martes, 28 de octubre de 2008

"Yo los declaro" Capítulo 2

Segundo Aniversario
"Piezas de una vida que colapsa"
Segunda parte.

Capítulo 2

"Yo los declaro"

-¡¡Ahhhh!! -Se escuchó su grito a lo largo del pasillo.

-Sédenlo, sédenlo, pronto, me va a destrozar el brazo- Dijo uno de los enfermeros de cuyo brazo se aferraba el herido.

-Vamos a tener que amputar- Dijo la doctora.

-¡Amputar, no, amputar no! ¡Por favor, doctora, dígales que no!- Le suplicó el paciente con lágrimas en el rostro.

-¿Dónde esta el sedante?-

Una comitiva de médicos y enfermeros corría por el largo pasillo de urgencias. El orden regreso apenas se cerraron las puertas del cuarto de operaciones. Los pacientes regresaron a sus almohadas a soñar en su libertad perdida. Enfermeros y enfermeras atendían de un lado a otro, se escuchaban llantos y la maquinaria de un edificio cercano en construcción.

-¿A quién le amputaron la pierna?- Pregunto uno de los médicos.

-Al campeón nacional de atletismo- La cafetería era desde siempre un punto de reunión de familiares y médicos, un momento de descanso, un lugar para recordar que la vida sigue su ritmo.

-Hay vienen los familiares- Dijo uno de los enfermeros antes de levantarse de la mesa.

-¿Qué le hicieron? ¿Cómo se encuentra?-

-Está bien, está dormido-

-¿Su pierna? ¿Cómo está su pierna?- La madre estaba pálida por la preocupación.

-En la basura- Dijo el médico en un tono de burla, antes de llevarse un nuevo bocado de su hamburguesa.

-¿Perdón? ¿Cómo dijo?-

-En la basura, ahí se suele ir lo que corto- Se escuchó un golpe, toda la cafetería veía a un hombre de bata en el suelo, dos hombres sujetaban a una mujer robusta que con fuerza trataba de lanzarse sobre el hombre inconsciente.

-¡Qué bien golpea señora!- Dijo Mariana con una sonrisa en cara. -A ver si así se le quita-

La mujer se tranquilizo, los dos hombres la soltaron.

-¿Es cierto lo que dijo este hombre?-

Otro día más, otro día menos, ¿qué más da? pensé de manera casi irónica. Los pacientes del tipo de la señora siempre me descontrolaban, pero en este caso me puso de muy buen humor el que alguien pusiera en su lugar a Fernando. Siempre tan engreído por ser un médico famoso. Había tenido muy buenos casos con excelentes resultados, era el cirujano más prestigioso del hospital, y el más arrogante.

Salir del hospital, dirigirse a casa en el Mercedes a toda velocidad. Llegar, descansar, lo más deseado y añorado después de un largo día de trabajo.

-Mami, mami- Se escucharon los gritos de la pequeña al entrar al departamento.

-¿Qué pasó?-

-¿Cómo te fue hoy?- Preguntó con esa cara llena de inocencia que tanto me gustaba.

-Muy bien Dani, mucho trabajo, estoy exhausta-

-¿Salvaste a alguien hoy?-

-Se podría decir que sí- En eso momento recordé lo sucedido en la mañana. Pero es algo complicado- La pequeña me observaba en espera de la explicación pero no tenia ganas de recordar el suceso.-Tu hermana, ¿dónde está?

-Esta en su cuarto, sigue molesta- ¡Qué raro! pensé para mis adentros, esa niña vivía completamente atormentada, la adolescencia la había transformado.

-¿Y tu papá?- Pregunte ilusionada sabiendo la respuesta.

-Esta en el estudio, ¿quieres que lo llame?-

-No te preocupes, yo iré a llamarle- Impresionada de que estuviera me dirigí al estudio. Dani se marchó a su habitación dejándome a solas para verlo.

