén

Lilith dijo...

Muy bueno, transmites , es creible, se siente como si una fuera la mujer o el mismo vendedor un gran saludo, y a seguir escribiendo.

Anónimo dijo...

Excelente narrativa. El cuento es simple, envolvente y creible. En este cuento se ve una mejora en la ambientacion, no tanto por la descripcion del entorno, sino por la cercania con los personajes. Lo considero de tus mejores cuentos. Como siempre, no sigas asi, se mejor...

mikelo22 dijo...

polvo para el te era droga?? Hahhh es mi única duda hahhaa cuidate... Buen cuento

Anónimo dijo...

ME GUSTO, ME GUSTO MUCHO, LA FORMA EN COMO LLEVAS LA HISTORIA ME PARECIÓ MUY BUENA UNO NO PUEDE (O AL MENOS YO) IMAGINARSE EL FINAL. YO NO CREO QUE DEJARÍA PASAR A MI CASA A UN PERSONAJE CON ESTAS CARACTERÍSTICAS PERO ME GUSTO LA FORMA EN QUE DEJAS CLARO QUE LAS MUJERES SOMOS CAPACES DE COMPRAR COSAS COMPLETAMENTE INÚTILES, ADEMÁS QUE QUE NOS TRAGAMOS CUALQUIER CUENTO. TIENES MADERA!!!!!