-Llegaste temprano mi amor- Su voz, tan dulce y profunda me cautivo como siempre. Me acerqué, le acaricie la barba, me senté a su lado. -¿Cómo te fue hoy?-

-Llego un paciente con la pierna destrozada, premio nacional de atletismo, yo firme el papel y Fernando le corto la pierna-

-¿Mal día entonces? -

-No del todo, estoy aquí a tu lado- Me recosté, corrió su brazo y me abrazó. Cerré los ojos para despejar mi mente. –Además, la madre del atleta le golpeó a Fernando- Su risa, como canción de cuna, me arrulló, sumiéndome en los recuerdos.

Mi traje era reluciente, de un blanco fulminante. Un gran detalle de Roberto. Era sorprendente lo fino, lo elegante, lo caro, me gustaba. Los nervios me consumían, mi padre estaba a mi lado dándome fuerza, su apoyo en esta primordial decisión. Se abrieron las puertas y el altar quedó de frente. Roberto estaba ahí, de pie junto al padre Rodrigo. Vestía un traje negro, éramos la pareja del pastel, el sol entraba por los vitrales iluminando el recinto.

La escena se vio interrumpida por el teléfono.

-¿Si?- Se escuchaba una voz en el pasillo.

-Les dije que no hablaran a la casa-

-Están rompiendo las reglas, hemos trabajado tantos años sin ningún problema para que empiecen ahora-

-Ya lo sé ya lo sé, no estoy enojado, simplemente no hablen a la casa, estoy con mi familia, mi esposa está cerca- Me quedé en silencio para no interrumpir, fingiendo que seguía dormida. La voz de Roberto denotaba molestia, ira. Me encontraba en el sillón, bien acurrucada, donde antes de que me durmiera se encontraba Roberto.

-Si, la veré mañana, no hay problema- La palabra ella retumbo en mis oídos, ¿Ella?

-Si, buenas noches, yo me encargaré de todo- La habitación quedó en silencio, comenzaba a sentir una sensación extraña.

-¿Roberto?- Lo llamé fingiendo que acababa de despertar.

-¿Qué pasa cariño?- Dijo asomándose por la puerta.

-¿Con quién hablabas?- Pregunté como si no supiera.

-Arreglaba la sorpresa de mañana- De nuevo esa sensación crecía en mi interior, expandiéndose, devorándome. La reconocí, era desconfianza, ahora me mentía, lo veía en su rostro aunque no lo aparentara, algo que solo yo veía, esto incrementaba mi sentir, corroboraba mi sospecha.

-¿Qué sorpresa?-

-Si te lo dijera dejaría de ser una sorpresa, ¿no?- Se acercó lentamente, tomándome en brazos me llevó sin trabajo a nuestra recamara. Olvidé de momento todo el problema, se desvaneció esa sensación. Sentía su calor, su fuerza, su amor, me mareaba esa oleada de sensaciones, como si fuera la primera vez que me encontraba en sus brazos. Recargué mi cabeza en su pecho. Suspiré.

-¿Qué tienes?-

-No tengo nada- Se acercó. Me levantó un poco y aproximó su rostro al mío.

-¿Te puedo besar?- No era una pregunta, se acercó aun más, hasta rosar mis labios con los suyos.

-¿Te puedo besar?- Volvió a preguntar pronunciando cada letra de forma que rosaba mis labios ligeramente.

-¿Qué pasa si te digo que no?- Fue suave, rápido, enérgico. Se alejó un poco, lo necesario para verme a los ojos. Me recostó delicadamente en la cama como si existiera la posibilidad de que me rompiera, se quitó los zapatos. Se acercó lentamente, como un lobo ante su presa herida, se subió a la cama, atrapándome entre sus piernas. Se inclinó de nuevo. Susurró.

-No eres capaz-

-Estas segura que quieres hacer esto, todavía puedes decir que no, yo te apoyaría en todo,..-

-Papá, ya te lo dije mil veces, estoy segura de esto-

-Está bien- Me besó. -Sólo pierde el que ha dejado de luchar, tu sabes que te quiero mucho, me da celos que se roben mi más preciado tesoro- Su tono fue totalmente sincero.

-Vamos papá, ya es hora- Le dije con todo mi entusiasmo. Tomó mi brazo prestándome su fuerza y experiencia, caminamos entre familiares y amigos, con un caluroso rayo solar que atravesaba los vitrales de antiguos santos, el camino era largo, la catedral era bellísima, al igual que el novio que esperaba en el altar.

- Hermanos nos encontramos aquí reunidos.....-

Dieron las 7 de la mañana, había ruidos en la habitación, me incorporé, soportando lo pesado de mi cuerpo, intenté ver que pasaba.

-Mamá, Esperanza se fue sin mí-

-Pídele a tu papá que te lleve-

-No está, el igual se fue- Comenzaba a recordar lo sucedido la noche anterior.

-Yo te llevo, no te preocupes-

-Gracias mami- La pequeña salió corriendo a terminar de vestirse. Levantarse cuesta mucho trabajo, más aun cuando uno lleva días trabajando hasta muy tarde. Me quité el pijama para ponerme mi ropa de trabajo.

-Mamá voy a llegar tarde- Se escuchaban los gritos de la niña. Encontré las llaves a un lado del despertador, salí del cuarto un tanto apurada, tome dos sorbos de café, suspire hondo tomando las fuerzas necesarias. Di un paso al frente dispuesta a salir.

El camino a la escuela no era largo, el apartamento estaba a una media hora, más quince minutos para llegar al hospital. Había sido una bendición cuando Esperanza había comenzado a tomar el camión escolar, ya que llevaba con ella a su hermana. Pero poco duro la felicidad, Esperanza comenzó a molestar Dany, hasta llegar al extremo de dejarla en la casa. Se acabó la bendición y comenzó la perdición, constantes peleas, gritos, regaños, y al final, yo tenía que llevar a la pequeña a la escuela.

Después de dejarla, pasé rápidamente por algo de desayunar, un sándwich de queso panela y un café bien caliente. El día comenzaba a nublarse. Tuve el presentimiento de que este no sería un buen día.

-¡Doctora, doctora!-

-¿Si, qué sucede?-

- Es el paciente de ayer, se escapó-

-¿Lo encontraron?-

-Si, ese es el problema-

-¿Se quiere suicidar o qué?- Lo dije en un tono sarcástico, intentando no reír.

-No se quiere, lo intentó-

-¿Qué, dónde está?- Mi chiste había perdido toda gracia al ser cierto.

-En urgencias, cayó desde el tercer piso, lo salvó un árbol, su bata se enredo en las ramas más altas, tiene rasguños y algunos moretones pero su pierna está bien-

-¿Y Fernando, no lo está atendiendo él?-

-La señora es esposa del juez de distrito, no se puede acercar a urgencias-

-¡Vamos, vamos!- Le dije corriendo hacia urgencias.

El hospital estaba repleto, según escuche decir a un enfermero un accidente en la autopista había dejado varios heridos, más los pacientes normales había causado una locura. A diferencia del hospital, urgencias no era una locura, era un caos, en el accidente había dos camionetas y tres camiones escolares uno de los cuales se había volcado.

Todos los internistas atendían a pequeños niños que gritaban por sus madres, uno de los choferes estaba muy grave y una niña acababa de fallecer. Todavía faltaba más, la pesadilla comenzaba, el tráfico en la carretera no permitia que trajeran a más.

-Llamen a Fernando y que transfieran al atleta a otro hospital o que alguien vea que quiten esa orden-

-Ya se lo llevaron los policías- Dijo uno de los internistas. –Entró, discutió con la señora y se lo llevaron.-

Suspiré, no había más que hacer. Había tanto trabajo y tan pocos médicos.

-¿Dónde está el atleta?- Mi respuesta llegó de inmediato, del otro lado de la habitación se encontraba una mujer dando de a gritos, golpeándole a uno de los enfermeros.

-Quiero llevarme a mi hijo, miren lo que le han hecho. Lo han obligado a intentar suicidarse-

-Señora tranquila- Dijo el enfermero en un intento perdido por calmarla. La señora roja de enojo, tomo su celular y se puso a llamar a alguien.

-¿Como se encuentra?- Le pregunté al enfermero apenas llegué a su lado.

-Esta mejorando, tiene unos cuantos rasguños y tres costillas fracturadas-

-¿TRES COSTILLAS?- Gritó la madre. -¡Lo quieren matar! Aléjense de él o haré que cierren este hospital-

-Señora le voy a pedir que salga o haré que la saquen-

-¿Que usted qué? Usted no me puede dar órdenes, usted no es nadie. ¿Sabe quién es mi esposo? Haré que la despidan, haré que cierren este maldito lugar- Dio una clase de aullido, dio media vuelta y salió de la sala.-Se arrepentirán del día en que- Se dejó de escuchar.

El día estaba siendo una total pesadilla, nublado el cielo dispuesto a llover, llegaban más heridos del accidente, ahora todos empapados, ensangrentados, trabajo y más trabajo, las enfermeras corrían de un lado a otro, las horas pasaban, los heridos fluían por montón, más de cien niños con heridas de todo tipo atestaban los pasillos. Por suerte, aunque médicos, somos humanos, para sobrevivir hay que comer. Los médicos que entraron al turno de la mañana se iban reuniendo en el comedor.

-Fernando, volviste-

-No me dejaron entrar al hospital hasta que esa mujer se fuera-

-¿Dejó a su hijo sólo?-

-No- Contestó el enfermero con el cual había peleado la señora horas antes. -Se lo llevaron con un doctor particular-

-Espero que no vuelvan- Contesté, esperando que con decirlo sucediera. Decidí olvidar para dar paso a la comida, un pequeño sándwich de queso panela era lo que me esperaba, al igual que en el desayuno, mi dieta me lo exigía. Se veía delicioso, en mi interior no me quejaba por eso, el problema era que la hamburguesa y las papas de Fernando se veían mejores.

-¿Cómo va tu dieta Marianita, quieres una?- Agarró una papa paseándola por la mesa. La expresión en mi cara fue suficiente respuesta.

-¿Escucharon lo del accidente?- Dijo uno de los enfermeros para evitar la pelea.

-Si- Contesto Fernando llevándose la papa a la boca. –Un camión escolar se volcó por la tormenta, estaba lloviendo muy fuerte. Tú deberías de saberlo Mariana, creo que fue el de la escuela de tus hijas-

-No creo, no me dijeron nada, me habrían llamado- Coloqué la mano en la bolsa de la bata, donde ponía mi celular. Estaba vacía.

-Dejé mi celular en el coche, vuelvo en seguida- Crucé el hospital lo más rápido posible. Recorrí el estacionamiento en busca del coche. Ahí estaba, abrí la puerta recogiendo el celular a toda velocidad. Cinco llamadas perdidas. Podía ser de un paciente o posiblemente de Roberto. Comencé a checar, la última era de él, las demás eran de un número desconocido. Comencé a marcar.

-El número que usted marcó esta fuera del área de servicio, por favor intente más tarde- Tenía que calmarme, marqué el número de Roberto, los dedos me temblaban.

-El número que usted marc- Colgué, no había tiempo. Intenté marcar de nuevo. Nada. Por suerte antes de entrar en shock el celular comenzó a timbrar, vi la pantalla. Llamada entrante. Roberto.

-¡Roberto!-

-Voy por ti, el camión de Esperanza tuvo un accidente- Mi contestación fue una clase de aullido.

-¿Te dijeron algo, cómo está ella, sabes algo?- Mi voz salía confusa, tan solo ayer habíamos discutido, quería tanto a la pequeña.

-Sólo sacaron a los que estaban más graves, estaba lloviendo muy fuerte, tengo que colgar, hay mucho tráfico-

-No.- Lo dije al aire, ya había colgado. Me recosté en el asiento, estaba confusa. Centré mi mente, necesitarían a un médico. Salí del coche, abrí la cajuela. Había cantidad de papeles, el recibo de teléfono que no había pagado, papeles del coche, de la casa, todo lo que no debería de estar ahi, más abajo, una caja de medicinas para dar primeros auxilios. Tomé mi celular, llamé a Fernando.

-Necesito que vengas al estacionamiento-

-Voy en seguida-

Dos ambulancias llegaron.

-Doctora nos puede ayudar- Me acerqué rápidamente, bajaron a una niña pequeña. Mi corazón aceleró la marcha, sentía mi sangre ser bombeada por el cuerpo a gran velocidad. Me acerqué, era una amiga de Esperanza. Tomé un paño y le limpie la cara. Se me quedó viendo, me reconoció.

-Hola- Dijo la pequeña. –Esperanza no..-

-No te esfuerces pequeña, voy a ir a buscarla, todo va a estar bien-

La pequeña dejo caer la cabeza, su pulso era estable, solamente se había desmayado.

-Perdió mucha sangre, métanla de inmediato- Le dije a uno de los paramédicos.

-Claro doctora-

De la segunda ambulancia, los enfermeros bajaron un bulto. Me acerqué, tenía experiencia al ver muertos, pero en esta ocasión era distinto, podía ser mi hija.

-¿Puedo ver?-

-Claro- Abrí cuidadosamente la bolsa. Era el cuerpo de un adulto, algo mayor. Era uno de los maestros, pelo canoso, tenía una perforación en el pecho.

-El segundo camión quedo hecho añicos doctora, cayó por el barranco, lo sacamos con vida- Los pocos bocados del sándwich se me regresaban.

-¿Queda gente?- No pude terminar.

-Si, muchos. Cerraron la carretera, por lo menos unos diez carros se vieron envueltos-

-Gracias- No salió más de mi boca.

-¿Algún familiar?- Su rostro cambió.

-Mi hija- Me dio unas palmadas en el hombro.

-Todo saldrá bien- Eso era lo peor que pude haber escuchado, estaba por romperme, no soportaba más, quería dar un grito.

-Ya llegué, tranquila, tranquila- El enfermero se hizo a un lado. Fernando me abrazaba. Ya llegó tu marido, está afuera, llevémosle las cosas. Enfermero ayúdame con la caja.

-Claro-

-Mamí, ¿estas bien?- La pequeña estaba en el asiento trasero de la camioneta, comenzaba a anochecer. Las palabras de Fernando sonaban aun en mis oídos.

-En dos horas estaré ahí- Me encontraba pálida.

-Mariana, tranquilízate- Rodrigo me observaba mientras manejaba.

-Mami, todo va a salir bien-

Mi mente daba vueltas. Dejamos pronto la ciudad. No muy lejos las nubes de tormenta cubrían el atardecer, el bosque se iba sumiendo en la obscuridad. La ciudad despertaba, cientos de luces se encendían. Los coches pasaban. Ahí estaba Roberto, manejando a alta velocidad, sentado como si nada pasara. La música apenas se escuchaba, un disco con los sus éxitos favoritos.

Daniela dormía en el asiento trasero.

-¿Ya estas mejor? tus ojos dicen que si, tienen ese brillo-

-Déjate de esas cosas Roberto, sólo vi a unos cuantos niños lastimados-

-No puedo creer que estoy enamorado de una mujer tan valiente-

-¿Estas enamorado de mi Robertito?-

-Sí, tan enamorado que te quiero decir algo-

-¿Qué cosa?-

-Más bien- Te tengo algo. Tomó mis manos, me sonrojé.

-¿Qué es?-

-¿En verdad quieres saber?- Me dijo con una voz tan suave.

-Si claro, ¿qué es?- Me comenzaba a molestar que no me lo mostrara. Soltó mi mano, bajo la mano de la mesa y la metió en su bolsa sacando algo.

-Oh no. ¡Por Dios!- Se bajo de su silla, extendiendo la mano se puso de rodillas ante mi, dejando ver un esplendido anillo.

-¿Te casarías conmigo?....-

La aguja del velocímetro iba en aumento. Me había quedado dormida.

-¿Dormiste bien?- Dijo volteándome a ver.

-Claro. Estaba recordando, cuando me propusiste matrimonio-

-Ah, eso-

-¿Eso?-

-Tranquila, claro que lo recuerdo- El comentario me molestó, entonces recordé, me perdí en mis recuerdos. La realidad amargó mi recuerdo. Me quedé mirando por la ventana, no tenía nada que decirle. –Estoy nervioso, discúlpame- Comenzaba a recordar lo ocurrido la noche pasada.

-¿Qué pasa si te digo que no? -

-No eres capaz- Se reclinó y me beso, se levantó, comenzó a quitarse la camisa. Lo ayude. Se reclinó para volverme a besar. Se detuvo.

-¿Cuánto me amas?-

-Demasiado- Le tapé la boca. -¿Cuánto me amas tú?-

-Más que a cualquiera en este mundo- Me volvió a besar.

-¿Con quien hablabas por teléfono?-

-¿Qué?- Dijo algo desorientado por lo que le acaba de preguntar - Ah esa llamada, era del trabajo-

-Mencionaste a una mujer. ¿Quién era?-

-Marianita, ¿acaso sientes celos?

-Claro-

-Estoy aquí contigo, diciéndote lo mucho que te amo, y tú empiezas con celos-

-¿Por qué no me dices quién es?-

-Es del trabajo, quince años de matrimonio y no confías en mí- Dijo con la voz partida.

-¿Dime quién es ella?-

-Es del trabajo, me mandaron a buscarla, sólo era eso-

-Sólo trabajo, sólo trabajo- No me podía controlar, esa sensación me carcomía, liberé todo mi enojo. Lo empuje. Se cayó de la cama. Se puso en pie y salió de la habitación.

-¡No lo puedo creer Mariana!-

Comencé a lagrimar.

-¿Qué te sucede?- Dijo Roberto, volteándome a ver.

-Fíjate en la carretera, no quiero morir en un choque-

-Está bien, sólo preguntaba. Dime, ¿por qué lloras?-

-Sigo molesta, porque no me dices la verdad-

-Otra vez con eso-

-¿Con eso, dices con eso? Lo dices como si no fuera nada que engañaras a tu esposa-

-No te engaño, ya te lo he dicho, únicamente te basas en esa llamada, sin hacer caso a lo que yo te digo-

-No, llamó a la casa mientras no estabas-

-Ya te dije que era por el trabajo.

-"No sabía que estaba casado", ¿eso te suena a trabajo? Porque a mi no- Ya no pude controlarme, comencé a llorar.

Comenzaba a chispear, la noche había rodeado al automóvil.

-¿Mami qué sucede?- Dijo la pequeña al despertarse.

-No pasa nada hijita, vuélvete a dormir-

-Como que no pasa nada, no le quieres decir la verdad, entonces yo se la diré- La voz se me cortó, no podía continuar, sollocé.

-Deja que se duerma, no quiero seguir discutiendo- Me molesté aun más, recuperé fuerzas.

-¿Si no es ahora, entonces cuando? Nunca estás, si dices que la quieres tanto por qué nunca estas con nosotros-

-Tengo mucho trabajo. Estoy muy ocupado, si no fuera por mi, otra sería la situación- Su voz comenzaba a irritarme.

-Eso no es pretexto para que me engañes con otra-

-No vuelvas a empezar con eso, ya te dije que fue lo que pasó-

-¿Qué fue lo que pasó? Quieres que me crea lo que dijiste, di la verdad, o igual le mentiras a tu hija-

-Suficiente, no tengo porque rendirte cuentas-

Comenzó a acelerar, 180, 190,...

-¿Qué pasa papi? ¿Porque llora mami?-

Un silencio total, sólo interrumpido por el pasar de otro coche a alta velocidad.

-No pasa nada Dani, duérmete ya- Su mano temblorosa, encendió la estéreo, metiendo un Cd.

"Once upon a time, there was a tavern

Where we used to raise a glass or two."

-Pones la música como si nada pasara...- Dije soltando toda mi ira.

"Remember how we laughed away the hours,

Think of all the great things we would do?"

Moví la mano, dispuesta a apagarlo, me detuvo, le subió el volumen, su brusco movimiento me hizo volver a llorar, no lo controlaba, ya no me controlaba, los celos me devoraban. La mezcla de sensaciones me carcomía.

"Those were the days, my friend!

We thought they'd never end.

We'd sing and dance forever and a day."

-¿Me vas a ignorar como si nada?- Dije totalmente desconcertada, molestándome aun más ya que ahora el igual estaba molesto.

-¿Qué quieres que haga? ¿Que me detenga?-

"We'd live the life we'd choose.

We'd fight and never lose.

Those were the days, oh yes those were the days!"

El coche empezó a frenar pero estos no respondieron, el suelo se encontraba empapado, había una luz segadora, un golpe, el coche giró.

-¡Cuidado!- Grité

Todo pasó muy rápido, el coche giró, las gotas de lluvia comenzaron a entrar, tenía el rostro empapado por sangre y agua. No sabría decir cuanto tiempo pasó, la mezcla de sensaciones en mi interior no me dejaba concentrarme, una carrera contra el tiempo de imágenes pasaba frente a mí, Esperanza sonreía, Daniela dormida en el asiento trasero, Roberto al volante.

-Mariana, Mariana, soy Fernando, vas a estar bien-

La iglesia se veía gloriosa, mi vestido brillaba como un astro, Roberto me tomó de la mano, observamos al padre.

No sabía donde estaba. Roberto estaba a mi lado, tomé su mano. Llovía.

-La niña no respira- Dos sujetos pasaron corriendo.

La tormenta limpiaba mi rostro. Suspiré, recordé a Esperanza, tanto la quería y no la volvería a ver. Se acercaron las camillas.

-Vas a estar bien- Era la voz de Fernando, ahora más distante.

-¿Como esta Rob?- Tosí sangre, un sabor único. El aire estaba impregnado de ella. Apreté la mano de Roberto.

Lo comprendí todo.

-Cuídalas, cuídalas bien-

-Yo los declaro- Dijo el padre alegremente. Apreté aun más la mano de Roberto. Fernando, nuestro padrino, susurró entre dientes para que sólo yo pudiera ver.

-Todo saldrá bien-

La lluvia limpiaba mi rostro.

El sol atravesaba los vitrales.

La sirena de la ambulancia.

Los labios de Roberto.

Los paramédicos, rayos truenos, tres cuerpos, camillas, una ambulancia, un médico, una noche de sombras, un amanecer cercano.

La iglesia, el sacerdote, los novios que se comprometen, los familiares, el padrino.

Un llanto entre las sombras del silencio.


Mario Ovies Gage

4 comentarios:

Anónimo dijo...

ke viva danyyyy es presciosa esa nena!!!!!
jajaja me gusta obi, pero me gusta mas la perspectiva del mundo de dani, kiensabe tal ves xk c parece a mi ajajajajajajaja

att: dani

Juan Pablo Galicia dijo...

Un editor es lo único que te hace falta para que algo como esto esté publicado en papel. Aunque, créeme, esto de la publicación digital igual tiene su pegue (sólo hay que saber dónde y cómo hacerlo).
Pero, en fin.
Excelente, no tengo palabras para describirte que me encanta la narrativa, la discontinuidad del tiempo para el flujo de la trama, la perspectiva en primera persona y el contraste que hace con la primera entrada sobre Dani.
Sigue escribiendo, estoy seguro que en un futuro no muy lejano veré algún libro tuyo en los estantes.
:)

Ponxo dijo...

Me encanta cómo estás tratando a los personajes, y cómo son tan diferentes. El tema de los celos, muy bien tratado. Y muero por saber que pip con los demás!!!!

Daniela, la niña inocente, soñadora.
Mariana, la madre celosa.
Roberto, un hombre que ama a su familia, y es capaz de matar por ella.

Brillante. Odié al doctor. Odié a la esposa madre del wei.

Esa madre debes de mandarla a una editorial!!! Pero cuando la termines y la pulas ;)

Saludos.

Anónimo dijo...

Pues no hay mucho que decir, me gusta ver como se van relacionando las historias, espero con ansias los siguientes capitulos para ver el final de esto...